Instinto
Enviado por danielaatencio • 12 de Mayo de 2014 • Tesis • 1.787 Palabras (8 Páginas) • 262 Visitas
Capítulo VIII
Instinto
LOS INSTINTOS SON COMPARABLES CON LOS HÁBITOS, PERO SE DIFERENCIAN DE ESTOS POR EL ORIGEN. No intentaremos dar aquí la definición del instinto, pues es fácil demostrar que se comprenden comúnmente en este término va-rias acciones mentales distintas, y todo el mundo sabe qué significa decir que el instinto induce, por ejemplo, al cuco a emigrar y poner sus huevos en los nidos de otras aves. Una acción para cuya realización nosotros mismos necesitaríamos experiencia, cuando es rea-lizada por algún animal, especialmente si este es muy joven, sin experiencia, y cuando es llevada a cabo de la misma manera, por muchos individuos, sin que sepan para qué la ha-cen, se apellida comúnmente instintiva. Pero podríamos demostrar que ninguno de estos caracteres puede tomarse por universal, pues siempre entra en juego una pequeña dosis de juicio o de razón, como la llama Pierre Huber, aun en los animales situados muy bajos en la escala de la naturaleza.
Federico Cuvier y algunos de los metafísicos más antiguos han comparado el instinto con el hábito, y nosotros creemos que esta comparación da una idea exacta del estado de ánimo bajo el cual se lleva a cabo una acción instintiva, aunque no se explique precisa-mente su origen. ¡Cuán inconscientemente se hacen por hábito muchas cosas que en bas-tantes casos están en oposición directa con nuestra voluntad consciente!
Ahora bien; estas acciones pueden ser modificadas por la voluntad o por la razón. Los hábitos fácilmente se asocian con otros hábitos en ciertos períodos de tiempo y estados del cuerpo, pero una vez adquiridos, permanecen constantes toda la vida. Podrían indicar-se algunos puntos parecidos entre los instintos y los hábitos. Sucede con los instintos lo mismo que al repetir una canción muy sabida, una acción sigue a la otra por una especie de ritmo. Si se interrumpe a una persona cuando canta o cuando ejecuta algo por rutina, se la obliga generalmente a volver atrás para recobrar el hilo habitual del pensamiento.
Si suponemos que una acción habitual pasa a ser hereditaria, lo cual puede demostrarse que sucede algunas veces, entonces el parecido entre lo que en su origen fue un hábito y un instinto es tan grande, que no es posible establecer la diferencia. Si Mozart, en lugar de tocar maravillosamente el piano cuando tenía tres años de edad, hubiera ejecutado una tonada sin práctica ninguna, podría haberse dicho verdaderamente que lo había hecho por instinto. Pero sería un error serio suponer que se ha adquirido por hábito el mayor número de los instintos en una generación, y que estos se han transmitido después, por herencia, a las generaciones posteriores. Puede demostrarse claramente que es imposible que los ins-tintos más maravillosos que conocemos, a saber, los de la abeja de colmena y los de mu-chas hormigas, hayan sido adquiridos por hábito.
Todos admitirán que para el bienestar de cada especie en sus condiciones actuales de vida, los instintos son tan importantes como las estructuras corpóreas. En condiciones cambiadas de vida es posible que sean ventajosas a una especie algunas ligeras modifica-ciones de instintos; y si puede demostrarse que estos varían, por poco que sea, no vemos dificultad en admitir que la selección natural conserva y acumula las variaciones de ins-tintos en cualquier medida que sea ventajosa. Creemos firmemente que así se han origi-nado todos los instintos más complejos y asombrosos que conocemos. Al igual que nacen y se aumentan por el uso o el hábito las modificaciones en la estructura corpórea, y se disminuyen o pierden por el desuso, debe haber sucedido con los instintos. Pero creemos que los efectos del hábito son de importancia secundaria con respecto a los efectos de la selección natural en lo que podríamos llamar variaciones espontáneas de instintos, esto es, variaciones manifestadas por las mismas causas ocultas que producen las pequeñas desviaciones en la estructura del cuerpo.
Hay menos posibilidades de obtener algún instinto complejo por medio de la selección natural que por la lenta y gradual acumulación de variaciones múltiples y ligeras, pero ventajosas. Así, pues, como en el caso de las estructuras corpóreas, tenemos que encontrar en la naturaleza, no los grados reales de transición por los cuales se ha adquirido cada instinto complejo (porque estos podrían encontrarse solamente en los antecesores directos de cada especie), sino algunas pruebas de estos grados de transición en las líneas colatera-les de descendencia, o al menos debemos ponernos en condición de demostrar que son posibles ciertos grados, sean de la clase que fueren, lo cual es ciertamente posible hacerlo. Los cambios de instintos pueden muchas veces facilitarse cuando la misma especie posee diferencias en los diversos períodos de la vida, o en las diversas estaciones del año, o cuando sus individuos atraviesan diferentes circunstancias, en cuyo caso puede la selec-ción natural conservar el uno o el otro instinto. Esto demuestra que, en la naturaleza, ocu-rren semejantes ejemplos de diversidad en la misma especie.
Además, como en el caso de la estructura corpórea, y en conformidad con nuestra teoría sucede que, el instinto de cada especie es bueno para la misma; pero no ha sido nunca producido en beneficio exclusivo de otras especies. Uno de los casos más convincentes que conocemos de un animal que aparentemente lleve a cabo un acto sólo por el bien de otro animal, es el de los pulgones, que voluntariamente ceden a las hormigas su dulce
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