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ENSAYO DE LA MUERTE CEREBRAL REALMENTE LA MUERTE DEL INDIVIDUO? ANÁLISIS DE UNA COMPLEJA SITUACIÓN CLÍNICO-BIOÉTICA Y DE SUS CONSECUENCIAS


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  9.080 Palabras (37 Páginas)  •  240 Visitas

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ES LA MUERTE CEREBRAL REALMENTE LA MUERTE DEL INDIVIDUO? ANÁLISIS DE UNA COMPLEJA SITUACIÓN CLÍNICO-BIOÉTICA Y DE SUS CONSECUENCIAS

RESUMEN

El presente trabajo es un examen crítico de los conceptos actuales que se tienen en relación con la muerte cerebral, como criterio en la terapia intensiva y en la obtención de órganos para trasplante. El examen evidencia elementos de ambigüedad e incoherencia en los criterios contemporáneos, muestra las debilidades y contradicciones internas de los modelos propuestos y señala la necesidad de revalorar la condición de la muerte cerebral, teniendo presentes las consecuencias más serias en el campo de la práctica clínica y la sociedad. El trabajo propone una alternativa ética viable, que supere este elenco de dificultades.

PALABRAS CLAVE: muerte cerebral, brain death, donación de órganos, trasplante de órganos, criterios de muerte cerebral.

ABSTRACT

This work is a critical examination of the current concepts nurtured in relation to brain death as a criterion in both intensive therapy and the procurement of organs for transplants. The study has brought out the evidence of ambiguity and incoherence elements in modern concepts; it shows the weaknesses and internal contradictions of the models proposed, and points out the need of revaluating the brain death condition by keeping in mind the most serious consequences of these concepts in the field of clinical practice and society. The work camed out offers a viable ethical altemative leading to overcomle this repertoire of difficulties.

KEY WORDS: brain death, organ donation, organ transplant, brain death criteria.

La discusión en torno a la muerte del cerebro no parece haber terminado, aun después de casi cuatro décadas. Iniciada con el desarrollo de máquinas que pueden soportar las funciones vitales de respiración y circulación forzada, en la década de los 60, la presencia de la tecnología aplicada a la medicina, junto con la presión de la sociedad, hizo posible que los tradicionales criterios usados, como la cesación del flujo de fluidos -anteriormente llamado paro cardíaco- o la respiración, fueran considerados como inviables.

Tal posibilidad modificó sustancialmente la comprensión de la muerte en el contexto de la clínica, lo cual, junto con la emergente posibilidad de la obtención de órganos para trasplante, llevó a la necesidad de determinar con exactitud el momento de la muerte. En esta circunstancia medió un factor no considerado, que fue representado en la última década por el incremento notable del número de pacientes en espera de órganos para trasplante. Las largas listas de espera de órganos se han constituido en elemento de presión objetiva, a fin de alcanzar una "definición" de criterios para determinar el momento de la muerte de un individuo, con una amplia gama de distinciones que han engendrado serios problemas. Las dificultades que ha suscitado esta emergente condición comprometen necesariamente la neurobiología, la antropología y la filosofía, y también la filosofía de la medicina.

La necesidad de reexaminar estos elementos es imprescindible, por dos razones fundamentales: 1. La muerte cerebral es parte de los contenidos de la bioética clínica, y 2. La aplicación incuestionada de los criterios clínicos es procedimiento ordinario de las unidades de cuidado intensivo en todo el mundo. Tal necesidad también es refrendada por la existencia de unidades de trasplante de órganos, junto con todo su esfuerzo "educativo" para transmitir a la sociedad la toma de conciencia en materia de donación de órganos bajo estos criterios.

El propósito de este trabajo es refrendar el análisis respecto de estosproblemas, al evidenciar la ambigüedad y dificultad que compromete los criterios clínicos y las comprensiones contemporáneas de la llamada"muerte cerebral". De este modo, esposible examinar las serias consecuencias que trae la discusión por sí misma en materia de la clínica y también en susimplicaciones sociales: trasplante de órganos, desconexión de ventiladores mecánicos y soporte de hidratación y nutrición, donación de órganos y distribución de recursos para el efecto. Pero las consecuencias trascienden además al plano antropológico, filosófico y epistemológico.¿En virtud de cuáles argumentos se privilegian las funciones "personales" del cerebro, como asiento de lo constitutivo y esencial a la vida humana?¿Puede hablarse de "integración" cerebral? ¿Es exclusiva del cerebro? ¿Cuáles son las consecuenciaséticas de confeccionar una definición de muerte cerebral con contradicciones y debilidades biológicas, acorde con las exigencias sociales de nuestra época? Tales interrogantes constituyen el eje de este análisis, en el cual se considerarán: 1. La difusión y el contenido de los criterios oficiales de la "muerte cerebral"; 2. Las debilidades y contradicciones internas de los modelos propuestos; 3. La necesidad de revalorar la condición de la muerte cerebral, examinando las consecuencias más serias en el campo de la práctica clínica; 4. Las debilidades del análisis filosófico y antropológico en el contexto de esta discusión, y 5. Se intentará proponer una alternativa ética viable, que supere este elenco de dificultades.

HISTORIA DE UNA LARGA DISCUSIÓN

En la Grecia clásica, los médicos de la escuela hipocrática consideraron que la muerte tenía origen en la cabeza, en los pulmones o bien en el corazón, pero solo este último era el lugar donde se asentaba la vida. El corazón, con su latir, era el primer órgano en comenzar a vivir y el último en morir; para ellos, los latidos del corazón distinguían los estados de vida y muerte. Ya se despreciaba el pasado griego de Anaxímenes y otros presocráticos, que atribuían al aire y al aliento de vida el asiento de la misma.

Claudio Galeno reconocía que, en relación con la muerte, era preciso en ciertos casos aplicar sus propias definiciones y guiarse por los signos que él mismo había recomendado; en estas circunstancias se podía incurrir en errores diagnósticos de muerte, en los cuales se incluían la

histeria, la asflxiay el coma, así como la catalepsia, estados que podían suspender temporalmente todos los signos de vida, sin posteriores secuelas para la vida (7).

Gracias al trabajo de William Harvey, en 1627, se describe la función circulatoria, lo cual hace del latido cardíaco un signo de vida y su ausencia como señal de muerte; desde entonces se plantea clínicamente que la muerte llega con el "cese de los latidos cardíacos". Durante cerca de tres siglos se mantiene el criterio de Harvey, hasta la emergencia tecnológica del siglo XX.

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