LEY UNIVERSITARIA
Enviado por violetiii • 17 de Junio de 2014 • 12.760 Palabras (52 Páginas) • 221 Visitas
La Segunda Reforma Universitaria-final
Nicolás Lynch
Introducción
La institución universitaria en el Perú, si persiste en su situación actual, no tiene futuro como tal. Quizás existan espacios pequeños que cumplan tal o cual función de enseñanza o investigación, pero eso no los califica como el sistema universitario que el país necesita. Esto nos obliga a buscar en nuestra propia historia, nacional y universitaria, las causas de la bancarrota. Ello significa hacer un balance de la tradición que heredamos y señalar, en ruptura y continuidad con lo anterior, un derrotero a seguir para transformar la universidad. Se trata de tomar un camino distinto al de aquellos que no valoran la trayectoria con que contamos y creen que hay que importar algún diseño de moda para hacerlo pasar por universidad. Aquí ha existido, desde el primer aliento reformista, el afán hasta ahora incumplido de juntar democracia y calidad en función del desarrollo del país. Recojamos entonces de nuestra tradición para poder volver a crear el futuro.
Cuando en junio de 1918 los estudiantes de Córdoba lanzaron el grito de la reforma universitaria y cuando al año siguiente, con motivo de la visita a Lima de don Alfredo Palacios, el gran socialista argentino, intelectuales y estudiantes limeños recibieron al detalle las noticias del movimiento , un solo propósito recorría las cabezas de estos precusores: lanzar un gran cruzada de renovación cultural de nuestra América . El grito de libertad universitaria era ante todo eso: una voluntad de transformación cultural que buscaba terminar con el dominio oligárquico de la universidad. De allí la fuerza de la impronta reformista, su capacidad para capturar a tantos espíritus jóvenes que se prolongó durante buena parte del siglo XX e incluso su influencia en movimientos políticos decisivos que cambiarían América Latina y nos darían, para bien y para mal, la región del mundo que hoy habitamos.
El impacto de la reforma, sin embargo, fue dispar. Este aliento de transformación cultural encontró el contexto político necesario para fructificar allí donde la democracia y las iniciativas públicas encontraron terreno fértil. No fue el caso, desafortunadamente, del Perú, donde sucesivas dictaduras cerraron la universidad y suspendieron cada avance de la reforma. Pasaron los años y las décadas y podemos decir que las banderas de aquella primera reforma se agotaron antes de que dieran sus frutos. En especial, la bandera del gobierno democrático de los claustros, tan acariciado como una conquista central, que a la postre se convertiría en un factor de ingobernabilidad, más que por la voluntad de los actores por el ambiente de escasez de recursos y cultura política autoritaria reinantes. De este modo, como en tantos otros campos, se aplicó el programa reformista con singular retraso, lo cual produjo como resultado no una nueva universidad sino el estancamiento, la mediocridad y el desorden que finalmente imperan en la mayoría de las universidades hasta la actualidad.
Pero este aliento de transformación cultural que trajo la primera reforma sigue vivo. Está latente en la voluntad de los profesores y estudiantes que se niegan a aceptar la actual universidad como la única realidad que podemos tener en el Perú. Si antes esa voluntad de transformación cultural apuntaba al dominio oligárquico de la universidad, hoy tiene a otro oscurantismo como objetivo, aquel que jalonea la institución en múltiples direcciones sin reparar en sus necesidades más elementales. Me refiero al interés particular de diferentes personas o grupos, en universidades públicas y privadas, que ponen por delante el aprovechamiento personal o de clientela, el afán de lucro desmedido o la intolerancia producto del sectarismo político. Hay por ello necesidad de potenciar este aliento de transformación cultural para poner la universidad a la altura de los tiempos y lograr que se convierta en una institución que, más allá de su origen, sea verdaderamente de servicio público.
Este es el sentido profundo de una segunda reforma universitaria, como un gran movimiento que recoja la impronta cultural de la primera y mantenga en alto sus banderas democráticas, pero le agregue la necesidad ineludible del trabajo académico de calidad. Trabajo académico que genere un espacio de producción de conocimientos de acuerdo a las necesidades del país y una profesionalización pertinente, que no gradúe fantasmas para que deambulen sin destino sino personas con capacidades para generar la riqueza y el bienestar que este país reclama con insistencia.
1. El interés por la Universidad
¿Por qué interesa la Universidad Peruana como conjunto y la universidad pública en especial? Esta pregunta que podría sonar retórica y cuya respuesta para algunos es obvia debería, sin embargo, movernos a una profunda reflexión. Interesa porque la universidad en el Perú, como institución educativa y cultural, más allá de las acciones encomiables de algunas casas de estudio, algunas facultades y algunos profesores valientes, ha caído en una profunda crisis y un grave desprestigio que amenazan con convertirla en una institución marginal. Paradójicamente esta situación se da cuando existen 81 universidades, 34 públicas y 47 privadas, con 496181 estudiantes matriculados el año 2003. Estos estudiantes se reparten 1183 escuelas profesionales, alojadas en 471 facultades, que brindan una diversidad de 126 opciones profesionales distintas . Jamás en el Perú ha habido tantas universidades y universitarios con una oferta tan alta y diversificada. Sin embargo, estos números no significan mucho en resultados. Las universidades, salvo algunos cotos privados, languidecen en su multitud y en su pobreza, sin brindarle al país los resultados de calidad que urgentemente se necesitan.
De otra parte la relación de la Universidad Peruana con los distintos actores sociales y políticos, es utilitaria o simplemente no existe. Esta situación ha hecho que la universidad como institución pierda su papel de liderazgo sobre la educación y la cultura en general, así como el papel de institución líder en el tratamiento de los grandes problemas nacionales. La universidad es hoy incapaz de ponerse a la altura de los retos, en términos de creación del conocimiento, desarrollo de capacidades intelectuales y profesionalización, que le demandan las necesidades de desarrollo nacional y el actual proceso de globalización de las relaciones humanas. Por eso podemos decir que nunca tampoco, por lo menos en los últimos cuarenta años, la producción de conocimientos ha sido tan escasa y la profesionalización tan poco útil tanto para que las personas que han pasado por ella se ganen la vida como para el progreso del país.
Hablo
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