Todos dicen que en la práctica, en la experiencia directa, uno se da cuenta de cómo son las cosas verdaderamente. Escuché muchos discursos de chicas que al chocarse con la realidad de las salas y los niños reales
Enviado por Eliana Belen • 2 de Mayo de 2017 • Apuntes • 2.335 Palabras (10 Páginas) • 337 Visitas
ISPEI ECCLESTON
CFPD
EDI 1
PROFESORA: Claudia Turri
ALUMNA: Jazmín Aguirre
CUATRIMESTRE Y AÑO: 1°Cuatrimestre 2015
- DATOS DEL TALLER 2:
2do cuatrimestre 2014
Pofesor Roberto Fraguglia
Escuela N°24 D.E 8- J.I.N.C “Dr. Florian Oliver”
APRENDER DESDE LA EXPERIENCIA
- Todos dicen que en la práctica, en la experiencia directa, uno se da cuenta de cómo son las cosas verdaderamente. Escuché muchos discursos de chicas que al chocarse con la realidad de las salas y los niños reales (que no siempre son iguales a los niños que nos acerca la teoría) han decidido abandonar la carrera porque no era lo que ellas esperaban. Al acercarse la fecha del inicio de las pasantías, el entusiasmo y la ansiedad iban creciendo. Pero a la vez tenía miedo de que eso me sucediera también a mí. Muchas preguntas, dudas y temores aparecían a medida que avanzaban los días. ¿Cómo sería mi primer contacto con una sala de jardín de infantes? ¿La maestra de la sala, me vería como un estorbo? ¿Cómo tomarían los chicos mi presencia?
El día llego, bajé del colectivo y caminé las cuadras que restaban hasta el jardín con el corazón latiendo muy fuerte. La portera me atendió y me acompañó hasta la sala. Una vez allí me presenté ante la maestra y la celadora y estas me presentaron a los niños. Fue muy gratificante la alegría que los chicos manifestaron cuando se enteraron que iba a haber una persona nueva en la sala, y no tardaron en llamarme “seño” aunque aún no me lo merezca. Afortunadamente los miedos desaparecieron, ya que desde el comienzo todos se mostraron muy afectuosos conmigo y las docentes me recibieron con gusto y me dieron un buen lugar en las tareas cotidianas. Terminó el primer día y me fui a mi casa con un par de dibujos que me obsequiaron los niños, muchos abrazos y una sensación de felicidad que reemplazó todos los sentimientos anteriores.
Los días pasaban muy rápido y cada vez me sentía más cómoda allí. Cuando terminaba el día, esperaba ansiosa la hora de volver a la tarde siguiente. En distintas circunstancias fui conociendo la institución, a los directivos, otros docentes, padres de los niños, personal de maestranza, etc. y todos se mostraban muy amables conmigo. Se trataba de una escuela nucleada con otras dos, en ésta sede se contaba con el nivel primario de educación y una única sala de infantes (5 años). Los niños asistían a jornada completa y se ofrecía un servicio de comedor escolar al mediodía.
Con respecto a la sala no contaban con mucho espacio pero la maestra se las ingeniaba para hacer un buen uso de él, y siempre estuvo en buenas condiciones en gran parte gracias a la colaboración de los niños. Éstos últimos además de colaboradores y solidarios se mostraban alegres, espontáneos, afectuosos, expresivos y conversadores en todo momento. Los observé siempre muy activos, en constante movimiento, con ganas de hacer, explorar y conocer. Frente a las distintas propuestas que presencie presentaron siempre una actitud de entusiasmo y participación. Se manifestaban curiosos y abiertos a la indagación de la realidad y la salida didáctica, que tuvo lugar en el período en el que estuve con ellos los reconfortó enormemente. Formaban un grupo heterogéneo con diversas realidades familiares y sociales. Algunos de ellos sufrían problemáticas de violencia familiar, abandono de padre o madre y escasez de recursos. Y con el transcurrir de los días me fui vinculando con cada uno de ellos de distintas formas y llegué a tenerles un gran aprecio en apenas dos semanas.
En cuanto a mi rol de ayudante pedagógica, pude enriquecer mi actividad día a día, logrando mayor independencia y autonomía, con esto me refiero a que al principio me limitaba a preguntarle a la docente o a la celadora en que podía ayudarlas y asistirlas con lo que me pedían, pero al pasar los días las cosas iban fluyendo naturalmente, y me encontraba realizando algunas tareas por voluntad propia sin tener que consultarlo con las maestras. Esto también sucedió en mi relación con los niños ya que en un comienzo cuando me planteaban alguna situación problemática o alguna inquietud les decía que lo consulten con la docente pero luego fui participando yo también en la resolución de los conflictos, escuchándolos y conversando con ellos sobre qué cosas estaban bien y que cosas estaban mal o simplemente aconsejándolos sobre cómo resolver alguna cuestión en particular. Cuando hubo que marcar un límite o retar a los niños porque podían llegar a salir lastimados, también lo pude hacer sin problemas y con el consentimiento de la maestra, ya que a veces no daba a vasto con todos. Todo esto, sostengo que fue gracias a las docentes que me dieron la confianza de manejarme con libertad y responsabilidad.
Además de aprender de los niños y sus comportamientos, creo que fue muy importante la socialización profesional con las docentes, ya que pudimos intercambiar muchas opiniones, reflexionar juntas y conversar sobre hechos observados en la sala. Además la maestra me facilitó mucho material sobre talleres, planificaciones, proyectos, secuencias didácticas y otros trabajos que realizó durante su trayecto en el profesorado y que creó también para las distintas salas que tuvo, que me envió al mail. Y echándole un vistazo a esto pude apreciar bien la complejidad de la tarea docente, no solo en la sala sino también fuera de ella a la hora de planificar y pensar propuestas para enriquecer el conocimiento de los niños. Fue muy interesante tomar a Karen como modelo profesional, ya que me gustó mucho como se manejó siempre con el grupo. Pude identificarme en varios aspectos con ella y lograr entablar una buena relación basada en la comunicación y ayuda mutua, hoy en día seguimos en contacto y recurro a ella cada vez que me surge alguna inquietud. Despedirme de ellos fue duro, entre abrazos y palabras lindas, me regalaron una carpeta con una dedicatoria, que contenía una poesía y un dibujo por cada niño. Junto a un tarro con sales y una vela que decoraron todos juntos un día que me pidieron que me retirara de la sala. Estos recuerdos son muy significantes para mí, pero lo que más me quedó grabado de la despedida fue un niño que emocionado me dijo “Chau seño, que seas muy feliz en tu vida y seguí aprendiendo mucho”. Pasó el tiempo y todavía no encuentro palabras para explicar aquella sensación que me provocó. Pero lo que sí sé es que todos esos pequeños detalles que nacieron de los niños me motivaron mucho, y cada vez me convenzo más de que nosotros también tenemos mucho que aprender de ellos.
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