La salud y la eliminación de las consecuencias de los desastres naturales
juanperdomoTutorial15 de Octubre de 2013
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Salud y desastre
Jonatan Rapaport
El deterioro del estado de salud de la población suele ser uno de los impactos más graves de los desastres, tanto los generados por catástrofes naturales como por conflictos armados. En ocasiones, los desastres acarrean auténticas crisis sanitarias, caracterizadas por la propagación de epidemias, que frecuentemente son la principal causa del aumento de mortalidad durante ellos. En consecuencia, las actuaciones en materia de salud son prioritarias durante las emergencias.
El impacto de los desastres en el campo de la salud varía según la naturaleza de los mismos, su duración e intensidad. En primer lugar, cabría hablar de los desastres activados por catástrofes naturales, cada una de las cuales puede tener efectos diferentes. Por ejemplo, un terremoto puede quebrar súbitamente las infraestructuras sanitarias o las canalizaciones de agua, a diferencia de una sequía, cuyo principal impacto será un progresivo debilitamiento físico derivado de la malnutrición y el empobrecimiento.
Ahora bien, mucho más perniciosos suelen ser los conflictos civiles y la violencia política, cuya gravedad ha ido creciendo en la última década, hasta el punto de que hoy son considerados como uno de los grandes problemas de salud pública (Ugalde et al., 1999:104). Esto es consecuencia de algunas de las características de las guerras actuales: en la mayoría de ellas el objetivo militar es la propia población civil, al tiempo que se emplean tácticas militares y armamentos que pueden causar graves daños a aquélla, a las infraestructuras y al medio ambiente. Ahora bien, obviamente las secuelas dependen del tipo de conflicto. Los de baja intensidad, o los caracterizados por prácticas represivas anti-insurgentes por parte del gobierno, aunque pueden ocasionar un número de bajas comparativamente moderado, suelen acarrear graves secuelas sobre la salud mental de las víctimas y las comunidades afectadas. Por su parte, las crisis sanitarias y la destrucción de los sistemas de salud, aunque pueden ser causadas por las guerras internacionales, son más graves en los conflictos civiles con un componente étnico, sobre todo cuando se recurre a prácticas de genocidio y “limpieza étnica” que provocan las migraciones forzosas, la hambruna y la paralización de los servicios públicos.
1) El impacto de los desastres en la salud
Los desastres golpean a la situación de la salud en tres frentes:
a) El aumento de la susceptibilidad o propensión fisiológica a contraer enfermedades
La debilidad y pérdida de defensas del organismo como consecuencia de la malnutrición favorecen el deterioro del estado de salud del individuo. En efecto, el desastre provoca una pérdida de la seguridad alimentaria, esto es, del acceso al alimento, por parte de los sectores vulnerables, debido a su empobrecimiento, la disminución de la producción agrícola y la perturbación de los mercados. A ello se suma en muchos conflictos el uso del hambre como un arma de guerra (negando el alimento a determinados grupos), o la desviación fraudulenta de la ayuda alimentaria para beneficio de determinadas facciones combatientes (Ugalde et al., 1999:114). De esta forma, se genera un incremento de la malnutrición, que en ocasiones puede presentar niveles graves, y que favorece la contracción de enfermedades, las cuales a su vez contribuyen al incremento de la malnutrición dando lugar a un círculo vicioso. El resultado es con frecuencia unos altos niveles de mortalidad, especialmente en la fase aguda de las emergencias.
b) El incremento de la exposición a las enfermedades
Uno de los factores que hacen de los desastres un caldo de cultivo ideal para la transmisión de enfermedades son los desplazamientos masivos de población que son producidos por las calamidades naturales y, sobre todo, por la violencia. Dichos movimientos de personas y su posterior hacinamiento en zonas seguras o en campos de refugiados en condiciones de insalubridad favorecen en enorme medida el contagio (ver refugiados, campos de). Entre aquellos que han huido de violencia, especialmente cuando el éxodo es repentino y el número de desplazados alto, los índices de morbilidad suelen ser especialmente elevados, con tasas de mortalidad que pueden ser hasta 60 veces superiores a las de su comunidad de origen (Ugalde et al., 1999:113). Las enfermedades transmisibles susceptibles de prevención, como las infecciones respiratorias agudas, el paludismo, el sarampión o las enfermedades diarreicas, son las principales causas de mortalidad entre la población desplazada.
El desastre, particularmente la guerra, propicia también la difusión de enfermedades de transmisión sexual, incluido el sida, debido a las razones mencionadas, así como también a que el contexto de desestructuración social y de violencia favorece la alteración de las pautas sexuales y los abusos sexuales (sobre todo por parte de los militares), al tiempo que dificulta la adopción de medidas preventivas y profilácticas.
A esto hay que añadir el gran número de heridos y discapacitados consecuencia de las acciones militares y de las minas antipersonales, cuyas secuelas perduran largo tiempo tras el conflicto. Cada mes 800 personas mueren y otras 1.200 quedan mutiladas por las minas (CICR, 2000), requiriendo una prolongada y costosa asistencia médica y social.
Los desastres también afectan a la salud mental de quienes los sufren, siendo éste un aspecto que, por menos visible, ha sido soslayado hasta hace poco tiempo. La salud sicosocial se ve afectada en las situaciones de emergencia por la pérdida de cohesión de la comunidad, las dificultades de comunicación entre las personas, o la alteración de los valores tradicionales. Ahora bien, el denominado estrés postraumático suele ser más agudo y dejar secuelas sicológicas más duraderas en contextos de conflicto, debido a la vivencia de situaciones traumatizantes como bombardeos, matanzas, torturas o violaciones sexuales. Entre sus secuelas se encuentran los desórdenes psicosomáticos (dolores de cabeza, nerviosismo, insomnio), afectivos (depresión, ansiedad, temores y fobias, sentimientos de culpa) y del comportamiento (agresividad, irritabilidad, tendencias suicidas, abuso de alcohol y otras drogas).
c) El deterioro de los servicios e infraestructuras de salud
Los conflictos, y en parte algunas catástrofes naturales, ocasionan daños al sistema de salud en todos los aspectos:
– La capacidad de planificación y gestión, que se ven afectadas por la falta de medios institucionales para responder a las emergencias, y por la desestructuración sociopolítica e incluso la descomposición de las estructuras del Estado (ver emergencias complejas). Durante los contextos de emergencia en los Estados débiles, frágiles o fallidos, buena parte de las necesidades sanitarias pueden ser satisfechas mediante ONG internacionales, lo cual, junto a sus innegables beneficios, puede dar lugar a una atomización y fragmentación del sistema sanitario, dada la incapacidad del gobierno de ejercer la coordinación y control necesarios.
– La disponibilidad de medios financieros y humanos. Los gastos militares y el deterioro económico implican una disminución de la financiación de la sanidad, dentro de la cual la necesidad de atender a los heridos de guerra obliga a reducir el gasto en atención primaria de la salud o en programas de vacunación y control de enfermedades transmisibles. La falta de recursos para los salarios del personal sanitario provoca su desmotivación y absentismo, al tiempo que el miedo a la inseguridad física provoca muchas veces su huida a núcleos urbanos seguros. El resultado de todo ello es un deterioro de los servicios de la sanidad pública y la creciente privatización de ésta, que dejan indefensos a los sectores más vulnerables.
– La destrucción de las infraestructuras sanitarias y de provisión de agua y saneamientos. Tal destrucción constituye un objetivo militar, sobre todo en el caso de los conflictos civiles, con objeto de debilitar a la población enemiga. Sus consecuencias inevitablemente son la huida del personal sanitario, la pérdida de cobertura sanitaria y la paralización de los programas de control de enfermedades, el deterioro del acceso al agua potable y de las condiciones de salubridad, y, en definitiva, la propagación de epidemias.
– La provisión y el acceso a los servicios. Como consecuencia de todo lo anterior, la población encuentra mayores dificultades para acceder a los servicios de salud: a) en lo geográfico, la disminución de los centros de salud en funcionamiento incrementa la distancia media entre el lugar de residencia y los mismos; b) en lo económico, resultan menos asequibles; y c) en lo social, el acceso puede verse limitado por barreras sicológicas o de otro tipo (Zwi et al., 1999:682). En este último aspecto, la población puede renunciar a acudir a los centros de salud debido a razones de seguridad, esto es, por encontrarse en zonas minadas o en combate, o por el temor a encontrarse con combatientes en el camino.
Efectos de las guerras y la violencia política sobre los servicios de salud
Fuente: Zwi, Ugalde y Richards (1999:680)
2) Fases de la emergencia y respuesta sanitaria
En una determinada emergencia, ya sea por catástrofe natural o conflicto armado, es necesario que las ONG y agencias humanitarias que se desplazan a las zonas afectadas actúen no sólo con rapidez,
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