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Enviado por   •  27 de Marzo de 2013  •  5.734 Palabras (23 Páginas)  •  269 Visitas

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La carrera Educación Integral, pretende la formación de un individuo crítico, colaborativo, reflexivo, capaz de solventar situaciones en su medio social, familiar y personal. En las condiciones de deterioro en las que se encuentra nuestra sociedad, la esperanza de cambios positivos se encuentra en la educación, en tal sentido, debemos formar profesionales de alta calidad y sensibilidad humana, para que avancen colaborativamente hacia la transformación social.

La educación integral implica la ampliación de los objetivos educativos de carácter intelectual para dar cabida a otras dimensiones de la persona. Los nuevos planteamientos curriculares requieren que se trabajen en las aulas capacidades de distinta índole; por ello, los objetivos educativos incluyen capacidades de tipo cognitivo, de equilibrio personal y de inserción e integración social. Todas ellas constituyen un entramado de cualidades de la persona, tanto en su dimensión individual como en su dimensión social.

En el transcurso de la carrera educación mención integral, se repasaron muchos conocimientos y aprendizajes adquiridos durante el proceso académico, los cuales sirvieron de soporte, para sustentar las prácticas profesionales de manera efectiva. Donde se está claro que para ejercer satisfactoriamente el rol del docente en el aula, hay que desarrollar actividades pedagógicas partiendo de los contenidos programáticos y de las necesidades reales de los niños. La Asignatura Practica Profesional IV, es fundamental para el estudiante, porque busca desarrollar, integrar y ejercitar en el pasante una serie de elementos teóricos y prácticos esenciales para su desenvolvimiento en el ámbito escolar y un conjunto de competencias orientadas al ejercicio docente que le permitirán el diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación de situaciones educativas en instituciones de educación básica y media diversificada.

Lo cual debe constituirse en una línea de abordaje constante que sin duda despierte no solo el interés, sino también la receptividad del estudiantado, en comprometerse a mejorar cada día más producto de las transformaciones que requiere el aprendizaje integral de la persona.

Al respecto las instituciones educativas requieren de docentes plenamente formados para desempeñar las funciones a las cuales han sido asignados, con un gran sentido de pertenecía por las escuelas donde laboran, con el fin de propiciar en los educandos, una educación de óptima calidad y realizar una labor efectiva de promoción social en la comunidad local.

El propósito de este curso, dentro de la carrera Educación Integral, es proveer al futuro docente, conocimientos (aprender a aprender), actitudes (aprender a colaborar), habilidades(Aprender a hacer) y valores (aprender a ser), dentro del modelo andrológico de la Universidad Simón Rodríguez, y del paradigma de las ciencias sociales, que le permita profundizar en aspectos de la producción de conocimientos, Identificar la ciencia y la investigación dentro de un contexto teórico significativo, en donde los hechos y la teoría expliquen los enfoques teóricos metodológicos del pensamiento, sin desvincular el hecho social de la actividad cotidiana y de una visión cualitativa.

En este contexto, no sólo debe cumplir una función altamente educativa sino además enfatizar su valor como actividad pedagógica de elevada significación socioeducativa, basado en los supuestos fundamentales de qué, cuándo y cómo educar, el aprender a ser, a conocer, a hacer y a convivir. Argumentos a favor de esta tendencia han sido planteados por Delors y colaboradores (2000) los cuales señalan que estos supuestos llevan implícitos en el educador la demostración de dominio científico del contenido a enseñar, así como pertinencia social en la práctica pedagógica.

Basados en estos postulados, estos autores concluyen que la educación debe permitir y estimular el desarrollo no sólo de cualidades intelectuales, sino también, de tipo ético y afectivo posibilitando así la orientación, ejecución y evaluación del proceso de enseñanza y aprendizaje. Sin embargo la vigencia de este ideal está desfasado, pues se observa con frecuencia en la práctica pedagógica la falta de cambios requeridos para satisfacer el ritmo de evolución social el cual está fuertemente asociado al bajo nivel de competencias educativas en la mayoría de los educadores en todos los niveles educativos.

El currículo escolar, atento a la realidad, incorpora una serie de valores socialmente vigentes sobre los que urge sensibilizar y educar a los futuros ciudadanos. Los ejes transversales constituyen el camino para una educación más integrada en la realidad social.

No sólo el futuro, sino también el presente dependen de que nuestros niños, adolescentes y jóvenes aprendan a resolver sus conflictos por vías pacíficas. Por eso, es muy importante que los alumnos adquieran “herramientas” y procedimientos para este fin y que vayan asumiendo valores que se traduzcan en actitudes y hábitos de convivencia. Ahora bien, educar las actitudes y los hábitos del alumnado es un proceso lento y difícil porque supone un compromiso de todos. La educación para la paz y la convivencia requiere un planteamiento sinérgico: profesores, alumnos, padres, asociaciones y, en general, la sociedad deben marcar unos objetivos comunes, consensuados y mantenidos con tesón.

Así como en la educación intelectual o cognitiva los educadores pueden tomar una cierta distancia respecto al contenido de su enseñanza, cuando se trata de transmitir, de ilusionar al alumnado con propuestas valiosas que merezcan la pena, es imposible que se distancie del contenido educativo; es más, el educador únicamente educa en valores cuando él mismo vive y expresa con su obrar actitudes favorables a lo que pretende enseñar.

El gran reto de la escuela es educar para la vida. La LOGSE nos habla de educación integral o pleno desarrollo de la personalidad. Los conocimientos de las asignaturas o áreas tradicionales no son suficientes para nuestros alumnos. Educar ya no es sólo “enseñar cosas”. Los conocimientos resultan indiferentes o neutros para la felicidad. Y el hombre sigue aspirando, como siempre, a ser feliz.

Ni las ideologías ni la ciencia solucionan los problemas del hombre de nuestro tiempo. Durante muchos años, el espíritu humanista ha sido el motor del progreso europeo. El humanismo renacentista se caracterizaba por el espíritu crítico, unido a la seguridad de comprender y transformar el mundo. A pesar de la gran contribución del humanismo al desarrollo, las necesidades fundamentales de las personas continúan intactas.

Los seres humanos no se juegan el futuro en los conocimientos ni en las destrezas técnicas, sino

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