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Teoría Sociológica - Marx, Durkheim, Weber


Enviado por   •  11 de Febrero de 2014  •  13.256 Palabras (54 Páginas)  •  1.278 Visitas

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Teoría Sociológica

Introducción

La Teoría Sociológica es el capítulo de la Sociología que alberga los sistemas teóricos que han sido formulados con el propósito de comprender la sociedad y dar cuenta de sus principales aspectos y dinámicas.

Estos sistemas encuentran en la llamada realidad social y, más específicamente, en la sociedad, un referente empírico común: no hay teoría sobre lo social que no postule alguna concepción acerca de cómo es o cómo funciona una sociedad. De manera tal que puede decirse que los distintos sistemas teóricos que componen la Teoría Sociológica abordan un objeto de estudio común: la sociedad.

Se diferencian en las opciones epistemológicas que prefieren, en los marcos de referencia conceptuales que construyen y en los temas que les parecen más significativos y que, por lo tanto, privilegian: la solidaridad social (Durkheim), el conflicto interno (Marx) y la historicidad de los fenómenos sociales y la actuación de los estados nacionales (Weber).

Epistemología: disciplina que estudia los fundamentos, desarrollos y métodos de las ciencias.

Tradiciones del pensamiento occidental y antecedentes de la Sociología

Dos tradiciones en el pensamiento social de Occidente

La Ilustración

Durante el siglo XVIII se desarrolló en Europa, especialmente en Francia fijó las pautas de un nuevo modo de entender las cosas en el campo filosófico, con una crítica demoledora a las viejas representaciones del mundo. Voltaire (1694-1778), Rousseau (1712-1778) Montesquieu (1689- 1755) y Diderot (1713-1784), entre otros.

Se inició en el terreno propiamente filosófico, pero se desbordó rápidamente sobre campo político, el religioso, el estético, etc

En el campo religioso litigaron fuertemente contra las concepciones escolásticas.

En el terreno propiamente filosófico enfrentaron las ideas desarrolladas durante el siglo precedente por los llamados metafísicos, entre otros, Descartes (1596-1650), Spinoza (1623-1677) y Leibnitz (1646-1716), quienes suponían posible identificar mediante el raciocinio algunas verdades o premisas fundamentales para, desde ellas, deducir el movimiento de la naturaleza y la dinámica de lo social.

Escolástica: doctrina filosófica que se enseñaba en las escuelas y universidades medievales, cuya principal preocupación consistía en desarrollar las verdades de la fe cristiana y conciliar con ellas lo conocimientos del mundo natural.

La corriente metafísica concebía al raciocinio como jugando un doble papel. Por un lado, como ejercicio especulativo del pensamiento; por otro, como ejercitación de la capacidad deductiva. El pensamiento de la Ilustración rechazó esta manera de concebir el conocimiento. Retomaron e impulsaron a la razón hasta el punto que prácticamente la entronizaron. Le rindieron un culto casi reverencial y la convirtieron en la llave maestra de su sistema de ideas. Tuvieron una perspectiva mucho más amplia de lo que la razón significaba.

Influenciados por el empirismo inglés. Así, la razón, desposeída inicialmente de premisas sustanciales y compelidas en consecuencia a bucear en lo real, debía descubrir qué movía al mundo de los hombres.

Los ilustrados entendían, entonces, siguiendo la senda abierta por la gran revolución copernicana, que en lugar de premisas o verdades metafísicas previas, la razón -mediante un trabajo riguroso de observación y análisis de los hechos empíricos- debía descubrir regularidades y/o leyes que permitiesen entender el comportamiento humano y la dinámica de las sociedades.

La razón quedó convertida de este modo en el gran instrumento del proceso de conocimiento.

Postulaban que la realidad -el universo- constituía una totalidad articulada, que se desplegaba en diversos dominios, sujeta a leyes. Como el mundo a conocer era, en definitiva, uno solo, regido por un conjunto articulado de leyes y principios de validez universal, creyeron firmemente que, más allá de sus divisiones funcionales, la ciencia era básicamente una sola y que dichas divisiones funcionales debían estar regidas por los mismos principios.

Formando parte de ese todo articulado se hallaba la razón, que era el instrumento que hacía inteligible al mundo.

Se suponía que el uso apropiado de la razón posibilitaría el conocimiento de los principios y las leyes que rigen la dinámica de lo social.

Coincidían en las siguientes apreciaciones. Existía una naturaleza humana común a todos los hombres, sin distinción de época ni de lugar, que constituía un núcleo básico en torno del cual era factible definir a los seres humanos como formando parte de una sola especie. Postulaban un conjunto de fines comunes a ellos, tales como la valoración de la vida, la búsqueda de la felicidad, de la libertad, de la igualdad, de la seguridad y de la justicia. Suponían que un análisis racional de estas cuestiones conduciría a superar los problemas de no compatibilidad y a un mejoramiento de las condiciones de la vida social, cultores de la idea de progreso; la fe en la razón, el avance del conocimiento, la reconciliación del hombre con su verdadera naturaleza: todo apuntaba en esa dirección.

La inexistencia de verdades reveladas, la demostración fehaciente de la existencia de una parcela del universo gobernada por leyes, el compromiso con la realidad empírica, la razón como llave del saber operando a través de un ejercicio riguroso del método científico fueron algunos de sus estandartes principales.

El empirismo inglés, con su preocupación por el “descenso” a lo fáctico y aún la forma de racionalismo presente en la filosofía metafísica dejaron asimismo una huella en los orígenes del pensamiento ilustrado.

El resonante y exitoso desenvolvimiento de las ciencias naturales durante los siglos XVIII y XIX empinó a esta forma de concebir al mundo, convirtiéndola en una mainstream (corriente principal) del pensamiento occidental moderno y contemporáneo, a pesar de que los desarrollos en el ámbito de las ciencias sociales y de las humanidades no marcharon a la par de los sucesos de las primeras. En el campo filosófico surgieron críticas y contestaciones al pensamiento de la Ilustración que decantaron en la Contra-Ilustración (o a veces, también, Antirracionalismo), este movimiento constituye una segunda mainstream del pensamiento occidental moderno y contemporáneo.

La Contra-Ilustración

La oposición a las ideas centrales de la Ilustración es casi tan vieja como este movimiento. Tiene, en rigor, un padre expósito en el filósofo napolitano Giambattista Vico, de la Ilustración. Alemania fue la patria de la Contra-Ilustración: Max Weber, cierra el ciclo contra-

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