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Oscar Wilde


Enviado por   •  25 de Febrero de 2013  •  2.406 Palabras (10 Páginas)  •  318 Visitas

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-Os estoy esperando -gritó Hallward -. Venid. Hay una luz perfecta en

este momento. Podéis traer vuestros refrescos.

Levantáronse, y perezosamente se dirigieron hacia el estudio. Dos

mariposas, verdes y blancas, pasaron revoloteando junto a ellos,

mientras en el peral, que cr

ecía en un ángulo del jardín, comenzaba a

cantar un tordo.

- ¿Se alegra usted de haberme conocido? -preguntó Lord Henry,

mirándole.

-Sí; ahora me alegro. Pe

ro ¿será siempre así? - ¿Siempre? ¡Palabra

tremenda! ¡Cada vez que la oigo me estremezco! ¡Las mujeres son tan

aficionadas a emplearla! Echan a perder todas las novelas por su

empeño en hacerlas eternas. Por otra parte, es una palabra sin

sentido. La única diferencia

entre un capricho y una pasión para toda

la vida, es que el capricho dura un poco más.

Al ir a entrar en el estudio, Dorian Gray puso su mano en el brazo de

Lord Henry.

-En ese caso, que nuestra amistad sea un capricho -murmuró,

ruborizándose de su atrevimiento.

Y subiendo de nuevo a la tarima recobró su pose.

Lord Henry se dejó caer en un amplio sillón de mimbre, y quedó

absorto en su contemplación. El ir y venir del pincel sobre el lienzo era

el único rumor que quebraba

el silencio, excepto cuando, de tiempo en

tiempo, retrocedía Hallward unos pasos para juzgar el efecto de su

trabajo. En medio de los rayos oblicuos de sol que entraban por la

puerta abierta danzaba un polvillo dorado. El aroma pesado de las

rosas parecía envolverlo todo.

Al cabo de un cuarto de hora, dejó de pintar Hallward; contempló

durante largo rato a Dorian

Gray, y luego el retrato, mordiscando la

punta de uno de sus grandes pinceles, las cejas contraídas.

- ¡Terminado! -exclamó al fin, y agachándose escribió su nombre en el

ángulo izquierdo del lienzo en grandes letras bermellón.

Acercóse Lord Henry para examinar el retrato. Indudablemente era

una maravillosas obra de arte, y de un parecido también maravilloso.

-Querido Basil, te felicito calurosamente -dijo -. Es el retrato más

hermoso de estos tiempos. Acérquese usted, Mr. Gray, y

contémplese.

Estremecióse el adolescente, como si despertara de un sueño.

- ¿Está completamente terminado? -murmuró, bajando de la tarima.

-En absoluto -repuso el pintor -. Y hoy has posado espléndidamente.

Te estoy agradecidísimo.

-Eso me lo debes a mí -interrumpió Lord Henry -. ¿Verdad, Mr.

Gray?

Sin contestar, negligentemente, Dorian fue a situarse frente al

retrato. Cuando lo vio dio

un paso atrás, y sus mejillas enrojecieron un

momento de satisfacción. Sus ajos brillaron de alegría, como si

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-Lo creo, Basil. Tú quieres tu arte más que a tus amigos. Para ti no

valgo más que cualquiera de esas figulinas de bronce verde. Y aun

puede que no tanto.

El pintor le miró con asombro. ¿Cómo podía Dorian hablar así? ¿Qué

había sucedido? Parecía profundamente irritado. Tenla el rostro

encendido y las mejillas ardiendo.

-Sí -continuó-, soy menos para

tí que tu Hermes de marfil o tu fauno

de plata. A ellos siempre los querrás igual. ¿Cuánto tiempo me querrás

a mi? Hasta que me salga la primera arruga, sin duda. Ahora sé que,

cuando se pierde la belleza, sea grande o pequeña, se pierde todo.

Ese retrato me lo ha enseñado. Lord Henry Wotton tiene razón. La

juventud es la única cosa del mundo digna de ser codiciada. Cuando

me dé cuenta de que estoy envejeciendo, me mataré.

Hallward palideció y le cogió la mano.

- ¡Dorian! ¡Dorian! -exclamó -. No hables así. Nunca he tenido un

amigo como tú, y nunca tendré otro semejante. Tú no puedes tener

celos de una cosa puramente material, ¿no es cierto?; tú, que eres

más hermoso que todas.

-Tengo celos de todo aquello cuya belleza no muere. Tengo celos de

ese retrato que has pintado. ¿Por qué tiene él que conservar lo que

yo tengo que perder? Cada momento que pasa me quita algo a mí para

dárselo a él. ¡Oh, si siquiera fuese al revés! ¡Si el retrato pudiera

cambiar en lugar mío, y yo permanecer tal como soy ahora! ¿Por qué

lo has pintado? ¡Día llegar

á en que se burle de mí.. en que se burle

cruelmente! Sus ojos se arrasaron en lágrimas candentes, sus manos

se retorcían. Arrojándose

sobre el diván, escondió el rostro en los

almohadones, como si estuviese rezando.

-Mira tu obra, Harry -dijo el pintor amargamente.

Lord Henry se encogió de hombros.

-Ese es el verdadero Dorian Gray, simplemente.

-No lo es.

-Si no lo es, ¿qué tengo yo que ver con ello? - ¡Si te hubieses ido

cuando te lo indiqué! -dijo el pintor entre dientes.

-Me quedé cuando me lo rogaste -replicó Lord Henry.

-Harry, no voy a reñir con mis dos mejores amigos al mismo tiempo;

pero entre ambos me habéis

hecho aborrecer la obra mejor de mi vida,

y voy a destruirla. ¿Qué es, al fin y al cabo, sino lienzo y pintura? No

quiero que venga a interponerse entre nuestras tres vidas y a

echarlas a perder.

Dorian Gray levantó la cabez

a de los almohadones y, pálido el rostro y

los ojos bañados en lágrimas, te miró dirigirse hacia la mesa de pintor,

situada ante el ventanal. ¿Qué iría a hacer? Sus dedos erraban entre

el desorden de tubos y pinceles, buscando algo. Sí, era la espátula,

de hoja larga y flexible de acero. Al fin la encontró. ¡Iba a destrozar el

lienzo!

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Con un sollozo ahogado se puso en pie el adolescente, y, corriendo

hacia Hallward, le arrancó de la mano la espátula, que tiró al otro

extremo del estudio.

- ¡No, Basil, no! -gritó -. ¡Sería un asesinato! Celebro que al fin

aprecies mi obra, Dorian -dijo el pintor fríamente, reponiéndose de la

sorpresa -. Nunca lo hubiera esperado.

- ¿Apreciarla? La adoro, Basil. Es como parte de mí mismo.

-Bueno, pues en cuanto

estés seco, serás barnizado y enviado a tu

casa. Entonces, podrás hacer contigo lo que gustes.

Y, atravesando la habitación, tocó el timbre para que trajesen el té.

-Tomarás una taza de té,

¿verdad, Dorian? ¿Y tú, Harry, también? ¿O

presentáis

...

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