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CALIDAD DE LA EDUCACION


Enviado por   •  13 de Febrero de 2013  •  5.775 Palabras (24 Páginas)  •  434 Visitas

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Introducción

Hoy está de moda hablar de calidad: productos de calidad, servicios de calidad, procesos de calidad, sistemas de calidad, ambientes de calidad,... En esta especie de “darwinismo social” en que vivimos, donde sólo sobreviven los más fuertes y los que son capaces de adaptarse y responder a las exigencias del mercado, todo el mundo se presenta ofreciendo lo mejor. Sobreviven los que son capaces de convencer al mayor número de compradores de ahí la inversión siempre creciente en publicidad– de las ventajas competitivas de un determinado servicio o producto. Ya no se vende lo que se produce, sino que se produce lo que se vende. Ya no compramos lo que necesitamos, sino que compramos lo que el mercado necesita que compremos. La moda, caduca y pasajera, es de una tiranía avasallante. Es significativo en este sentido, cómo también nosotros estamos incorporando con naturalidad la preocupación que nos viene del Norte sobre calidad de vida, sin que necesariamente se traduzca en compromiso para garantizar la vida a secas a los miles de millones de personas en el mundo que la tienen amenazada y que la pobreza y la miseria las va a matar antes de hora.

También en educación ha entrado con fuerza el discurso sobre la calidad. Hasta hace un par de décadas y como plantea Juan Casassus (2003), calidad de la educación era una idea ajena y hasta anacrónica para el universo mental de los educadores. La educación era valorada en sí misma, y por ello los esfuerzos iban dirigidos a garantizar educación al mayor número posible de personas. Hasta mediados de los 80, mejor educación equivalía a más educación, a elevados niveles de escolarización. Tenían educación de calidad aquellos países con tasas elevadas de matrícula, altos niveles de permanencia de los alumnos en el sistema y tasas de graduación mayores. A medida que los países fueron alcanzando altas tasas de escolaridad, surgió la preocupación por la calidad y empezó a plantearse la necesidad de instrumentos para medirla. De este modo, la calidad se fue equiparando cada vez más a rendimiento o logro académico medido por los resultados de una serie de pruebas estandarizadas, fundamentalmente de lengua y matemáticas.

Hoy, la palabrita calidad se ha convertido en un lema, una proclama y una aspiración generalizada. Todo el mundo la invoca y la desea, y algunos osados, entre los que abundan los mercaderes de la educación, no vacilan en ofrecerla. Pocos se atreven a demostrarla y son muchas las evidencias de que los llamados y discursos sobre la calidad raramente se traducen en mejoras de la educación. De hecho, hoy hay una preocupación y un consenso generalizados sobre la necesidad de elevar la calidad de la educación, por considerar que no responde a las exigencias de la formación humana, ciudadana y productiva de los hombres y mujeres del presente. El juicio de la investigadora Rosa María Torres (2005, 11) es demoledor: “Las reformas educativas conducidas desde fines de la década de 1980 bajo el lema del mejoramiento de la calidad de la educación han fracasado. Dicho mejoramiento no se ha dado. Los resultados del rendimiento escolar en la mayoría de los países están estancados o continúan deteriorándose… La calidad de la Educación y la Equidad han devenido en discurso repetitivo, con débil soporte en políticas, en los programas y proyectos, y en la realidad”.

Por supuesto que el concepto de calidad es de una terrible ambigüedad, y está cargado de connotaciones éticas, ideológicas y políticas, pues depende del concepto de educación que uno tenga, que a su vez tiene que ver con el modelo de hombre y de sociedad que se pretende. Por ello, existen tantas concepciones de calidad como concepciones de la educación y de la filosofía del ser humano. Desgraciadamente, hoy (Escudero, 1999), la concepción de calidad que predomina está atrapada en la lógica de la eficiencia, la producción y la rentabilidad. El lenguaje economicista y tecnocrático ha penetrado con fuerza el sistema educativo y ha incorporado una mentalidad propia del mundo de la industria, el mercado, las empresas. Dicha mentalidad y su correspondiente terminología se metieron en las políticas educativas, en el discurso de los docentes, en las instituciones de formación docente. Hoy se habla sin el menor pudor de recursos humanos o de capital humano, de insumos, de clientes (los alumnos y padres de familia), de gestión educativa, de empresas de servicios educativos, de mercado de productos pedagógicos, y hasta la palabrita competencia, hoy tan invocada y tan querida, nos viene del mundo empresarial. De hecho, las propuestas humanistas de calidad que suelen proclamarse, se diluyen a la hora de la verdad, donde se imponen los indicadores de rentabilidad y eficiencia que pocas veces miden las actitudes y valores, la calidad de las personas y los ciudadanos, ni toman en cuenta las diferencias de origen, recursos y posibilidades de los alumnos, ni su situación socioeconómica y cultural. De este modo, el aprender a aprender y el aprender a hacer se privilegian, aunque se niegue en las proclamas, sobre el aprender a ser y el aprender a convivir. Cada vez más, los valores de justicia, equidad, dignidad humana, solidaridad y convivencia, van siendo sustituidos por la preocupación por la eficacia, por la competitividad, la búsqueda de resultados tangibles, el ajuste a las necesidades del mercado de trabajo y de la economía, la lucha por disponer de mejores condiciones de salida del sistema educativo ante un mundo laboral escaso, la formación de destrezas básicas, la necesidad de incorporar las tecnologías de la información y la comunicación, etc.

Es por eso que esta investigación se da a esbozar todas aquellas interrogantes y paradigmas de este tema en general para ayudarnos a comprender en que nivel de calidad nuestra educación es aplicada en los centros educativos, y de como es percibida en la comunidad educativa y sus implicaciones en tal proceso.

¿Que es Calidad?

El concepto de calidad ha sido definido de diversas formas por los especialistas y estudiosos de la gerencia de empresas. Cada cual tiene una manera muy personal de expresarlo pero la mayoría de esos conceptos son coincidentes.

Es decir, expresan lo mismo pero con diferentes palabras. Lo importante es saber diferenciar lo que es calidad de lo que no lo es. Crosby, citado por Ortega (1983), señala que la calidad de un bien o servicio no es otra cosa que la conformidad del mismo con los requerimientos de los clientes. Este concepto hace énfasis en el usuario del bien o servicio prestado: el nivel de calidad corresponde a una percepción individual mientras el concepto es genérico. Juran la refiere como

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