Etapas del desarrollo de 0-6 años
Enviado por joel8294 • 3 de Noviembre de 2013 • Tutorial • 3.779 Palabras (16 Páginas) • 241 Visitas
ETAPAS DEL DESARROLLO DE 0-6 AÑOS
Dentro del periodo de vida que denominamos infancia cabe distinguir dos etapas: la infancia temprana, que cursaría desde el nacimiento hasta los dos años de edad, y la primera infancia, que se extiende desde los dos hasta los seis años.
La tabla que proponemos a continuación pretende presentar una panorámica general de los estadios del desarrollo correspondientes a la infancia definidos por algunos de los autores de la Psicología del desarrollo, al tiempo que permite establecer una comparación entre ellos.
De cada una de estas etapas vamos a abordar las características más importantes que se producen en los tres grandes ámbitos que definen el desarrollo: el físico-motor, el cognitivo y el socioafectivo.
LA INFANCIA TEMPRANA (EL NIÑO DE 0-2 AÑOS)
Todo niño al nacer viene dotado con un conjunto de capacidades que le permiten iniciar los intercambios con el medio, sin embargo, el grado de determinación de su conducta es muy bajo. El ser humano es la especie de la escala animal que tiene mayor desvalimiento y durante más tiempo. Esto le permite adquirir un amplio repertorio de conductas aprendidas a partir de su potencial de base y de las experiencias que mantenga con el entorno (Ajuriaguerra, 1973).
Desarrollo físico-motor en la infancia temprana
La infancia temprana es uno de los periodos de la vida en que el crecimiento físico transcurre con mayor rapidez. En el momento del nacimiento, los bebés presentan grandes variaciones respecto al peso y la estatura; la media suele ser de 3,200-3,600 g en el peso, situándose la talla alrededor de los 51 cm. A los dos años pesan entre 12 y 13 kg y miden entre 80-90 cm. Las niñas son ligeramente más bajas y pesan menos que los niños. Las proporciones del cuerpo cambian considerablemente con la maduración. La cabeza de los recién nacidos supone la cuarta parte de la estatura corporal total, en tanto que los pies son la parte más pequeña. El crecimiento físico durante los dos primeros años irá produciendo una progresiva proporcionalidad de las diferentes partes del cuerpo con lo que se conseguirá que el centro de gravedad de la distribución del peso, desde la cabeza a los pies, contribuya a generar las condiciones que permitan al niño iniciarse en la marcha.
Desde el punto de vista neurológico se producen profundos cambios en la infancia. Cuando nace, el cerebro de un bebé pesa el 25 por 100 del peso del cerebro de un adulto, y al finalizar este periodo alcanza el 80 por 100. El proceso de mielinización mejora el funcionamiento de las redes de comunicación del cerebro, lo que favorecerá un mayor control de las acciones. Se produce también una osificación gradual del esqueleto, muy acelerado en los dos primeros años.
El comienzo de las habilidades motoras aparece pronto en el bebé; al principio son movimientos corporales masivos, pero conforme las fibras musculares alcanzan la madurez pertinente se van desarrollando un buen número de destrezas motoras. El desarrollo motor se rige por tres tendencias o principios rectores: a) tendencia céfalo-caudal. La maduración muscular y el control del movimiento corporal empiezan en la cabeza y progresan hacia los miembros inferiores; b) tendencia próximo-distal. La coordinación motora comienza por los músculos del tronco y avanza en dirección a las extremidades; c) abandono de movimientos masivos y aparición de acciones específicas. Los primeros movimientos del bebé involucran a todo su cuerpo, pero con la madurez las acciones se hacen específicas e implican solo a un grupo muscular selectivo.
El progreso de la marcha (una de las grandes habilidades motoras que consigue el niño en esta etapa) comienza con el control de los movimientos de la cabeza (1-3 meses). Hacia los cuatro meses se mantiene sentado con ayuda, y hacia los siete meses ya puede sentarse solo; entre los 8-9 meses se pone de pie sirviéndose de los objetos que le rodean como soportes de sujeción; a los diez meses, aproximadamente, gatea, y sus brazos, manos y piernas tienen la suficiente fortaleza para mantener el peso de su cuerpo levantado del suelo; cumplidos los 11-12 meses camina con ayuda, a los trece trepa por escaleras, para comenzar a andar solo a los 14-15 meses. Entre el año y medio y los dos años aprende a correr. No obstante lo anteriormente expresado, algunos bebés pasan de gatear a ponerse de pie sin etapas intermedias y otros no gatean nunca.
La conducta de locomoción descrita es, en gran medida, una habilidad motórica filogenética muy ligada a la maduración, aunque son numerosas las experiencias que demuestran la importancia del medio en la aparición en el niño de desinhibiciones o inhibiciones en el desarrollo de la marcha (Bayley, 1965; Clarke-Steward, 1977; Zelazo et al., 1993).
Si la conducta de marcha posibilita al niño para actuar con mayor autonomía, el desarrollo de la manipulación de objetos permitirá una mejora considerable de la conducta exploratoria.
A medio camino entre la evolución física y la cognitiva podemos situar el desarrollo sensorial y perceptivo. En el momento del nacimiento todos los sentidos son funcionales, si bien presentan diferentes grados de evolución. Esto implica que los bebés humanos vienen al mundo con un complejo e importante bagaje que les predispone para la interacción social. El tacto, el gusto y el olfato consiguen una mejora importante en las primeras semanas de vida y quedan prácticamente establecidos a la edad de un año. El oído, que funciona incluso antes de nacer, permite al niño percibir y discriminar la voz humana por la que muestra preferencia, y diferenciar la voz de las distintas personas que integran su medio familiar (Aslin, Jusczyk y Pisoni, 1998).
Sin duda, el sentido menos evolucionado en el momento del nacimiento es la vista. Tres grandes hechos relacionados con ella acontecen durante el primer año de vida: a) la agudeza visual o intensidad con que pueden ver los objetos; b) la visión binocular o capacidad para enfocar los dos ojos hacia un mismo objeto; c) la capacidad de enfoque o acomodación del cristalino. La mejora de estos tres aspectos permitirá al niño la percepción de la profundidad, aparecen las constantes perceptivas (de forma, de color, de luz) y la discriminación de objetos y formas. En cuanto a la percepción y discriminación del color, parece ser una habilidad innata, presente desde el nacimiento y fijada en torno a los dos años (Delval, 1996).
Desarrollo cognitivo
Desde el momento del nacimiento, el niño, lejos de ser un ser desvalido, posee un conjunto de capacidades complejas que podrían clasificar en tres categorías: a) habilidades para recibir información: conjunto de destrezas sensoriales como la vista, oído, tacto… ya antes aludidas; b) habilidades que les permiten actuar:
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