La antropología
Enviado por agapbu • 26 de Agosto de 2014 • Síntesis • 1.812 Palabras (8 Páginas) • 242 Visitas
La antropología empezó como la ciencia de la historia. Los triunfos del mé.
todo científico en los dominios físico y orgánico llevaron a los antropólogos
del siglo XIX a pensar que los fenómenos socioculturales estaban gobernados
por principios que podían descubrirse y enunciarse en forma de leyes.
Esta convicción hizo que sus intereses coincidieran con las aspiraciones de
un período anterior, que se remontaba a una época en la que las ciencias
sociales aún carecían de nombre y enlazaban con las inquietudes trascendentales
de la Ilustración del siglo XVIII y con su concepción de la historia
universal de la humanidad. Por muchos que fuesen los puntos débiles de las
teorías propuestas por los primeros antropólogos bajo la influencia del científisrno
decimonónico, tenemos que reconocer que las cuestiones que se
planteaban ---orígenes y causas- dieron a sus escritos una importancia duradera.
Mas con el siglo xx comenzaron los esfuerzos, que se habían de prolongar
hasta los años cuarenta, por cambiar las premisas estratégicas de
las que dependía el cientifismo de la teoría antropológica. Casi simultáneamente
se desarrollaron en Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos
escuelas antropológicas que de un modo u otro rechazaron la pretensión
científica. Llegó a aceptarse generalmente que la antropología no podría nunca
descubrir los orígenes de las instituciones ni explicar sus causas. En los
Estados Unidos la escuela dominante llegó a decir rotundamente que no
existían leyes históricas y que no podía haber una ciencia de la historia.
En defensa de este período se ha sostenido que la teoría antropológica
se había hecho excesivamente especulativa, de forma que en aquel momento
lo que más se necesitaba era precisamente un intervalo de intensa dedicación
a la recopilación de datos empíricos. Mas retrospectivamente resulta
manifiesto que estos datos no se recopilaron sin prejuicios teóricos y que
su reunión no dejó de tener consecuencias teóricas. Aparentemente se operaba
con esquemas teóricos de alcance restringido, pero en realidad se formulaban
conclusiones sobre la naturaleza de la historia y de la cultura, que
tenían el mayor alcance posible. Estas conclusiones se divulgaron entre las
disciplinas adyacentes y pasaron a incorporarse a las perspectivas intelectuales
del público en general. Sobre la base de evidencias etnográficas parciales,
incorrectas o mal interpretadas, surgió así una concepción de la cultura
que exageraba todos los ingredientes extraños, irracionales e inescrutables
de la vida humana. Deleitándose c-m la diversidad de las pautas, los
antropólogos escogían los acontecimientos divergentes e incomparables.
Subrayaban el sentido íntimo, subjetivo de la experiencia y excluían los
efectos y las relaciones objetivas. Negaban todo determinismo histórico en
2 Marvin Harris
general y en especial negaban el determinismo de las condiciones materiales
de la vida. Insistiendo en los valores inescrutables, la búsqueda del vano prestigio,
los motivos irracionales, desacreditaron la interpretación económica de
la historia. La antropología fue así concentrándose cada vez más en los fenómenos
ideográficos, es decir, en el estudio de los aspectos no repetitivos,
únicos, de la historia.
Este estado de cosas se prolongó durante algún tiempo, mas no pasó muo
cho sin que se acusaran otras tendencias. Ya en los años treinta se hacía
sentir una corriente contraria que tendía con fuerza al restablecimiento de
los intereses nomotéticos, esto es, generalizadores. Desde entonces el interés
por las regularidades se ha extendido, y por lo menos la forma, aunque
tal vez sin la sustancia, del cientifismo está otra vez en auge. Sin embargo,
sigue siendo dudoso en qué medida la antropología está dispuesta a recobrar
su título eminente de ciencia de la historia. La resistencia a formular
así la gran estrategia de la investigación antropológica ha adquirido la fuerza
del hábito. Muchos antropólogos se contentan y creen que es suficiente
dedicarse a la solución de problemas limitados, formulados en un idioma
aparentemente científico, pero deliberadamente desconectados de las cuestiones
de causas y orígenes. Se han ingeniado diversas estratagemas para
eludir toda alusión a las causas y dar al mismo tiempo la impresión de que
se está ofreciendo una explicación. En lugar de explicaciones de las semejanzas
y de las diferencias socioculturales en términos de principios verdederamente
nomotétícos. tenemos las llamadas explicaciones funcionales: tenemos
correlaciones en las que no se sabe en qué dirección apunta la flecha
de la causalidad y explicaciones en términos de esquemas cognoscitivos paradigmáticos
que se aceptan como dados, sin que se sepa nada sobre cuánto
tiempo han existido.
Mi principal razón para escribir este libro es reafirmar la prioridad metodológica
de la búsqueda de las leyes de la historia en la ciencia del hombre.
El restablecimiento de esa prioridad es urgente y su urgencia crece en
proporción directa con el aumento de la dotación y el planteamiento de las
investigaciones antropológicas y, especialmente, con el papel que se quiere
que los antropólogos asuman en la planificación y en la realización de los
programas internacionales de desarrollo. Si la expansión de los fondos de
investigación disponibles ha de resultar en algo más que en el rápido erecimiento
de la cantidad de trivialidades publicadas en las revistas eruditas,
lo que hace falta es una teoría general de la historia. La publicación de
cada vez más sobre cada vez menos puede ser una consecuencia aceptable
de la riqueza, pero sólo si la especialización no conduce al descuido o incluso
a la ceguera ante las cuestiones fundamentales.
Es innecesario decir que si la contribución antropológica a los programas
internacionales de desarrollo sigue sin apoyarse en una teoría general
del cambio sociocultural, las consecuencias pueden ser desastrosas en el
más literal de los sentidos. Resulta posible defender las teorías de alcance
medio en relación con la investigación pura, basándose en la idea de que
el trabajo puede avanzar de un modo ecléctico,
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