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La crisis de la representatividad política


Enviado por   •  15 de Junio de 2021  •  Ensayo  •  1.748 Palabras (7 Páginas)  •  76 Visitas

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La crisis de la representatividad política

Nombre:Benjamin Salinas

Curso:IV B

Puntaje total: 24 puntos.

Puntaje obtenido:

Objetivo de aprendizaje: Relacionar las principales características de la crisis de representatividad política con las formas de participación política propias del siglo XXI

Instrucciones: Lee atentamente los textos propuestos y luego responde las preguntas.

  1. Introducción al concepto de representación política

La representación política se puede entender como el hecho de que exista una persona o un grupo de personas actuando en nombre de toda una comunidad y tomando decisiones relacionadas con su organización social y económica, entre otros aspectos. Esto se basa en el principio del contrato social, pilar fundamental de todo sistema democrático.

Sin embargo, hay momentos en los que esa representación política no se cumple. Ya sea porque los representantes escogidos no actúan en nombre de la comunidad o porque se deja a una parte de ella fuera de las decisiones, en una democracia es necesario resguardar esta condición básica del acuerdo entre el Estado y la sociedad.

  1. Distintas dimensiones del problema de representación política:

A continuación, leerás una serie de textos que exploran las distintas dimensiones del problema de representación política que existe en el país.

Recurso 1: Diferencias en la participación según nivel socioeconómico.

El estudio citado a continuación fue publicado en 2015 en un libro colectivo sobre educación ciudadana en Chile. Su objetivo fue analizar la relación entre la desigualdad a nivel escolar y los conocimientos y actitudes cívicas de los estudiantes chilenos.

“[Los resultados muestran que las] escuelas con un estatus socioeconómico menor en promedio mostraron menores expectativas de participación política que las escuelas privadas. Además, aquellas escuelas donde una mayor cantidad de padres ha alcanzado un nivel educacional más alto estaban asociadas positivamente con la expectativa de participación política del estudiante”.

Referencias: Castillo, J. C., Miranda, D. y Bonhomme, M. (2015). Desigualdad social y cambios en las expectativas de participación política de los estudiantes en Chile. Santiago: Ediciones UC.

Recurso 2: Representatividad para pueblos originarios en el Poder Legislativo.

Las siguientes palabras forman parte de una columna de opinión escrita por Diego Ancalao, activista mapuche.

“La idea para poder prosperar en la zona [La Araucanía] y poder mirar un futuro promisorio es tener participación política en el Poder Legislativo, que tengamos cupos parlamentarios de acuerdo a la densidad poblacional de los pueblos indígenas en Chile. Por ejemplo, el pueblo mapuche hoy está constituido por 1 200 000 personas, lo que implicaría tener, a lo menos, ocho diputados y cuatro senadores. Ahí, recién estaríamos hablando de representatividad. Si se aplica la llamada ley de participación política, debiera ser de acuerdo a la densidad poblacional de los pueblos originarios, porque de lo contrario, no tendríamos mucha fuerza frente a los más de ciento y tantos parlamentarios que ya están en el Congreso”.

Referencia: Ancalao, D. (13 de junio de 2017). Falta de representación parlamentaria, la deuda con los pueblos indígenas. En La Nación. Recuperado de https://bit.ly/2S6jeW9

Recurso 3: Falta de representatividad por género.

El mapa y el gráfico que se presentan a continuación muestran algunos datos respecto a la representación política femenina en el mundo y en Chile. Lograr la equidad de género en la participación ciudadana es un derecho por el que las mujeres luchan desde que se les otorgó el derecho a voto, sin embargo, su presencia en los gobiernos y parlamentos es todavía mucho menor a la de los hombres. En algunos países, se han establecido cuotas mínimas para lograr equiparar los porcentajes de participación femenina.

[pic 1]

[pic 2]

Recurso 4: La poca incidencia institucional del sufragio.

La siguiente columna de opinión pertenece a Rodrigo Correa G., Doctor en Derecho de la Universidad de Yale, y actual catedrático de la Universidad Adolfo Ibáñez.

“Aunque el Presidente de la República, parlamentarios, concejales y consejeros regionales son elegidos mediante sufragio universal, la participación en las elecciones resulta alarmantemente baja. Y ella no se distribuye uniformemente entre distintos grupos etarios. Los mismos jóvenes que hoy protestan, en su inmensa mayoría no votan. Esto sugiere la necesidad de preguntarse si no sería adecuado reinstaurar la obligación de votar. Pero esta obligación no es por sí sola capaz de superar las razones que tienen los jóvenes para no votar. Naturalmente, una segunda condición de la representación democrática es que el voto sea efectivo, pues de lo contrario se hace imposible ver en los gobernantes a verdaderos representantes del pueblo. Y una de las razones de la baja participación electoral parece encontrarse en la percepción de que el voto carece de toda influencia en la dirección del Estado.

Esta percepción corresponde a diversos fenómenos. Por una parte, el voto no puede ser un instrumento de transferencia directa de las preferencias de cada votante a la acción estatal. Primero, porque el voto es de por sí un instrumento tosco para comunicar preferencias individuales. Por otra parte, en la medida en que la preferencia expresada por un determinado votante no concite un cierto umbral de adhesión popular, ella no se traducirá en la elección de su candidato. Estas limitaciones al sufragio como instrumento de transferencia de las preferencias individuales a la acción política son consustanciales a la democracia representativa. Que ellas incidan en la baja participación electoral no se debe a un problema institucional, sino a un déficit de cultura política.

(…) Pero la baja incidencia del voto en la dirección del Estado tiene una causa más grave: aun cuando un representante resulte elegido, su influencia sobre la conducción del Estado es muy limitada. El persistente orden constitucional de 1980 desconfía de las mayorías y las somete a limitaciones institucionales mucho más intensas que las corrientes en otras democracias representativas. Por otra parte, en una sociedad en que ningún sector político atrae la adhesión de la mitad del electorado, el régimen presidencial nos condena a gobiernos de minoría, esto es, gobiernos que pueden haber ganado la presidencia con un margen relevante, pero que carecen de apoyo parlamentario. Pueden dirigir la Administración del Estado, pero no pueden hacer cambios profundos”.

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