ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La izquierda mexicana y la retórica del extremismo


Enviado por   •  12 de Julio de 2021  •  Ensayo  •  2.050 Palabras (9 Páginas)  •  68 Visitas

Página 1 de 9

La izquierda mexicana y la retórica del extremismo

[pic 1]

En México y en el mundo en general, la izquierda se encuentra fragmentada, con ideologías difusas que la han ido introduciendo en una miríada de corrientes que no en pocos casos terminan siento antitéticas entre ellas, ya sea por los métodos que se siguen, o bien, por los fines que pretenden alcanzar.

En el caso de nuestro país, el discurso político se ha venido incendiando de una manera sistemática,  llevando con ello a que cada vez más mexicanos sean presas de la apatía política o radicalización en sus posturas, mediante un falso nacionalismo institucional y una pseudo-defensa de una soberanía que ya hace años se encuentra en crisis, al menos en los términos en que surgió en los siglos XVI y XVII. De esta manera, no se logra conformar un proyecto nacional que sea el detonante del desarrollo y logre ponernos en el nivel de potencia en el concierto internacional.

El dialogo político se ha polarizado, pero lejos de ofrecer una auténtica dialéctica, se detiene para sólo brindar una fútil diatriba que carece de la forma y del fondo suficientes para ofrecer vías alternas a los modelos propuestos.

Recientemente en la revista de contenido político “Este País” en su número 207, se ha publicado un ensayo de Amy Gutman al que intituló: “Los atractivos y los peligros de la retórica extremista”, en donde se propone una temática que alude al uso y abuso de la palabra para posicionar determinadas políticas públicas y en donde se sugiere el carácter irresponsable en que puede desembocar dicho discurso.

Según Gutman, la retórica extremista se distingue por expresar obsesiva y apasionadamente certezas no sometidas a pruebas o debates racionales. Esas certezas, “escandalosas e inflamatorias”, y pronunciadas en tono exaltado, borran de golpe las incertidumbres y complejidades de la realidad. “¡Los antipatriotas quieren vender nuestro petróleo!”, es una frase que todo mundo comprende, y puede mover a muchos, aunque examinada con un mínimo de rigor resulte descabellada. Pero es más fácil creer que entender; “las sutilezas, los argumentos razonados, la evidencia probabilística, la teoría y el hecho comprobados científicamente”, exigen un esfuerzo de comprensión anulado por la impaciencia del fanatismo. La retórica extremista opone sus creencias elementales a los juicios ponderados, la unanimidad de la plaza pública a la lenta y tediosa deliberación parlamentaria o académica, la intolerancia al reconocimiento del otro, el pensamiento dogmático a la pluralidad de opiniones[1]”.

El día en que los diputados perredistas y sus huestes izquierdistas censuraron y secuestraron el Congreso, ese mismo día se produjo una gran paradoja, cómo es que pedían el diálogo cuando ellos mismos lo estaban aniquilando, por otro lado, cómo podríamos llegar a una solución coherente, desarrolladora y benéfica para la paraestatal mexicana, si tratamos de frenar la libre manifestación de las ideas. La posición de “al diablo con las instituciones”, no sólo afecta al enemigo, sino que pone en tela de juicio a todo el aparato institucional, desde la primera Magistratura, el Instituto Nacional Electoral, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la Cámara de Diputados que han tenido que sufrir este tipo de vejaciones.

Este discurso es catastrófico para todos los actores políticos del país, pues no se trata de ganar todo o perderlo todo, sino buscar una posición que permita que los mexicanos tengamos voz, así como el derecho a ser escuchados, que se permita analizar y sancionar cada una de las tesis que desde los grupos más dinámicos hasta los que se encuentran en el más arraigado de los ostracismos puedan expresar sus puntos de vista y que concluya en una síntesis totalmente incluyente.

Como bien dice Carlos Fuentes: “A ver que hacemos con ese Estado, no lo derrumbemos, no lo destruyamos, mejor vamos a perfeccionarlo, porque si no hay la presencia del Estado, hay sólo la presencia del mercado, escojamos[2]”.

Concedo mucha razón a las posturas de la izquierda en cuanto a que, verbi gratia, el petróleo mexicano no debe de ser vendido o puesto en las manos de empresas trasnacionales extranjeras, es un patrimonio que debe ser explotado en y para beneficio de los mexicanos, pero una posición de que no se debe reformar toda la regulación que en el rubro de hidrocarburos se pretende por la simplista razón de que es nacional, no termina por convencer a ninguna persona en sano juicio, por otro lado, cuando Marcelo Ebrard afirmó “que su gobierno se hizo todo lo posible para evitar la privatización de Pemex; si el Gobierno Federal hace una propuesta a fondo, se derrotará”, sólo promueve un orden contestatario pero no es propositivo, es decir, no se trata de únicamente obstaculizar a los de otra corriente política sino el de trabajar en consensos y de manera sinérgica para ofertar soluciones.

En este último punto encontramos consenso con los que señala el ex presidente chileno Ricardo Lagos: “Un ensayo reciente de Tony Blair y Gerhard Schröder es iluminador al respecto, cuando allí plantean que "la función de los mercados debe ser complementada y mejorada por la acción política, pero no obstaculizada por ella". Coincidimos con Blair y Schröder cuando argumentan a favor de un Estado activo en áreas claves como el empleo, la educación y la salud y no un Estado que deviene en un "mero receptor pasivo de las víctimas del fracaso económico". Igualmente, no podríamos estar en desacuerdo cuando ellos critican un pasado no muy lejano en que se tendió a acentuar el logro de derechos sin referencia a responsabilidades o cuando se subestimó las fortalezas del mercado[3]”.

Podemos deducir de lo expuesto por Lagos que, la experiencia que nos ha dado la historia nos lleva ‘no’ a una lid entre los valores de las posiciones de izquierda o de derecha, sino a comprender que en ambas posturas existen elementos valiosos y rescatables para la construcción de políticas públicas sin que se tenga que estar denostando una a la otra y viceversa.

Norberto Bobbio[4], expone que los valores de la izquierda son, entre otros, la igualdad, la colectividad y la cooperación y los de la derecha son la libertad, la competencia y el individualismo, evidentemente, con frecuencia unos excluyen a los otros en determinadas políticas de carácter público, pero debemos encontrar la manera de que sin extremismos discursivos o aspavientos bravucones tanto de los partidos del ala izquierda como los conservadores y la ultraderecha se logre una política del consenso que permita consolidar y modernizar tanto al Estado Mexicano, como a la incipiente democracia que pretende establecerse en México.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (13 Kb) pdf (156 Kb) docx (16 Kb)
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com