Inteligencia Emocional
Enviado por • 18 de Abril de 2013 • 1.669 Palabras (7 Páginas) • 291 Visitas
El control de esfínteres es una destreza configurada en el ámbito de la autonomía personal que preocupa a muchos padres ya que es indispensable para participar en los ambientes sociales, y quien no lo ha logrado, ve limitado su acceso a muchas actividades. Por ejemplo, en muchos colegios establecen la adquisición de este control como requisito previo para la admisión de alumnos con síndrome de Down.
El tiempo que los niños tardan en lograr el control de esfínteres es muy variable, aunque la edad media para conseguir estar seco durante el día y adquirir el control intestinal suele estar entre los 36 y los 48 meses, según distintos autores. Sin embargo, hay niños que a los 18 ó 20 meses ya lo han logrado. Se pueden establecer los 5 años como la edad en la que la mayoría de los niños con síndrome de Down han alcanzado el control diurno, aunque el nocturno puede tardar más. No obstante, los márgenes son muy amplios y la variabilidad entre unos niños y otros, enorme (Díaz-Caneja, 2006). Ver en: http://www.down21.org/revista/2006/mayo/articulo.htm
Para comenzar a entrenar a un niño con síndrome de Down a controlar los esfínteres, se pueden utilizar algunas de las siguientes pautas:
Como requisitos previos mínimos, es recomendable que el niño sea capaz de desnudarse de cintura para abajo, de obedecer órdenes sencillas, de estar sentado cinco minutos y de permanecer seco en periodos espaciados al menos una hora y media (Bender y Valletutti, 1981, Gilman y col. 2002). Si no se cumplen, se deberá realizar un entrenamiento específico.
Por supuesto, la adquisición es más rápida si el niño ya identifica y avisa cuando tiene pipí o da muestras de sentirse mojado o sucio y pide expresamente cambiarse de pañal.
Dejar al niño sin pañal y observar su reacción cuando hace pis o caca puede ser una forma de comprobar si es el momento oportuno. Sin embargo, a partir de los 4 años, si no nota lo que está ocurriendo se le ha de hacer consciente, explicándoselo de forma expresa.
En ese caso, habría que acostumbrar al niño a que se dé cuenta de que se ha hecho pipí o caca. Mediante juegos o gestos, se le ha de hacer consciente de que está sucio; por ejemplo, llamándole la atención, haciendo gestos ante él o desaprobando la acción.
Se debe organizar un esquema de horario del niño, en el que se establezca la hora en que ha de sentarse en el orinal o ir al baño
Para ello se ha de comprobar previamente el tiempo que puede permanecer seco y adelantarse al momento en que suele hacerlo. (Cada hora y media suele ser un periodo razonable). Se puede realizar un registro de cada cuanto tiempo suele hacer pis.
Entre 10 y 15 minutos antes de la hora en que acostumbra a mojarse, preguntarle si necesita orinar. Acompañarle al lavabo al principio, para posteriormente indicárselo de palabra o con un gesto.
No se levantará del orinal ni saldrá del baño hasta que haya hecho sus necesidades. Si tarda mucho probablemente se deba a que hemos calculado mal el periodo de tiempo. Se le elogiará si responde adecuadamente (Candel y col., 1987)
Paulatinamente, una vez establecido el hábito, se irá prolongando el periodo de tiempo, acostumbrándole a que aumente la capacidad de la vejiga.
Para aumentar el control consciente, se puede realizar un entrenamiento en que haga pis y deje de hacerlo, como si de un juego se tratara, de forma que se fortalezca el esfínter y mejore en control inconsciente en otros momentos.
Hay que acostumbrar al niño a que sea él quien indique que quiere hacer pipí o caca. Para ello puede utilizar gestos, acciones o vocalizaciones específicas.
Reforzar en todos los casos la conducta adecuada, teniendo en cuenta que en los niños el refuerzo positivo más valioso es la atención de las personas más cercanas a ellos, dándoles refuerzo verbal cuando su conducta es correcta.
Los sistemas de premios basados en puntos suelen hacerles más conscientes de lo que se espera de ellos. Es útil, por ejemplo, el sistema de pegatinas en el calendario (Ferrerós, 2003).
Si se utilizan refuerzos negativos, el más efectivo es ignorar al niño cuando la conducta es inadecuada.
Los castigos (gritos, privación de privilegios, etc.) suelen ser poco productivos, y en muchos casos pueden agravar el problema.
Bajo ningún concepto es aceptable que riñamos al niño, que lo humillemos, que lo ridiculicemos o comparemos con otros amigos o hermanos que ya han logrado el control de esfínteres.
Si sufre un “accidente” entre una y otra vez, se le explicará qué debería haber hecho o se le cambiará sin hacerle ningún comentario (retirada de atención). El niño puede colaborar cambiándose de ropa o llevando la ropa sucia al cesto correspondiente.
Si él o ella se adelantan manifestando sus ganas de evacuar se le acercará al baño, elogiándole por haberlo pedido. A partir de aquí el control estará prácticamente alcanzado.
Posteriormente deberá aprender a reconocer
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