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Lel Terrible Fuego


Enviado por   •  20 de Marzo de 2013  •  603 Palabras (3 Páginas)  •  462 Visitas

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siTERRIBLE FUEGO EN LA CALLE DE SAN MARCOS

Casualmente, señores, fui yo mismo testigo presencial del horroroso siniestro que ayer, a las doce

de la noche, ocurrió en la calle de San Marcos, esquina a la de Hortaleza; y aunque tengo la cabeza perturbada, voy a dar a ustedes, una ligera catástrofe de la cabeza sensible.

Cuando yo me retiraba del café de San Luis, vi que salía mucho humo de una casa vieja y observé que hasta mis narices llegaba fuerte olor a maderas quemadas. Cinco minutos después el olor iba en aumento, el gobernador con su bastón de mando dictaba órdenes, los guardias serenos tocaban los pitos los transeúntes se arremolinaban y corrían de unos puntos a otros, ¡Que momentos tan horribles!

Antes que comenzasen a funcionar las bombas, las vecinas ya se habían desmayado, y cuando el primer bombero llegó al segundo piso, el techo ya se había agrietado. Pero como al que madruga Dios le ayuda, éste fue recompensado después por los vecinos, en vista de los meritos que había hecho.

Cuando puse mi vista en la fachada, noté que desde un balcón abierto, un vecino de calzoncillos blancos daba desgarradores gritos de par en par. -¡socorro!- señores ¡Que hay fuego en la casa! exclamaba el pobre con un gorro blanco en la cabeza. Y el hombre quería tirarse de cabeza a la calle viendo que no podía salir por la puerta, mas no lo hizo porque un valiente municipal pudo separarle del balcón, agarrándole por el pescuezo de un modo brusco.

¡ Era de ver como iba el voraz elemento, desde el portal apoderándose

del edificio de enfrente!!.

Los estampidos de las botellas al reventar, se mezclaban con los gritos de las vecinas, y el tendero, lleno de miedo ante la pérdida de tantos litros de alcohol se tiraba de los pelos delante de una hilera de guaridas de orden público; y si no cogió una pistola y se saltó la tapa de los sesos, fue porque tenía la tienda garantizada por una Compañía de seguros mutuos.

A todo esto, salían por los balcones numerosos muebles, que al chocar contra los adoquines del pavimento, se convertían en astillas: armarios de luna, prendas de abrigo, pianos de cola y

cubiertos plata, caían estrepitosamente, en medio de las bombas del Ayuntamiento, haciendo

mayores las angustias de los vecinos, y dominando las voces de las autoridades, mientras subían el agua por las mangas, que se desenchufaban con facilidad.

Al propio tiempo, desgarraban el alma las vocecitas de una inocente criatura de tres años, encerrada en una buhardilla, cuyos infames padres – según me aseguró el Delegado del Distrito-, habían ido a comerse un conejo con patatas.

En tres horas y media, quedó la casa reducida a un montón de pavesas, no pudiendo el afligido tendero salvar ni un solo grano del arroz de ultramarinos. Todo había terminado.

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