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El Signo De Las Luces


Enviado por   •  18 de Octubre de 2012  •  467 Palabras (2 Páginas)  •  1.017 Visitas

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EL SIGNO DE LA CRUZ EN LAS EMPUÑADURAS

DE LAS ESPADAS

Cuando Cristóbal Colón se lanzó a atravesar los grandes espacios vacíos al

oeste de la Ecúmene, había aceptado el desafío de las leyendas. Tempestades

terribles jugarían con sus naves, como si fueran cáscaras de nuez, y las arrojarían

a las bocas de los monstruos; la gran serpiente de los mares tenebrosos,

hambrienta de carne humana, estaría al acecho. Sólo faltaban mil años para que

los fuegos purificadores del juicio final arrasaran el mundo, según creían los

hombres del siglo xv, y el mundo era entonces el mar Mediterráneo con sus costas

de ambigua proyección hacia el África y Oriente. Los navegantes portugueses

aseguraban que el viento del oeste traía cadáveres extraños y a veces arrastraba

leños curiosamente tallados, pero nadie sospechaba que el mundo sería, pronto,

asombrosamente multiplicado.

América no sólo carecía de nombre. Los noruegos no sabían que la habían

descubierto hacía largo tiempo, y el propio Colón murió, después de sus viajes,

todavía convencido de que había llegado al Asia por la espalda. En 1492, cuando

la bota española se clavó por primera vez en las arenas de las Bahamas, el

Almirante creyó que estas islas eran una avanzada del Japón. Colón llevaba

consigo un ejemplar del libro de Marco Polo, cubierto de anotaciones en los

márgenes de las páginas. Los habitantes de Cipango, decía Marco Polo, «poseen

oro en enorme abundancia y las minas donde lo encuentran no se agotan jamás...

También hay en esta isla perlas del más puro oriente en gran cantidad. Son

rosadas, redondas y de gran tamaño y sobrepasan en valor a las perlas blancas». La

riqueza de Cipango había llegado a oídos del Gran Khan Kublai, había despertado

en su pecho el deseo de conquistarla: él había fracasado. De las fulgurantes páginas

de Marco Polo se echaban al vuelo todos los bienes de la creación; había casi trece

mil islas en el mar de la India con montañas de oro y perlas, y doce clases de

especias en cantidades inmensas, además de la pimienta blanca y negra.

La pimienta, el jengibre, el clavo de olor, la nuez moscada y la canela eran tan

codiciados como la sal para conservar la carne en invierno sin que se pudriera ni

perdiera sabor. Los Reyes Católicos de España decidieron financiar la aventura del

acceso directo a las fuentes, para liberarse de la onerosa cadena de intermediarios y

revendedores que acaparaban el comercio de las especias y las plantas tropicales,

las muselinas y las armas blancas que provenían de las misteriosas regiones del

oriente. El afán de metales preciosos, medio de

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