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Torero Retirado


Enviado por   •  29 de Septiembre de 2013  •  4.351 Palabras (18 Páginas)  •  286 Visitas

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He tenido la gran satisfacción de que D. Álvaro Múnera Bailes, antiguo torero y desde hace muchos años defensor activo para acabar con la tortura a los animales, haya respondido a mis preguntas acerca de la tauromaquia.

Este hombre que un día fue matador de toros y hoy, desde su cargo como Concejal por la Ciudad de Medellín (Colombia) y como integrante de la Fundación F.A.U.N.A., que engloba a varias Asociaciones contra el Maltrato Animal, lucha sin descanso por acabar con tanta crueldad, constituye un ejemplo no sólo de superación física, - una cogida le dejó en una silla de ruedas -, sino también de compromiso y esfuerzo por erradicar la tortura como una forma de negocio y diversión. Él, que formó parte de ese mundo, conoce como pocos la realidad de la tauromaquia y nos habla de ella con absoluta valentía y sinceridad, por lo que le doy las gracias y le expreso mi reconocimiento por su incansable labor por esta causa.

Quisiera empezar Sr. Múnera, pidiéndole que nos facilite algunos datos biográficos.

Nací en la Ciudad de Medellín; desde que tenía cuatro años mi papá me llevaba a los toros. No solamente a todas las corridas en Medellín sino también en Manizales. Era la afición de mi padre, eso era lo que se respiraba en mi casa, toros por todos los lados, allá no se hablaba de fútbol ni de otras cosas, solamente de toros. Yo crecí con eso y cuando estaba en Segundo de Bachillerato, a los doce años, decidí que quería ser torero. Inicié mi carrera taurina y cuando tenía 17 años resulté triunfador en la Feria de Medellín, eso me sirvió para que el apoderado de José Cubero “El Yiyo”, Tomás Redondo, me apoderara y me llevara para España. Allí toreé en 22 oportunidades y en la Plaza de Toros de Munera, en Albacete, el 22 de Septiembre de 1984, un toro me cogió por la pierna izquierda y me tiró por los aires. Tuve lesión medular completa, trauma craneoencefálico y un diagnóstico contundente: no podría volver a caminar. A los cuatro meses me llevaron para Estados Unidos donde comenzó mi periodo de rehabilitación, tiempo que aproveché para ingresar en la Universidad y fueron cuatro años que viví en un País no taurino como un absoluto delincuente por lo que le hacía a los toros, me convertí entonces en defensor de animales y desde esa época hasta ahora he trabajado por el derecho que tiene todo ser vivo a no ser torturado y espero no dejar de hacerlo hasta el último día de mi vida.

¿Cuándo y por qué decidió que quería dedicarse al toreo?

La razón que me llevó a convertirme en torero fue herencia familiar; no porque mi papá hubiera sido torero ya que él era arquitecto, sino porque esa era su pasión, su vida. El todavía vive pero ya no es su afición, culturalmente ha cambiado mucho en este sentido pero en aquel momento era su mayor deseo, lo que le hacía vibrar y lo que más le gustaba. Así, a los doce años, fruto de esa herencia y de haberme llevado a todas las corridas de toros desde que tenía cuatro años fue que yo decidí que quería ser torero. No era en mi caso por una situación económica precaria pues mi familia no disponía de recursos limitados, yo tenía la oportunidad de estudiar y de hecho lo estaba haciendo. Terminé mi Bachillerato antes de irme para España en una Universidad muy reconocida aquí en Medellín, la Universidad Pontificia Bolivariana, pero entiendo que la mayoría de los toreros llegan al toreo por situaciones económicas muy precarias y ven en él una oportunidad de resarcir económicamente a su familia y a ellos mismos y de escapar de la miseria. Por eso yo soy más culpable, por haber hecho de algo bárbaro y cruel parte de mi mundo cuando yo sí tuve la oportunidad de estudiar, de capacitarme y es inconcebible que con una formación educativa importante yo hubiera optado por una profesión de tortura y crueldad con los animales.

Durante su vida como torero, ¿nunca reflexionó acerca del sufrimiento que su actividad implicaba para otros seres vivos y de lo innecesario de semejante atrocidad?

Hubo varios momentos críticos en mi carrera taurina donde vi tanta crueldad que quise dejarlo: cuando maté a una vaquilla en estado de preñez y me tocó ver cómo sacaban a su feto del vientre, en esos momentos quise abandonarlo porque había matado a dos y la escena era tan dantesca y tan impresionante que dije “no más”, me puse a llorar y vomité, pero me dieron la palmadita en la espalda y mi apoderado me dijo “tranquilo, tú vas a ser una figura del toreo, estos son gajes del oficio”, así que desaproveché esa primera oportunidad continuando mi carrera taurina, lo que hoy en día me resulta inconcebible y de lo que me avergüenzo, pero en ese momento yo tenía 14 años y no tomé conciencia suficiente para dejarlo. Luego, cuando a puerta cerrada maté a un toro al que le pegué cinco o seis espadazos y el animal, con parte de sus órganos internos también afuera, luchando por su vida, aferrándose a ella con las pocas fuerzas que le quedaban también me impresionó mucho y me indicó el retiro, sin embargo ya tenía preparado mi viaje a España y crucé el Atlántico, donde vino la tercera, contundente, ya Dios dijo “si es que no quiere comprender por la razón va a hacerlo ahora por otro método” y ahí si aprendí muy bien la lección, fue una experiencia muy bonita porque como ser humano significó superar mi situación clínica y encima trabajar por reparar todos mis crímenes, ha sido una gran experiencia para mí.

Una terrible cogida le apartó de los ruedos pero, ¿qué fue lo que le impulsó a convertirse de forma activa en defensor de los animales?

Hay que pensar que mi carrera taurina fue entre los doce y los dieciocho años, que es cuando fue la cogida. De allí me trasladaron a Estados Unidos y fue realmente en este País en donde yo cambié mi forma de pensar. Primero tuve contacto con gente en el Hospital y luego, fuera, cuando ya me enfrenté a una Sociedad antitaurina totalmente, en la que no conciben que existan pueblos donde se estén torturando y matando animales. Ese rechazo y ese repudio me lo hacían sentir en donde yo me movía: en el Hospital, la Universidad, en mi círculo de amigos. Al principio trataba de defender el toreo con los mismos argumentos que esgrimen los taurinos, pero la fuerza y la contundencia de las razones en contra de la tortura son de tal magnitud que haciendo una cosa sensata acepté que el equivocado era yo, que la razón le asistía a un 99% de la humanidad que está en contra de los espectáculos crueles con los animales y entendí que Dios me estaba dando ahora una oportunidad para aceptar que yo era el equivocado y para reparar mis crímenes. Lo que me hizo estar en contra de las corridas de toros y defender a los animales no fue la cogida en sí, tal vez si hubiera seguido en España yo hubiera continuado siendo taurino; fue el

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