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Habitos De Estudio, Ambiente Social Y Su Relacion Con El Consumo De Drogas En Estudiantes

jeronimo_dahak23 de Septiembre de 2014

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En este trabajo se abordarán investigaciones y estudios epidemiológicos en la población adolescente sobre dicha relación. Hábitos de estudio y consumo de drogas

La escuela es un agente socializador prioritario para el adolescente ya que es donde tiene el primer contacto con sus pares y con figuras de autoridad distintas a las de los padres, y donde asimismo tiene oportunidad de conseguir el reconocimiento social a sus primeros logros. En esta etapa, el adolescente atraviesa por un periodo en que aparece un conjunto de cambios biológicos, psicológicos y sociales. El impacto de estos cambios advierten cierta inadecuación en su persona, por lo que se dice que es en la adolescencia cuando el joven intenta construir su identidad, lo cual en ocasiones le resulta difícil y puede llevarlo a mostrar conductas problemáticas que se ven reflejadas en el entorno escolar.

Con relación al problema de interés de este trabajo, se ha encontrado que el desempeño escolar y el consumo de drogas en adolescentes están correlacionados, como en la investigación realizada por López (1994) con adolescentes mexicanos que cursaban la educación media superior; la media de la escala reportada en hábitos de estudio indica que los jóvenes que no utilizan drogas muestran una tendencia a tener mejores hábitos de estudio. Otro hallazgo reportado en esta investigación fue que al involucrarse los adolescentes con las drogas, tienen estrategias de estudio pobres.

Un indicador más de esta relación se encontró en la Encuesta Nacional de Adicciones realizada en México en 1998, donde 84% de los hombres y 69% de las mujeres que habían usado drogas tuvieron un mal desempeño escolar (MedinaMora, Cravioto, Villatoro y cols., 2003).

Iguales resultados fueron hallados en la Encuesta de Estudiantes sobre el Consumo de Sustancias (Villatoro, Medina-Mora, Rojano y cols., 2002), que se llevó a cabo en el año 2000 en la Ciudad de México, en una muestra de alumnos de nivel medio y medio superior, ya que al relacionar el consumo de sustancias con la asistencia a la escuela se encontró que quienes se dedicaban a estudiar tenían un porcentaje más bajo de consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, en compa-

ración con los que no estudiaron el año anterior a la investigación.

Hallazgos semejante han sido reportados en Chile, donde se halló que aquellos estudiantes con mayor número de notas bajas, que repitieron cursos anteriores y que percibían su rendimiento como “malo”, eran más vulnerables a conductas de riesgo tales como el consumo de alcohol, tabaco o consumo de drogas ilegales (Mora, Mathiesen, Navarro y Chamblas, 2002). Ambiente familiar y consumo de drogas

La familia es un ámbito de suma importancia ya que es en ella donde el joven aprende normas, habilidades y motivaciones que le proporcionan los elementos de su identidad personal. Se considera que las familias con hijos jóvenes muestran un mayor promedio de tensiones familiares, pues la adolescencia es un periodo particularmente difícil, tanto para el adolescente como para los miembros de su familia. Ello se debe a los cambios físicos, sexuales y psicológicos, así como a las demandas sociales que se le imponen al joven.

Varias investigaciones han mostrado que existe una relación entre el consumo de drogas y una serie de variables del entorno familiar, entre las cuales se hallan los hábitos de consumo de drogas de los padres y el hecho de que en la familia no exista una figura materna; de igual relevancia es que en el seno del hogar el ambiente familiar sea hostil.

En cuanto a los factores de riesgo, se ha encontrado que las medidas disciplinarias, la actitud favorable a la experimentación de sustancias y la deficiente comunicación entre los integrantes de la familia hacen muy probable que los jóvenes se involucren en el consumo de drogas (Celis y Vargas, 2005; Fernández, 2005; Fundación de Investigaciones Sociales ( FISAC) (2005); García, 2002; Macia, 1998; Nuño, 2004; Ojeda, 2003; Rodríguez, 2004; Wagner, González, Aguilera y cols., 2003).

Acerca de la relación positiva entre la ingestión de drogas por los padres y sus hijos, Secades y Fernández (2003) reportan tal relación en un estudio sobre factores de riesgo en adolescentes españoles; en Costa Rica, Obando y Sáenz (2000) han encontrado resultados similares, de la misma ma-

Hábitos de estudio, ambiente familiar y su relación con el consumo de drogas en estudiantes

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nera en que Fernández (2005), en México, lo ha hecho con estudiantes de preparatoria.

En este mismo tenor, Valdés, Muñoz y Druet (2003) resaltan que el alcoholismo del padre facilita que los hijos consuman drogas. Estos hallazgos coinciden con los de la Encuesta Nacional de Adicciones de 1998 realizada en México por Medina-Mora y cols. (2003), en la que 1.8% de los adolescentes varones reportaron que su padre consumía drogas, en 0.2% era la madre y en 2.1% algún hermano. En esta investigación se reconoce a los hermanos como un influencia poderosa, pues 15.7% de los menores cuyos hermanos eran usuarios de drogas las habían experimentado también y 8.8% continuaba su consumo, en comparación con 2% y 0.7% de quienes no tenían hermanos usuarios.

Como se señaló anteriormente, otro factor de riesgo relacionado con el consumo de drogas es la ausencia de la madre en la estructura familiar. Este hecho concuerda con lo encontrado por Wagner y cols. (2003), quienes reportan que alumnos de 13 a 15 años que viven únicamente con el padre tienen una mayor vulnerabilidad para usar drogas, ya que 82% de los adolescentes que estaban en esa situación y que tuvieron la oportunidad de usar drogas lo hicieron.

También se ha encontrado que la estructura familiar es un factor de riesgo para el consumo de drogas en jóvenes que tienen empleo. En un estudio realizado por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia ( DIF) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia ( UNICEF) en cien ciudades de México (cfr. Medina-Mora, Natera, Borges y cols., 2001), se reportó que el uso de drogas era menor entre los adolescentes trabajadores que vivían en familias intactas (3.4%), incrementándose el consumo en las familias uniparentales (7.1%) y reconstruidas (15.6%), o bien cuando el adolescente había formado su propia familia (28%) o no vivía con una (46%).

El apoyo, la comunicación y el apego que tiene el adolescente hacia la familia es otro factor relacionado con el consumo de drogas. En una investigación realizada con adolescentes (Ojeda, 2003), se halló que los jóvenes no consumidores obtuvieron puntajes superiores en apoyo, comunicación y apego, a diferencia de los consumidores, los cuales calificaron con muy bajos puntajes, se perci-

bían como rechazados por parte de sus padres, y veían a su padre como menos comprensivo.

Según García (2002), la hostilidad y el rechazo de su familia que experimentan los adolescentes son indicadores de un mayor riesgo de consumir drogas, pues quienes se hallan en tales circunstancias sienten que sus problemas personales son ignorados por sus padres, por lo que manifiestan que en situaciones difíciles no cuentan con ellos y no dan, por ende, importancia alguna a la convivencia familiar.

Se ha encontrado que la firmeza en las medidas disciplinaria es un factor que inhibe el consumo de drogas en los jóvenes ya que, según Ramírez (2001), un factor protector del nivel de consumo de tabaco, alcohol y marihuana es la firmeza en las medidas disciplinarias familiares. Con relación a este mismo aspecto, Kandel (1982) considera que el manejo conductual de los padres desempeña un papel importante en la probabilidad de que sus hijos usen drogas, así como una débil supervisión y monitoreo paternos. Un fuerte monitoreo y coacción de parte de los padres hacia los hijos limitan las oportunidades de abuso de sustancias, mientras que lo contrario propicia que haya un mayor número de oportunidades de consumo. En una investigación realizada en México por Rodríguez (2004), se encontró que un factor protector importante entre los estudiantes de bachillerato para el consumo de drogas fue el monitoreo y el establecimiento de reglas por parte de los padres, lo que concuerda con el estudio de Dishion, Nelson y Kavanaugh (2003), donde el monitoreo paternal hizo que se redujera la probabilidad de que adolescentes estadounidenses que cursaban el noveno grado usaran sustancias.

Para Secades y Fernández (2003), una disciplina inconsistente e inadecuada, así como métodos educativos incorrectos, se asocian a niveles altos de consumo, tal como lo afirmó Macia (1998), quien reporta que la falta de dedicación de los padres en la educación o el deficiente control por un excesivo liberalismo en la educación de los hijos se corresponden con actitudes de sobreprotección que impiden que alcancen la autonomía, creándoles sentimientos de inseguridad, inferioridad y actitudes rígidas que hacen que no conozcan sus capacidades.

Psicología y Salud, Vol. 19, Núm. 2: 237-245, julio-diciembre de 2009 240

Cuando los padres mantienen actitudes ambiguas hacia las drogas, aumenta la probabilidad que sus hijos se involucren en su consumo, tal y como señalan Goldberg,

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