Oscar Wilde
Enviado por Dane_nieves1 • 5 de Abril de 2014 • Informe • 4.106 Palabras (17 Páginas) • 199 Visitas
Oscar Wilde
El amigo fiel
Un día, la vieja rata de agua sacó la cabeza por su agujero. Tenía unos ojos
redondos muy vivaces y unos densos bigotes grises. Su cola parecía un
largo elástico oscuro.
Unos patitos nadaban en el estanque igual que una bandada de canarios
amarillos, y su madre, completamente blanca con patas rojas, esforzábase
por enseñarles a meter la cabeza en el agua.
-No podéis presentaros jamás a la buena sociedad si no aprendéis a meter la
cabeza- les decía.
Y les enseñaba una vez más cómo tenían que hacerlo Pero los patitos no
prestaban mucha atención a sus lecciones. Eran tan jóvenes que no sabían
las ventajas que depara la vida de sociedad.
-¡Qué criaturas más desobedientes!- exclamó la rata de agua-. ¡Merecían
ahogarse sinceramente!
-¡No lo quiera Dios!- repuso la pata-. Todo tiene sus principios y nunca es
demasiada la paciencia de los padres.
-¡Ah! No tengo la más vaga idea de los sentimientos paternos- dijo la rata de
agua-. No soy padre de familia. Nunca me he casado, ni he pensado en
hacerlo. Seguramente el amor es una buena cosa a su manera; pero la
amistad vale más. Afirmo que no conozco en el mundo nada más noble o
más raro que una fiel amistad.
-Y, dígame, se lo ruego, ¿qué idea tiene usted de los deberes de un amigo
fiel?- preguntó un pardillo verde que había escuchado la conversación sobre
un sauce retorcido.
Sí, eso es precisamente lo que quisiera yo saber dijo la pata y, nadando
hacia el borde del estanque, metió su cabeza en el agua para dar buen
ejemplo a sus hijos.
-¡Tonta pregunta!- gritó la rata de agua-. ¡Cómo es natural, considero amigo
fiel al que me demuestra fidelidad!
-¿Y qué hará usted en cambio?- dijo la avecilla hamacándose en una ramita
plateada y moviendo sus alitas.
-No le entiendo a usted- respondió la rata de agua.
-Permitidme que les cuente una historia sobre el asunto-dijo el pardillo.
-¿Se refiere a mí esa historia?- preguntó la rata de agua-. Si es así, la
escucharé con agrado, porque a mí me vuelven loca los cuentos.
-Puede aplicarse a usted- respondió el pardillo.
Y desplegando las alas, se posó en la orilla del estanque, y contó la historia
del amigo fiel.
-Había una vez- comenzó el pardillo- un honrado mozo llamado Hans.
-¿Era un hombre realmente distinguido?- preguntó la rata de agua.
-No- respondió el pardillo-. No creo que fuese nada distinguido, salvo por su
buen corazón y por su redonda cara morena y afable.
1
Vivía en una humilde casita del campo y todos los días trabajaba en su
jardín.
En toda la región no había jardín tan lindo como el suyo. Crecían en él
claveles, alelíes, capselas, saxifragas, así como rosas de Damasco y rosas
amarillas, azafranadas, lilas y oro y alelíes rojos y blancos.
Y según los meses y en orden florecían agavanzos y cardaminas, mejoranas
y albahacas silvestres, velloritas e iris de Alemania, asfódelos y claveros.
Una flor reemplazaba a otra. Por lo cual había siempre cosas bonitas a la
vista y buenos olores que respirar.
El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero el más cercano a él era el gran
Hugo, el molinero. Realmente, el rico molinero era tan íntimo del pequeño
Hans, que no visitaba jamás su jardín sin inclinarse sobre los macizos y
tomar un gran ramo de flores o un buen puñado de lechugas suculentas o
sin llenarse los bolsillos de ciruelas y de cerezas, según la estación.- Los
amigos verdaderos lo comparten todo- solía decir el molinero.
Y el pequeño Hans asentía con la cabeza, sonriente, sintiéndose orgulloso
de tener un amigo con tan nobles pensamientos.
Algunas veces, no obstante, al vecindario le resultaba raro que el rico
molinero no diese nunca nada en cambio al pequeño Hans, aunque
dispusiera de cien sacos de harina almacenados en su molino, seis vacas
lecheras y una gran cantidad de ganado lanar; pero Hans no pensó jamás en
semejante cosa.
Nada le gustaba tanto como oír las bellas cosas que el molinero
acostumbraba decir sobre la solidaridad de los verdaderos amigos.
Así, pues, el pequeño Hans cultivaba su jardín. En primavera, en verano y en
otoño, sentíase muy feliz; pero cuando llegaba el invierno y no tenía ni frutos
ni flores que llevar al mercado, sufría mucho frío y mucha hambre,
acostándose con frecuencia sin haber comido más que unas peras secas y
algunas nueces rancias.
Además, en invierno, hallábase muy solo, porque el molinero no iba jamás a
visitarle en aquella estación.
-No está bien que visite al pequeño Hans mientras duren las nieves- decía
con frecuencia el molinero a su mujer-. Cuando las personas pasan apuros
hay que dejarlas solas y no mortificarlas con visitas. Ésa es por lo menos mi
opinión sobre la amistad, y estoy seguro de que es atinada. Por eso esperaré
la primavera y entonces iré a verle; podrá darme un gran cesto de velloritas y
eso le pondrá contento.
-Eres realmente solícito con los demás- le comentaba su mujer, sentada en
un cómodo sillón al lado de un buen fuego de leña-. Es un verdadero placer
oírte hablar de la amistad. Tengo la seguridad de que el cura no diría sobre
ella tan bellas cosas como tú, aunque tenga una casa de tres pisos y lleve un
anillo de oro en el meñique.
-¿Y no podríamos decir al pequeño Hans que venga aquí?- preguntaba el
hijo del molinero-. Si el pobre Hans está en apuros, le daré la mitad de mi
sopa y le mostraré mis conejos blancos.
2
-¡Qué tonto eres!- exclamó el molinero-. Verdaderamente, no sé para qué
sirve mandarte a la escuela. Parece que no aprendes nada. Si el pequeño
Hans viniese aquí, ¡diablos!, y viera nuestro buen fuego, nuestra magnífica
cena y nuestra gran barrica de vino tinto, podría sentir envidia. Y la envidia
es una cosa horrible que arruina los mejores caracteres. Realmente, no
podría yo sufrir que el carácter de Hans se estropeara. Soy su mejor amigo,
cuidaré siempre de él y tendré buen cuidado de no exponerlo a ninguna
tentación.
...