¿Que queres ser?
Enviado por MarcosSandoval93 • 2 de Noviembre de 2016 • Ensayo • 1.966 Palabras (8 Páginas) • 308 Visitas
¿QUÉ QUERES SER?
Análisis de la crisis de identidad vocacional desde una crítica a las organizaciones educativas y a la sociedad alienante
¿Qué queres ser? Pregunta difícil si las hay. Aunque la mayoría de las personas lo pregunta con cierta liviandad, hay que reconocer que la cuestión no es tan sencilla como, voy a ser policía, médico o bombero, tal como si siguiéramos teniendo ocho años. En aquella infancia, tan cercana, y tan lejana a la vez, todo es seguro, no hay contradicciones, no hay por qué preocuparse. Pero ese día pasa, y llega el día en el que se tiene que tomar una decisión importante, una de las primeras responsabilidades como adulto: ¿Qué queres ser? De forma automática se deriva la pregunta: ¿qué vas a estudiar? Pareciera ser que no existe otra opción que la de hablar de una carrera profesional. Se ha instalado la idea en la sociedad, de que sin un título profesional, llámese doctorado, licenciatura, tecnicatura, no sos nadie. Y que miedo más terrible puede provocar el de enfrentarse con la nada, y más aun si en este caso la nada, sería uno mismo. Esta nada que arrastra invisiblemente un desdén de fracaso y que deja instalada cierta idea de que el éxito en la vida vale en tanto y en cuanto se logre tener un titulo de alguna universidad prestigiosa enmarcado sobre una pared con trasfondo de biblioteca. Pero no solo es sumamente trascendental la carrera universitaria, no basta con entrar a una universidad, sino que la existencia tiene otro requisito; cuál es la carrera que vas a estudiar. Porque parece ser, que estudiar enfermería no trae la misma satisfacción que estudiar medicina, y que recibirse de abogado tiene mejor prestigio que recibirse de asistente social. Estas construcciones ocultamente establecidas, esto instituido, tienen que ver con la constitución de un poder cultural que intenta regir las conductas e imponer reglas de juego delimitando lo aceptable, lo posible y lo prohibido; este poder invisible (Bohoslawsky)[1] es el que lleva a miles de jóvenes a arrojarse a diferentes carreras profesionales en busca de lo “ideal”, sin tener en cuenta lo que en el fondo es lo que ellos desean para sus vidas.
Y así miles de jóvenes llegan a la universidad. Ingresan por largos, cuasi infinitos pasillos, atiborrados de sujetos, pasando ajenos entre ellos, sin saber que se enfrentan a los mismos miedos y temores. Pasan las semanas y de esos miles que ingresaron, quedan unos cientos, y que dentro de poco se transformaran en unos cuantos. Se considera que en promedio, al menos la mitad de los alumnos que ingresan a la educación universitaria abandonan sus estudios antes de lograr el título profesional, y la mayor proporción de esta cifra corresponde a la deserción que se produce durante el primer año. La deserción universitaria, esa palabra tan indiferente para la mayoría pero que es tan cercana a la realidad educativa, es definida como el “abandono de una actividad, compromiso o deber”[2], y que en este marco existe en todos los niveles socioeconómicos, en carreras diferentes e instituciones distintas; y que representa un tema preocupante para la comunidad educativa, tomando diferentes enfoques dependiendo desde donde se lo analice. Uno de los enfoques predominantes que buscan justificar el abandono de los estudiantes de sus carreras es el psicológico. Se centra en rasgos de la personalidad que diferencian a los alumnos que completan sus estudios de aquellos que no lo logran. Los modelos psicológicos incorporan principalmente variables individuales, esto es, características y atributos de un estudiante, entendiendo entonces que las intenciones de un estudiante solo pasaran por sus “ganas de estudiar”, las que influirán unilateralmente en sus actitudes y lo llevaran a dar cuenta del abandono o la persistencia. Sin embargo es necesario preguntarse si esto es suficiente, si alcanza la sola idea de que los estudiantes abandonan sus estudios porque sus capacidades personales así lo indican.
Desarrollar un enfoque interdisciplinario, permitirá comprender mejor las causas y motivos que llevan a cientos de jóvenes a abandonar la universidad. Los modelos sociales aparecerán entonces enfatizando la influencia de factores externos al individuo, adicionales a los psicológicos mencionados. En este sentido, la analogía planteada por William Spady (1970)[3], quien relaciona el abandono con la idea de “Suicidio” planteada por Durkheim permitirá comprender mejor el enfoque de estos modelos. Durkheim plantea que el suicidio es el resultado de la ruptura del individuo con el sistema social por su imposibilidad de integrarse a la sociedad. La posibilidad de suicidio aumenta cuando existe una baja conciencia moral y afiliación social insuficiente. Spady sostiene que estos mismos tipos de integración afectan directamente la permanencia de los alumnos en las universidades. El abandono es el resultado de la falta de integración de los estudiantes con la vida académica. Pero, cuáles son los motivos por los que un estudiante no logra una integración, cuáles son las cuestiones que entorpecen una posible interiorización del mundo universitario a la vida del joven. Tal vez, una mirada a la universidad nos permita dilucidarlos.
Continuando el enfoque interdisciplinario, los modelos organizacionales enfocan el abandono desde las características de la universidad como institución encargada de la educación superior, en cuanto a las formas en que se desarrolla la vida en la comunidad educativa. Es importante la calidad de la docencia, las experiencias de los estudiantes en las aulas y fuera de ellas, la relación entre los miembros de la comunidad, etc. Sin embargo, es posible ver como muchos aulas se transforman en lugares donde se instala el autoritarismo en manos de profesores que se colocan en posición de superioridad, en donde su saber inalcanzable siempre van a estar por sobre el del alumno, y que los salvaguarda de posibles errores y equivocaciones, ya que eso, es cosa de estudiantes. Ellos no pueden ser blancos de críticas ni mucho menos depositarios de errores ajenos. El profesor puede y debe juzgar al alumno y determinar los intereses del mismo, así como también la comunicación que se entablara entre ambos. El vínculo de dependencia que se genera entre educando y educador es tan desigual, que puede llegar a transformarse en una relación cruel, que podríamos caracterizar en palabras de Ulloa como una “encerrona trágica”, como un “dispositivo en donde alguien depende de otro que lo maltrata o destrata y donde no hay un tercero de ley al que pueda apelar”. El estudiante debe aprobar la materia y para ello debe pasar por el beneplácito del profesor quien dictara la suerte de este. Es así como el interés se va perdiendo, el entusiasmo se transforma en una cuestión de asistencia y la atención debe centrarse en largas “misas” impartidas por santos conocedores del saber. Las condiciones físicas de los espacios en donde se desarrollan las clases no siempre son las mejores, muchas veces ni siquiera, las adecuadas. Y de a poco, la “carrera” se transforma en algo literal, en una competencia de velocidad en la que se tiene que completar un determinado trayecto, llamémoslo “cursada”, empleando para ello el menor tiempo, y en lo posible tratando de eliminar a la competencia, a la vez que se trata de sortear difíciles obstáculos, los exámenes. Exámenes, que parecieran transformarse más que en instancias de evaluación, en “dispositivos de mortificación” (Sans)[4] a la cual se llega con tal desgaste físico y mental que hace que correr 20 km sea más placentero que enfrentarse a una mesa de examen.
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