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Enviado por jeinnty • 27 de Abril de 2015 • 3.348 Palabras (14 Páginas) • 190 Visitas
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Etimológicamente, la palabra fósil procede del adjetivo latino fossilis (del verbo fodere: excavar) que se aplicaba a cualquier cosa desenterrada. Es pues un concepto demasiado amplio que conviene delimitar en la presente investigación. Daremos el nombre de fósil a los restos de seres vivos, plantas o animales, y a los restos de su actividad vital: huellas, excrementos, pólenes, etc., conservados en los sedimentos de la corteza terrestre. (Los fósiles Conceptos Generales, 2003).
Pero cabe señalar, que no todo lo que deja impresión en el lecho de un sedimento es fósil, o de aquellos restos de organismos ya extinguidos (pero no de origen reciente), sino que el concepto está fijado sobre todo por el carácter que le da su antigüedad, con independencia de que las especies a que correspondan sean vivientes en la actualidad o hayan desaparecido por completo de la faz de la Tierra.
Gran número de especies de moluscos que vivieron en las épocas remotas de la historia terrestre, han pasado a través de los períodos del Terciario y el Cuaternario y han llegado a los tiempos actuales. Precisamente las denominaciones que el geólogo inglés Carlos Lyell (citado por Candel, Fernández, Llopis, Hernández y Hernández,1963) estableció para los períodos del Terciario, están fundadas en la proporción de especies de moluscos vivientes en aquellos tiempos que han llegado hasta el presente. Las denominaciones de Eoceno, Mioceno y Plioceno quieren significar aurora, mitad y plenitud de especies de moluscos actuales que aparecieron en aquellas épocas. A los moluscos encontrados entre los estratos del Terciario, hay en todo caso, exista o no la especie al presente, que considerarlos como fósiles, pues, como se ha mencionado, el carácter fundamental de un fósil consiste en su antigüedad.
Características y Condiciones de la Fosilización.
Los fósiles pueden estar constituidos por el animal entero, lo que formaba las partes blandas o órganos putrescibles, las huellas, los excrementos o sus esqueletos o exoesqueletos, que se transformaron en piedra de diversa composición, constituidas por substancias minerales como: sílice, carbonato cálcico, fosfato cálcico, pirita de hierro, limonita, carbonato de estroncio. Así los esqueletos de los radiolarios, las espículas de las esponjas silíceas, o las frústulas de las algas microscópicas, llamadas diatomeas, se conservan bien, pues todos estos esqueletos son de sílice. Las conchas de los moluscos y los braquiópodos, el armazón esquelético de los coralarios y los equinodermos, que son de naturaleza calcárea, se fosilizan también con facilidad, constituyendo las conchas de los moluscos lo que se ha llamado, por analogía, la moneda corriente de la Paleontología.
El esqueleto interno de los vertebrados, o sea, la osamenta, constituida también por carbonato y fosfato cálcico, se presta bien para la fosilización. En cambio, las piezas esqueléticas de naturaleza córnea, tales como las placas dérmicas de las tortugas, los pelos y las plumas, las pezuñas y los estuches córneos de los rumiantes cavicornios, se descomponen, y rarísima vez se encuentran al estado fósil. Análogamente, el esqueleto externo de los insectos y demás artrópodos, si no está muy incrustado de caliza, desaparece bien pronto, sin llegar a fosilizarse. La mayor parte de los insectos fósiles, como también los crustáceos del extinguido grupo de los trilobites, suelen transformarse al estado fósil por el molde externo del animal.
Condición esencial para que los restos de los animales y vegetales se conserven, es que no permanezcan largo tiempo a la intemperie, pues, de lo contrario, se descomponen y desaparecen. Neumayr (mencionado por Candel et al, 1963) cita a este propósito un caso curioso respecto a los bisontes, que en grandes rebaños, vivían en las praderas de los Estados Unidos de Norte América y que acabaron por desaparecer de estas comarcas ante la creciente invasión del hombre que las iba poblando. Las osamentas de estos animales se encontraban, esparcidas por el suelo, en aquellos lugares en los que hacía menos de treinta años que habían desaparecido, mientras que no se hallaba ningún resto si la desaparición de los bisontes era de fecha más remota. Treinta años es el plazo máximo para que la acción de la intemperie destruya totalmente huesos tan resistentes y fuertes como son los del bisonte. En consecuencia, para que la conservación de los restos orgánicos se realice con transformación mayor o menor de la sustancia que los constituye, es condición esencial que queden incluidos entre sedimentos, libres de las acciones de la descomposición.
Técnicas de Datación de Fósiles
La edad relativa de los fósiles puede determinarse generalmente por la ubicación de estos en las capas de las rocas sedimentarias, las cuales están formadas por arena y otros materiales que se han depositado a manera de capas en el fondo de los mares, la más profunda es la más antigua. Cada capa recibe el nombre de estrato.
La estratigrafía es la rama de la Geología que estudia la forma en que se distribuyen las capas de los terrenos sedimentarios. Los estratos casi siempre contienen los fósiles más primitivos. Si la vida ha evolucionado continuamente, es de esperarse que exista una serie progresiva que muestre el orden en el cual las plantas y animales se desarrollaron. La datación de la mayoría de las rocas y minerales se basa en la acumulación de átomos radioactivos, y entre los métodos radiométricos de datación que se utilizan para saber la edad de los fósiles están basados por la desintegración de los isótopos radiactivos.
Los isótopos son átomos del mismo elemento químico con el mismo número de protones pero con diferentes cantidades de neutrones en el núcleo. Esto permitió utilizar los ritmos regulares de desintegración de los elementos radiactivos inestables del interior de las rocas terrestres como relojes virtuales. Con ellos, se pudo calibrar la escala relativa de tiempo geológico creando así una absoluta.
Los científicos describen la radiactividad de un elemento en función de su vida media (tiempo que tarda en perder la mitad de su actividad por desintegración). Ésta cubre un rango muy extenso de tiempo, desde los pocos microsegundos hasta miles de millones de años. Al final del periodo de vida media, la mitad de la cantidad original del elemento radiactivo ha decaído; después de otro periodo igual, lo que quedaba se reduce de nuevo a la mitad, lo que reduce a una cuarta parte el total inicial, y así sucesivamente. Cada elemento radiactivo tiene su propia vida media, por ejemplo, la del carbono 14 es de 5.730 años y la del uranio 238 de 4.500 millones de años (Enciclopedia
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