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Sociologia

jonybravo2226 de Junio de 2013

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Durkheim, Weber y Marx

Las diferentes formas de explicación de la sociedad en Durkheim, Weber y Marx remiten –según nuestro análisis- a las diferencias profundas que mantienen estos autores en cuanto al camino o método de conocimiento. En otras palabras, la forma en que se concibe la relación entre la realidad (o el objeto real) y el objeto del conocimiento en cada uno de ellos, o también, qué se considera como punto de partida del proceso de conocimiento, constituyen la problemática más general en que se inserta la forma de causalidad o determinación de los fenómenos sociales.

Como afirma Franco [14], Durkheim, Weber y Marx representan en la sociología tres posiciones “epis-temológicas” diferentes: respectivamente, la posición empirista, la construcción empírica de la sociología y la no empirista (conocimiento como producción).

La sociología de Durkheim representa la posición empirista en la medida en que encuentra su objeto en los datos empíricamente observables.

El objeto distintivo de la sociología son para Durkheim los hechos sociales, que, para el tratamiento científico, tienen el carácter de “cosas” (externas, coactivas, etc.); y la explicación sociológica consiste en relacionar hechos, según el modelo tradicional de causa/ efecto (causalidad mecánica transitiva). La sociedad parece ser una evidencia a la cual sólo hay que pulirla de algunas nociones falsas o precientíficas. Lo único que puede hacer el sociólogo es aceptar los hechos ya dados, luego ordenarlos, clasificarlos y compararlos.

La limitación de esta posición que supone al observador enfrentado a lo “real”, está en que siempre emergen las propias relaciones ideológicas como objeto de la ciencia. Esta impregnación provoca la ideologización consecuente del discurso al tomar como relaciones reales a las relaciones ideológicas.

Weber se distingue claramente de Durkheim en la medida en que el objeto esencial no son los hechos observables y dados sino los fenómenos típicos. Las construcciones de la ciencia no son procesos que realmente se dan, no son idénticos a la realidad sino que son conceptos típico-ideales. A esto se le podría denominar como construcción empírica del objeto, ya que una identidad típica o tipo ideal se construye en base a la observación de ciertos hechos y a la reducción de muchos de sus caracteres a los más regulares y frecuentes. A través del mecanismo de comparación de fenómenos entre sí y de reducción a las características salientes, se construye lo que Weber ha denominado “tipo ideal”.

Este tipo va a ser luego contrastado con la realidad empírica a fin de determinar su mayor o menor acercamiento.

Esta mediación del tipo ideal es lo que lo distingue a Weber del empirismo radical. Sin embargo, su propia forma de construcción lo acerca a las posiciones empiristas en la medida que se parte de la idea que la realidad empírica, los datos empíricos, son directamente observables a fin de compararlos y reducirlos.

Más allá de la mediación del tipo ideal, el objeto último del análisis weberiano es, sin lugar a dudas, el objeto real del cual se podría decir que el tipo ideal es su modelo o copia teórica. Se vuelve a encontrar aquí la identificación del objeto real y del objeto de conocimiento, puesto que este último es el reflejo especular del primero.

En otras palabras, la construcción de “tipos ideales” no invalida el objetivo “empírico” de base. La prueba es que guarda relación con el criterio de “verificación empírica”, lo que marca una dependencia con un concepto de experiencia desnuda y con una concepción de los hechos como esencialmente “evidentes”, sólo cubiertos por sus formas concretas de manifestarse y por los valores del investigador.

Por último, la teoría de Marx, es una teoría no empirista, en tanto tiene como materia prima (punto de partida) una realidad no empírica sino teórica. “El Capital” no es el resultado de una observación cuidadosa de las fábricas de la Inglaterra del siglo XIX, sino que es básicamente el producto de la crítica y de la lectura sintomática de una ideología teórica precisa: la economía política clásica. Su objeto es el concepto de modo de producción capitalista, un concepto abstracto, un objeto teórico “inexistente”. No tiene una construcción empírica sino una construcción teórica a través de Hegel y de Ricardo y del socialismo utópico francés. Según las palabras del propio Marx en la Introducción del 57, su punto de partida es una materia prima ya elaborada: “intuiciones” y “representaciones”. Esto significa que el trabajo teórico no se aplica sin más a la “realidad”, a la “materia”, sino a una “figura” de ésta, o mejor, a una representación.

Ahora bien, tales figuras o representaciones surgen en un espacio atravesado por relaciones de producción y de clase y por la división entre campo manual e intelectual. En definitiva, la materia prima del conocimiento científico es una representación articulada a determinadas relaciones de producción y a determinada configuración del campo intelectual. Es, por tanto, representación ideológica.

Como la ideología refleja lo que la estructura permite ver, la abstracción teórica como método construye el sistema a través del cual se pueden ver los hechos que la ideología impide ver. Así, por ejemplo, Ricardo “ve” la renta, el beneficio y el salario. Esa es la realidad “empírica”. Está a la vista y Ricardo sistematiza, generaliza. Marx lee este texto buscando el soporte más simple, más abstracto que dé cuenta de esta realidad “empírica”, y lo encuentra en el concepto de “plusvalía”.

La renta, la ganancia, el salario, el interés son las formas concretas de realización de la plusvalía. El concepto “teórico” de plusvalía (que no se “ve”) es la “generalización” que explica la renta, el interés, la ganancia, el salario.

En este sentido es que puede decirse que las ideas generales sostienen a las ideas fenoménicas o parti-culares, las explican: lo abstracto explica lo concreto (que sólo es concreto porque es “síntesis de múltiples determinaciones”).

Bien. La teoría marxista se diferencia de las construcciones de Weber y Durkheim porque marca una di-ferencia entre realidad y conocimiento de la realidad. Y es una diferencia no empirista en la medida en que ambos órdenes (el orden de lo real y el orden del conocimiento), guardan entre sí una relativa independencia y si bien el orden del conocimiento está determinado por el orden de lo real, entre ambos se establece un paralelismo pero jamás una interposición.

Si bien se ha insistido en que el concepto de modo de producción es el objeto del materialismo histórico, es necesario entender que este concepto, inexistente en el orden real en su pureza, está realizado en las formaciones sociales concretas que son el resultado de una combinación compleja de modos. Por lo tanto, el objeto o mejor dicho el fin último, lo que se intente explicar en última instancia, son las formaciones sociales concretas e históricas en donde se realizan estos conceptos teóricos abstractos. Una formación social concreta no es otra cosa que la Inglaterra del siglo XIX o la Argentina del siglo XX. Pero estos “concretos” -como recuerda Marx en la Introducción- no son nunca el punto de partida sino el resultado del análisis, en tanto son síntesis de múltiples determinaciones abstractas [15].

Los hechos sociales concretos, las instituciones efectivas, etc., son el resultado de la doble articulación del concepto de modos de producción y el de formaciones sociales concretas y en el materialismo histórico ocupan su lugar en el análisis concreto de una situación concreta, o análisis de coyuntura o del “momento actual”.

En esta teoría el conocimiento de estos hechos (entre otros el comportamiento del individuo) está al final del camino y es un producto teórico, no empírico.

Por último, hay que decir que, desde esta lectura de Marx, es imposible la utilización del concepto de “verificación empírica” o “por la práctica” puesto que la práctica o empiria sólo verifica a la ideología que es la sustancia común de los hechos sociales. La idea de que las generalidades puedan ser confrontadas con par-ticularidades (la realidad única y no generalizada) a fin de verificar su grado de verdad, es una ilusión. Y esto es porque uno nunca se encuentra con particularidades sino siempre ya con productos lingüísticos, culturales o socia-les, o sea, con generalidades. El contraste de estas generalidades “reales” frente a las teóricas se realiza, entonces, no para verificar estas últimas sino para garantizarlas, en la misma forma que un contrato jurídico se garantiza con otra firma adicional.

Sin embargo, puede decirse que el mecanismo de verificación de los conceptos del discurso científico existe. No es una verificación “por la práctica” sino una verificación interna al proceso de conocimiento y que consiste (al igual que en las Matemáticas, por ejemplo) en desarrollar los conceptos más concretos o particulares (los conocimientos concretos) en relaciones sistemáticas con los conceptos más abstractos de la teoría. No es otra cosa la relación del concepto de “imperialismo” con el concepto de plusvalía, valor y modo de producción en el cuerpo teórico del marxismo.

En síntesis, conocer -en esta perspectiva- consiste fundamentalmente en

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