Reseña de “Maestro y discípulo: Fundamentos culturales del autoritarismo en las sociedades árabes”
Enviado por korenn1 • 7 de Junio de 2018 • Apuntes • 2.295 Palabras (10 Páginas) • 421 Visitas
Reseña de “Maestro y discípulo: Fundamentos culturales del autoritarismo en las sociedades árabes”
Abdellah Hammoudi propone en el presente libro una respuesta alternativa al porqué del autoritarismo en las sociedades árabes, alejándose de las clásicas teorías de la dependencia económica o de crisis poscoloniales y alegando, en cambio, que éste autoritarismo debe ser explicado atendiendo a la historia cultural de las sociedades árabes y en concreto al modelo maestro/discípulo que rige aún hoy la vida política en los países árabes. Hammoudi emprende ésta explicación alternativa del motivo de la permanencia de regímenes autoritarios por todo el mundo árabe a partir del caso particular de Marruecos, aunque la versión que aquí reseño incluye una posterior comparación del caso marroquí con el caso argelino y egipcio.
Si todo el libro de Hammoudi gira en torno al autoritarismo en las sociedades árabes, debemos, primeramente, definir qué es una sociedad autoritaria. Hammoudi la define como “Regímenes que rechazan el arbitraje público en los intereses y en los conflictos en el seno de instituciones surgidas de la sociedad civil, y que se constituyen en centro único que pretende distribuir los poderes y los recursos según un equilibrio definido por sus propios órganos” (pp9). Si partimos de ésta definición el panorama político marroquí poscolonial es, sin duda alguna, desolador y profundamente autoritario.
Hammoudi nos presenta en el primer capítulo el modus operandi del régimen marroquí justo después de haber obtenido su independencia y posteriormente en la década de los 60s y 70s. Podemos observar la centralidad de la figura del monarca y cómo ésta es imbuida de todo tipo de legitimidades. En primer lugar, la legitimidad religiosa, que se inscribe en la ley islámica y le otorga al soberano la función de ser el comendador de los creyentes, además de asegurar que es descendiente del Profeta. En segundo lugar, algunos sucesos históricos particulares. Las grandes hazañas, como la independencia de Marruecos en 1956 o La Marcha Verde en 1975, pueden legitimar al gobernante y hacerlo un baluarte del nacionalismo marroquí. En tercer lugar, la utilización de la burocracia y del ejército. A pesar del supuesto papel de árbitro y mediador que juegan los monarcas árabes, éstos se han apropiado de forma recurrente del aparato burocrático y del ejército para fines particulares.
Tanto es así que Hammoudi narra cómo diversos reyes marroquís se han aprovechado de ésta posición para promover—sutilmente, pues deben mantener su imagen de árbitros—partidos hostiles a sindicatos y partidos que se oponen a ellos. En última instancia, además, pueden utilizar al ejército para reprimir movimientos sociales e incluso para causar muertes ignominiosas a instigadores. Sin embargo, sería un error pensar que la monarquía utiliza únicamente el ejército para mantenerse en el poder, pues los mecanismos burocráticos van más allá.
Otro ejemplo paradigmático son los notables. Éstos ejercen una gran influencia en la población, pues son individuos que viven entre la comunidad rural y que velan por ella. El notable mantiene siempre vínculos muy cercanos con la gente, que conserva mediante el don y el contradón. Asimismo, procuran que su comunidad tenga un lugar digno para rezar y se oponen al influjo occidental. Este cúmulo de elementos hace que el notable goce de buena reputación e influencia entre la sociedad civil y la monarquía se aprovecha de ello mediante la cooptación de élites, jefes tribales y notables locales que a partir de entonces actuarán en favor de los intereses de la Casa Real.
Pero llegados a este punto, es necesario realizar una consideración. En primer lugar, la descripción que ofrece Hammoudi y que yo relato sintéticamente parece enfatizar más los aspectos burocráticos que los factores culturales. Más allá de la legitimidad religiosa, los demás aspectos sobre la apropiación del aparato burocrático, la represión a través del ejército y la cooptación de élites e incluso el carisma personal del monarca parecen remitirnos a una urdimbre que tiene más que ver con una dominación instrumental que con fundamentos culturales anquilosados en la sociedad. Es aquí donde Hammoudi empieza un recorrido de la historia cultural de Marruecos, donde mostrará cómo la relación del sultán con sus súbditos viene profundamente mediada por la utilización del don y, sobre todo, por un modelo cultural que tiene su origen en las cofradías religiosas, pero que se extiende al conjunto de la vida social marroquí, el modelo maestro/discípulo. Empecemos por el don.
En el capítulo dos Hammoudi se sitúa en el Marruecos del siglo XIX —aunque utiliza algunos ejemplos de siglos precedentes—para relatarnos cómo la propia figura del sultán y sus relaciones con los demás vienen mediadas por factores culturales. Es considerado algo bueno la cercanía con el soberano, sin embargo, ésta constituye una obligación para sus parientes. Los familiares del sultán deben servirlo y mantenerse próximos a él debido a una red de parentesco de derechos y deberes que los vincula. Pero debemos preguntarnos, ¿cómo consigue el sultán que personas que no pertenecen a su red familiar le sirvan? Si bien los valores de proximidad, servicio y sumisión al sultán tienen un indudable arraigo cultural, la voluntad de servicio debe ser incentivada. Esto lo consiguen los sultanes mediante el don. La cooptación de élites y la apropiación de la burocracia sólo pueden sostenerse en tanto que haya gente dispuesta a servir al sultán y éste se muestre generoso con ellos, proporcionándoles todo tipo de beneficios como recompensa.
Por lo tanto, toda la maquinaria represiva (ejército), pero también la cooptación de jefes tribales y de notables reposa en el binomio de servicio y sumisión a cambio de una recompensa expresada a través del don. Hammoudi también profundiza un poco más en este capítulo sobre la relación entre la religión y el sultán, siendo éste presentado más como un Dios que como un monarca. El sultán es sagrado y ofenderlo a él conlleva también a ofender a toda la comunidad y a Dios.
Hemos hallado ya unos cuantos fundamentos culturales del autoritarismo árabe: la consideración del sultán como alguien sagrado y con una potestad que se eleva incluso por encima de la ley, la obligación de parentesco como vinculador de relaciones entre el sultán y sus familiares y el don, que se utiliza frecuentemente para incitar esa proximidad y sumisión al soberano a cambio de una retribución material o de estatus. Sin embargo, queda una incógnita por despejar. ¿Cuál es el fundamento cultural que subyace a considerar la proximidad con el sultán como algo deseable?
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