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Pasión y calle, la historia de un artista callejero


Enviado por   •  6 de Agosto de 2018  •  Documentos de Investigación  •  1.204 Palabras (5 Páginas)  •  194 Visitas

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Pasión y calle, la historia de un artista callejero

En una nublada y fría tarde en Viña,  me encuentro con un gran y viejo amigo, Oscar Méndez,  músico chileno que ha dedicado los últimos quince años de su vida a interpretar y deleitar con su talento en Chile. Me comenta que lo que está de moda en este momento es subir canciones a las redes sociales. Parece chiste todas las nuevas denominaciones que se le da a lo que sea que está sucediendo en el mundo de la música. Al escuchar esto, le pregunté sobre el mercado del arte callejero: “Va de mal en peor. Ya está casi muerto.”

Me gustaría poder decir lo contrario, pero la verdad viendo a nuestro alrededor parece que es cierto. No cabe duda de que el talento sigue vivo, que hay excelentes propuestas, artistas que hacen de la expresión callejera algo realmente bello. Pero, algo huele a podrido en Chile. Podemos culpar sobre todas las cosas, porque nos encanta la culpa, a las redes sociales, al internet que hace que cualquiera pueda sentirse artista, a la necesidad del ego artístico de ser visto, reconocido, pagado.

El consumidor, nosotros, los adictos al Instagram,  la comunidad entera con cuentas de Facebook que grabamos o capturamos en nuestros celulares para compartir a un cantante en la calle o en un transporte público, todo para obtener varios “me gusta”. El músico callejero es producto y al parecer esta realidad no le produce a nadie ganas de vomitar. Pero no todo está perdido, hay que hacer conciencia y esperar. Tenemos que tomar una pausa y tratar de entender que el arte y la música, como todo en este mundo, no puede existir sin un pasado y tal vez algo oscuro como este. Entender que el arte callejero, en un principio, no era una acumulación de likes, era un idioma por sí mismo, una manera de que la persona pudiera expresarse y demostrar lo que le apasiona de manera libre. No había parámetros ni reglas, el límite se hizo después, cuando alguien le puso un precio a la anarquía.

La imagen del artista callejero ha estado presente desde tiempos muy remotos: los juglares de la Edad Media podrían ser un claro ejemplo de ello. Durante siglos, estos artistas han hecho uso de espacios públicos para desarrollar su actividad y se han ido adaptando a los nuevos tiempos: actualmente realizan su trabajo y espectáculo también en el trasporte público, incluyendo el Metro.

Todo arte pierde un poco de esencia al ponerle un fin práctico, la meta del artista callejero es que no exista tal cosa. Oscar Méndez es uno de los artistas que se formó de los sonidos y experiencia que contenía este mundo lleno de misterios: “Cuando recién comencé a los 16 años, tenía cierta ignorancia, donde no había mucha referencia, más que lo que se comenzaba a ver: simplemente gente cantando a pura voz y con su guitarra.” Canciones de artistas famosos en todas sus formas con algún cambio de tono, y con algún sombrero o prenda para que dejen las monedas. Todo lo que después se entendió como “arte callejero”, donde no se trataba de generar sino de expresar. Es un proceso sensible, después un desentendimiento con algunas personas que no estaban de acuerdo con esto, y uno con la ilusión de cada día crecer más y aprender de uno mismo a través de la música.” Y fue ahí donde pensé y me di cuenta que para ellos no era solo un trabajo o su profesión, sino que todo esto se trataba de una búsqueda de vida, de transgresión y de autonomía, no de negocio.

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