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Epistemología


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2012  •  5.402 Palabras (22 Páginas)  •  291 Visitas

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Ciencia, Tecnología y Sociedad. Proyecto Argo. Materiales para la educación CTS. Presentación

La ciencia, la tecnología y la sociedad son tres conceptos de gran actualidad. Nuestro tiempo es el de la ciencia. Nunca antes se ha estado tan pendiente del avance de los conocimientos científicos como ahora. Nunca antes se ha esperado tanto de la ciencia. Pero tampoco nunca antes se la ha temido tanto. Sabemos más que nunca tiempo sobre el funcionamiento de todo cuanto nos rodea: desde nuestro entorno natural hasta los confines del universo. También sabemos más que nunca sobre nosotros mismos: desde nuestros orígenes en el planeta hasta las bases bioquímicas del funcionamiento de nuestro cuerpo. Una hermosa historia cuenta que el ser humano es el único animal que participa de los dones divinos porque un personaje mítico, Prometeo, le entregó la sabiduría y el fuego que había robado a los dioses. Si Prometeo pudiera contemplarnos hoy comprobaría que los castigos que hubo de sufrir a causa de su robo no fueron en vano. Hemos desarrollado mucho nuestros saberes, tanto que casi ya no queda espacio para los mitos y para las divinidades. La ciencia nos ha colocado en el lugar de los dioses pero también sabemos que la ciencia pone a nuestra disposición los poderes de los demonios. Sabemos que estamos en el tiempo de la ciencia, en el tiempo de los conocimientos acelerados, pero también sabemos que con esos conocimientos podemos hacer cosas muy distintas. Nuestros conocimientos nos capacitan tanto para el bien como para el mal. Orientar correctamente el rumbo de nuestra ciencia es más difícil como disponer de nuevos conocimientos. Ningún científico, ningún experto puede resolver el problema de cómo hacer un buen uso de los conocimientos, porque eso no es tan simple como resolver un problema científico.

Pero también estamos en el tiempo de la tecnología. Hoy sabemos que siempre hemos estado en él, que nuestro tiempo en este planeta ha sido precisamente el tiempo de la técnica. La frontera entre la condición animal y la humana no fue atravesada, como se decía en el mito, cuando accedimos a una cualidad divina, sino cuando nuestros antepasados empezaron a hacer cosas: primero con sus manos, luego con sus palabras y más tarde con sus pensamientos. Los demás seres vivos son producto de una evolución natural que les ha colocado en un lugar concreto entre las formas de vida existentes en la naturaleza. Están adaptados a su entorno y, mientras es así, sobreviven en él. Sin embargo, nuestra especie hizo algo inaudito: usando las técnicas forzó las leyes de la propia evolución natural y fue capaz de ir adaptando los entornos a sus propias condiciones. Los seres humanos ya no estamos obligados a sobrevivir en un lugar concreto de la naturaleza. Más que sobrevivir, la técnica nos ha permitido vivir a nuestro antojo en cualquier sitio del planeta. Incluso la técnica ha hecho posible el más antinatural de los caprichos humanos: vivir por un tiempo fuera del propio planeta. Los seres humanos ya no debemos temer a la naturaleza e intentar sobrevivir frente a ella. Nuestro reto empieza a ser otro. Con la técnica hemos conseguido poder vivir como queramos, pero la técnica no nos orienta sobre cómo queremos vivir. También por la técnica se está comenzando a invertir nuestra relación con la naturaleza. Empieza a ser la propia naturaleza la que está en peligro por la evolución de nuestras técnicas. Ahora es la naturaleza la que tiene que sobrevivir frente a los seres humanos y sus técnicas. Incluso, el único peligro cierto que amenaza la supervivencia de la especie humana es ella misma, es decir, el uso que haga de sus poderes técnicos. Y para ello, para sobrevivir a nosotros mismos y a nuestras técnicas, no podemos contar con el concurso de otras técnicas. Porque éste no es un problema de saberes o de técnicas: es un problema de actitudes y de valores.

Quizá por eso este es el tiempo de la sociedad. Los seres humanos además de animales sabios, que lo somos, además de animales hábiles, que también lo somos, somos animales sociales o animales políticos, como nos definía Aristóteles hace ya veinticuatro siglos. Hay otros muchos animales sociales en la naturaleza. En ellos la organización comunitaria es determinante para su supervivencia. Pero en nuestra especie las formas de organización social no son rígidos automatismos dirigidos solamente a la supervivencia. Nuestra vida está también socialmente organizada, pero de modos diversos en los diferentes lugares y de formas cambiantes a lo largo del tiempo. Nuestras sociedades, a diferencia de las de las hormigas, las abejas o los delfines, tienen historia. Las sociedades humanas son diversas y cambiantes, pero además si los seres humanos somos animales políticos es porque queremos,

y a veces podemos, decidir sobre las características de nuestras sociedades y el rumbo de sus cambios. Hoy sabemos que las sociedades son construcciones tan humanas como otras (como la ciencia o la tecnología), pero además hoy queremos que las decisiones sobre su presente y su futuro estén también en nuestras manos: los individuos que vivimos en sociedad queremos ser ciudadanos que decidimos sobre esa sociedad. La aspiración a la participación democrática en las decisiones que afectan a la vida social forman parte de la esencia de lo humano (del animal político que somos) de forma no menos intensa que nuestra aspiración a conocer la realidad (porque somos también un animal sabio) y a transformarla (porque somos un animal hábil). La construcción de una sociedad democrática y justa nos humaniza porque sólo nosotros podemos hacerla y porque sólo en ella podemos ser verdaderamente humanos. Esa necesidad de la democratización social es, además, el reconocimiento de algo que también afecta a la ciencia y a la tecnología: que los seres humanos tenemos diversas opiniones, diversos valores y diversos intereses. Por ello, el futuro social, como el de la técnica o el de la ciencia, no debe ser el fruto de supuestos conocimientos verdaderos o eventuales técnicas eficaces, sino el de la negociación y el consenso entre planteamientos valorativos en los que se reconoce la legitimidad del desacuerdo.

¿Es bueno saberlo todo sobre el genoma de los seres humanos?, ¿se debe transformar el material genético humano todo lo que nos puedan permitir las biotecnologías?, ¿deben decidir sólo los científicos sobre la primera cuestión y los tecnólogos sobre la segunda? Las tres preguntas son de gran actualidad, tanto como nuestros conceptos sobre la ciencia, la tecnología y la sociedad que inspiran cada una de ellas. Esas tres preguntas y esos tres conceptos son muy importantes, sin embargo, parece claro que en ambos casos lo tercero supone una nueva mirada sobre los otros dos. Como se puede comprobar, no todas las preguntas que proceden de la

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