El toque de queda ¿una medida sana?

El toque de queda ¿una medida sana?

A inicios de marzo del 2020 comenzó la pandemia del coronavirus, cambiando la vida de las personas de modo radical. Se estableció el uso obligatorio de mascarillas en espacios públicos, permisos de circulación para salir de las casas y lo que causó más repercusión y agobio: el toque de queda. A modo de aclaración, este se define según la RAE como “Medida gubernativa que, en circunstancias excepcionales, prohíbe el tránsito o permanencia en las calles de una ciudad durante determinadas horas, generalmente nocturnas” (RAE, 2014). Esto involucra lo que es un estado de excepción, entendido como un “mecanismo constitucional que implica la suspensión del ejercicio de determinados derechos, sin que esto signifique que aquella facultad sea ilimitada” (RAE,2014) el cual se impuso en este contexto, con el objetivo de evitar juntas masivas y, así, frenar la expansión del virus. Pero ¿cuál fue el costo real de esta medida sanitaria? Este ensayo busca dar a conocer que, más que solucionar un problema, originó otro de mayor magnitud al afectar la salud mental de innumerables personas, lo que creó consecuencias que permanecen hasta el día de hoy. Se expondrán dos argumentos, uno ligado a las causas del daño psicológico que provocó, como miedo, incertidumbre y estrés, respaldado por el psiquiatra Alberto Larraín que entrega su visión en cuanto a esta norma. Además, se enfocará en su prolongación por más de un año y medio, que llegó a pasar a llevar los derechos de las personas, reduciendo su libertad, lo que también tiene un efecto directo en la salud mental, recurriendo a la Declaración Universal de Derechos Humanos como respaldo para entender la magnitud del problema. Por otra parte, no se dejará de lado el indudable aporte que generó esta medida, respaldado por el virólogo alemán Félix Drexler quien entrega una afirmación acerca de la evidente ayuda para frenar el virus, pero cuyo costo no lo valía.

En primer lugar, el encierro que provocó el toque de queda generó consecuencias psicológicas en las personas por distintas causas. Entre estas, el hecho de no poder ver a amigos y conocidos causó un estrés y soledad dando origen incluso a trastornos de depresión. Según Alberto Larraín, psiquiatra y director de la fundación ProCultura: “(…) las enfermedades mentales como la depresión, las crisis de angustia, la violencia, el alcoholismo y la drogadicción aumentaron un 30%, por ello debemos limitarnos al máximo los estresores y claramente uno de ellos es el toque de queda“ (Larraín, 2020, parr. 12). A lo anterior, se suma que el excesivo encierro coartó la vida comunitaria lo que repercutió en la salud mental de las personas, tal como lo señala el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han: “Ni siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad física” (Byun-Chul Han, 2020, parr. 8), destacando restricciones que se impusieron y que irrumpieron en las relaciones personales y las vidas.

 En segundo lugar, el tiempo que duró el toque de queda fue completamente irracional e innecesario, al punto que dejó de ser una “excepción” y violó, en alguna medida,  la libertad de las personas, lo que repercutió directamente en la salud mental. En relación con esto, cabe señalar que la Declaración Universal de Derechos Humanos, Artículo 3, dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, derecho fundamental que no fue respetado ya que se vio coartada la libertad para moverse libremente y, al reducir dicha libertad, produce un efecto psicológico de soledad, aislamiento y estrés lo que hizo que muchos perdieran el hábito de estar junto a personas y, con ello, lo que los hace ser humanos: vivir en sociedad. Así, también lo declara Juan Messeguer, cuando sostiene que “Somos libres para pensar lo que queramos, sin rendir cuentas a nadie”(Messeguer, 2016, p.19), lo que se destaca la libertad como algo fundamental no tan solo físicamente sino que psicológicamente y que por ningún motivo se debe ver perjudicada por nadie. 

Entre los autores mencionados, Juan Messeguer y Byung-Chul Han, existe una relación en cuanto a la visión de la persona como un ser libre con necesidades que no se deben privar. Por un lado, Messeguer explícita la libertad como algo propio de la persona y que debe ser aceptado y no adecuado a los demás. Por otro lado, Byun-Chul Han habla de los limitantes y consecuencias que se ejercieron la pandemia a tal libertad, cosa que no debió haber ocurrido. Es por esto que, ambas ideas de estos autores se complementan y llegan a la misma conclusión de que el ser humano no está hecho para ser aislado, sino acompañado, lo que si se ve irrumpido trae consecuencias psicológicas en las personas y la sociedad.

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