Callista Roy Y Su Modelo De Adaptación
Enviado por reig • 10 de Agosto de 2011 • 2.697 Palabras (11 Páginas) • 1.596 Visitas
Introducción
La conducta disocial viene a ser considerada como aquella que responde a un patrón
repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de
otras personas o normas sociales importantes propia de su edad, manifestándose con los
siguientes criterios: agresión a personas y animales (p. ej., intimida, manifiesta crueldad
con animales y personas), destrucción de la propiedad (con intención de causar daños
graves), fraudulencia o robo y violaciones graves de las normas(1).
Es decir, se podría entender la conducta disocial como aquel comportamiento que
infringe las normas e intereses sociales, además de ser una acción perjudicial o dañosa
contra los demás, tanto personas como animales o propiedades, siendo su factor
principal la agresión.
No se debe confundir con otros trastornos semejantes, como el trastorno Negativista
Desafiante porque, aunque éste comparta varias características, no se incluye el patrón
persistente de agresión, ni violación de los derechos básicos de los demás; no ha de
confundirse tampoco con el Déficit Atencional con hiperactividad (TDAH) porque a
pesar de este trastorno involucra la presencia de un comportamiento hiperactivo que
puede ser perturbador, no suele violar las normas propias de la edad; ni tampoco con los
Trastornos del Estado de Ánimo, aunque puede ser que el trastorno de conducta derive
de un trastorno del estado de ánimo de base y ni siquiera con el Trastorno Antisocial de
la Personalidad que comparte los mismos caracteres pero solo se diagnostica una vez
cumplidos los 18 años.
Los trastornos disociales suponen un problema que ha de ser tratado ya que ha
alcanzado un punto importante de preocupación en la sociedad actual.
Los trastornos de conducta son problemas significativos para adolescentes y para sus
familias que tienen el potencial de consumir muchos de los recursos de la atención
social, salud y de los sistemas de justicia juvenil. Es una de las formas más frecuentes
de alteraciones psiquiátricas en niños y adolescentes, afecta entre el 1,5% y el 3,4% de
los adolescentes; la delincuencia es una de las categorías especiales a tener en cuenta, ya
que un 2% de los menores entran en el sistema judicial cada año (2).
Los problemas sociales, sin duda están afectando al bienestar y salud mental de gran
parte de esta sociedad y es por tanto importante el abordaje de este tema.
Las relaciones humanas que se establecen cada día en la sociedad son cada vez más
complejas y difíciles. La comunicación entre padres y adolescentes es insuficiente e
infructuosa. En ocasiones los padres no pueden afrontar los problemas de mala conducta
en su hijo, por lo que se debe ayudar a manejaresta situación(3).
Son muchas las visitas a centros de salud por motivos de estrés, insomnio, y depresión
en los padres, en muchas ocasiones asociadas a las conductas de sus hijos. Según el
artículo “Transactional processes in child disruptive behavior and maternal depresión: A
longitudinal study from early childhood to adolescente”(4) varios estudios dictaminaron
que uno de los factores que pueden contribuir a mayores tasas de síntomas depresivos
en las mujeres, específicamente madres, es el estrés relacionado con la crianza de los
hijos. Las características del niño y los comportamientos pueden contribuir a exacerbar
o mantener la depresión materna. Los niños que presentan mayores niveles de
irritabilidad observada, de agresión y/o falta de cumplimiento sería más probable de
tener una madre con síntomas depresivos crónicos(4).
Existe un amplio consenso entre los investigadores y público general acerca de la
naturaleza multicausal de la conducta disocial. Todas las conductas humanas son el
resultado de la interacción entre experiencias vitales y una variable genética, es decir,
las características individuales y su ambiente, van a modular una conducta disocial.
Los factores ambientales, como pueden ser los medios de comunicación, extreman la
violencia en muchas ocasiones tanto verbal como física en películas y otros programas.
Las investigaciones que centran sus estudios en evaluar la conducta de los jóvenes antes
y después de ser expuestos a estas películas violentas avalan con datos el incremento de
la conducta agresiva de forma significativa. La violencia para los jóvenes resulta
excitante y sirve para insensibilizarlos de la violencia y refuerza y determina lazos de
unión a ella. También las nuevas tecnologías como los videojuegos e internet refuerzan
estos comportamientos. Hay sin duda diferencias en la conducta adolescente entre
núcleos urbanos, zonas de alto nivel, multirraciales o complejos urbanísticos. Según
registros el orden de mayor a menor delincuencia se encuentra según los barrios, el
desempleo y la falta de recursos económicos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que
esta conducta disocial es indirecta; viene también mediada por depresión de algún
progenitor, conflicto matrimonial u hostilidad de los progenitores. Los efectos del estrés
familiar están causados por depresión y una falta de disciplina en los padres.
Según, también las variaciones étnicas encontramos índices de conducta disocial muy
diferentes(5). Dentro de los factores individuales, hay mediadores biológicos a tener en
cuenta como son hormonas, sistema nervioso y toxinas; pero también hay unos factores
genéticos como son anomalías cromosómicas, además los padres con comportamiento
antisocial tienen mayor probabilidad de tener hijos con conductas disociales.
También parece variar en función del sexo y edad. Con respecto a las diferencias de
sexo, se ha demostrado que durante el curso de desarrollo, las conductas antisociales
son más frecuentes en niños que en niñas. Las conductas a resaltar entre los varones
serían hurtos, absentismo escolar, mentiras o destrucción…mientras que las mujeres
muestran más timidez o sensibilidad a la hora de realizarlos (siempre desde un punto de
vista general).
La edad también nos pone de manifiesto diferencias. Por ejemplo, en diversos estudios
se ha constatado que los varones, cuando se da el caso, inician generalmente su
conducta antisocial a la edad de 8 a 10 años; en las niñas, en cambio, la edad de inicio
está en los 14
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