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MONOGRAFIA- RESUMEN DEL CAPÍTULO I, II Y III


Enviado por   •  20 de Mayo de 2016  •  Trabajo  •  3.461 Palabras (14 Páginas)  •  524 Visitas

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RESUMEN DEL CAPÍTULO I, II Y III

Como adquirir hábitos.- La virtud siempre nos orienta al bien y se define como: Un hábito operativo bueno, se refiere a la perfección moral de la persona que actúa. Los aprendizajes se producen y refuerzan, con la repetición, una predisposición de la persona hacia unas conductas determinadas. Esta predisposición o hábito afecta a la persona completa, alma y cuerpo. Adquirir un hábito supone un esfuerzo. Los hábitos se adquieren por medio de: actos libres repetidos con esfuerzo. Libres significa: actos conscientes y queridos por la persona que los hace. Al principio es necesario poner esfuerzo en realizar el acto. Cuando este esfuerzo no es necesario y el acto se repite fácilmente, hemos conseguido el hábito o estamos en el buen camino de conseguirlo.

Motivados por el amor.- Esto representa la necesidad de educar a los hijos en la libertad a en la responsabilidad. Los padres tienen que hablar con los hijos y conseguir que hagan las cosas porque quieren y asuman ellos la responsabilidad de hacerlo. Los padres deben saber motivar a los hijos y darles razones para que se porten bien porque ellos quieren, sin necesidad de premios, ni castigos, ni amenazas, ni por la razón de que soy tu padre.

Educarlos como personas.- Para educar en virtudes a una persona hay que tener en cuenta que es una persona. Todas las personas somos hijos de Dios, hechos a su Imagen y Semejanza y con una trascendencia eterna. Educamos a nuestros hijos para que sean felices aquí en la tierra y eternamente en el Cielo.

El orden interior o autodominio es la capacidad de ser señor de uno mismo para abrirse al mundo exterior de las cosas y personas, poniéndolas en su justo lugar y dándoles el valor preciso.

Educación infantil (3 a 6 años).- En esta edad no corresponde aún hablar de virtudes, pero sí de hábitos buenos que serán apreciados como valores cuando se desarrolle más la razón y el espíritu crítico de los hijos. En los primeros años, el aprendizaje es por dos mecanismos: imitación y repetición, por lo cual se hace indispensable el ejemplo de los padres.

Educación primaria (6 a 12 años).- En esta edad, los niños, generalmente, tienen mucha energía para desarrollar intensamente todo tipo de actividades. Este es el momento de inculcar algunos hábitos intelectuales y de conducta de gran trascendencia para el futuro. Se deben aprovechar todas las ocasiones que les permitan vivir las virtudes, dando más razones de por qué conviene asumirlas. Es necesario plantearles retos razonables que puedan cumplir para que ganen en seguridad personal y mejoren su autoestima.

Educación secundaria (13 a 18 años)

En la adolescencia son fundamentales los principios claros que orienten la conducta. Los hábitos adquiridos de pequeños dan la solidez y firmeza que requiere el joven cuando en estos años experimenta un cambio o definición de su personalidad. Se buscan las razones últimas de las cosas, y su razonamiento moral se basa más en experiencias. De ahí que sea tan importante fomentar el diálogo y la reflexión.

Es fundamental para ellos encontrar el sentido y significado de lo que hacen, pues lo que más quieren es sentirse útiles. Es la edad de las decisiones radicales y de las insatisfacciones cuando ven que su vida no responde a los principios que la deben orientar.

La generosidad

La generosidad es una de las virtudes humanas que más acerca a las personas a la felicidad. Se encuentra directamente conectada con el amor y la justicia, y, para ejercerla, debemos ayudarnos de la responsabilidad, la perseverancia y la fortaleza.

Son actos de generosidad: saber escuchar, saber agradecer, saber perdonar, saber ayudar. La generosidad es un acto desinteresado de la voluntad, por el cual una persona se esfuerza en dar algo de sí misma con el fin de cubrir una necesidad de otra persona, buscando su bien». Es, por lo tanto, un acto libre.

Educar en generosidad entre 0 y 6 años.- Un niño hasta los seis años no puede ser generoso en el pleno sentido de la palabra. Le resultará difícil entender la razón de tener que dar algo suyo y le costará descubrir necesidades en los demás. Por otra parte, los niños a esa edad tienden al egoísmo. Sobre los tres años viven su primera crisis del «yo». Es la edad del «no», donde la terquedad, como autoafirmación, y la irritabilidad tienen cierto parecido con la crisis de la pubertad, en la que vendrá el segundo afianzamiento del yo, esta vez del sí mismo, del yo-espíritu. A partir de los dos o tres años, distinguen perfectamente el mío-tuyo y les gusta dejar clara la diferencia. Desde esta edad, hay que fomentar el hábito de dar, más como costumbre que como virtud, relacionándolo con el querer a los demás.

Educar en generosidad entre 7 y 11 años.- A esta edad no se presentan problemas serios y es el momento oportuno para desarrollar tres virtudes: generosidad, laboriosidad y reciedumbre. El sentido natural de la justicia, la apertura hacia los padres y la tendencia a obedecer ayudarán a consolidar la generosidad; pueden existir rebeliones pero serán cortas y se olvidarán pronto. Este período es apropiado para que una persona empiece a desarrollar la virtud de la generosidad con plena conciencia. A los siete años se despierta en los niños una tendencia natural a ayudar, a hacer encargos, a darse; pero es necesario guiarlos para que descubran la necesidad de ser generosos y la alegría que se siente después de serlo.

Educar en generosidad entre 12 y 15 años.- En esta edad, tienden a distanciarse de sus padres y tratan de resolver sus conflictos por sí solos. En este momento, los padres deben estar más disponibles que nunca, y poner todos los medios a su alcance para que la comunicación no se interrumpa.

Los adolescentes deben tener muy claro que sus padres están dispuestos a ayudarles. Resulta muy conveniente fomentar en la familia actos de generosidad, aunque la iniciativa, esta vez, partirá de los padres o de otros hermanos.

Educar en generosidad entre 15 y 20 años

Rebeldía, inseguridad, obstinación, independencia se manifestarán al mismo tiempo que una mayor capacidad de reflexión, preocupación social, deseo de justicia social y poco a poco, los hijos irán consolidando su personalidad. Cuando se ha desarrollado bien la generosidad antes de los once años, en esta etapa será fácil que vuelva a vivirse haciéndola suya, a veces, hasta con entusiasmo.

RESUMEN DEL CAPÍTULO IV Y V

El orden.- El orden, en su acción directa, nos ayuda a disponer de más tiempo, ser más eficaces, aumentar el rendimiento y conseguir los objetivos previstos. El orden nos proporciona tranquilidad, confianza y seguridad, nos evita disgustos y contratiempos. Es un proceso que aprende con gran facilidad

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