Totem Y Tabu
Enviado por patriciastafe • 9 de Octubre de 2012 • 2.198 Palabras (9 Páginas) • 694 Visitas
Representémonos ahora la escena de la comida totémica, añadiendo a ella algunos rasgos
verosímiles que no hemos podido tener antes en cuenta. En una ocasión solemne mata el
clan cruelmente a su animal totémico y lo consume crudo -sangre, carne y huesos-. Los
miembros del clan se visten para esta ceremonia de manera a parecerse al tótem, cuyos sonidos y movimientos imitan, como si quisieran hacer resaltar su identidad con él. Saben que
llevan a cabo un acto prohibido individualmente a cada uno, pero que está justificado desde
el momento en que todos toman parte de él, pues, además, nadie tiene derecho a eludirlo.
Una vez llevado a cabo el acto sangriento, es llorado y lamentado el animal muerto. El duelo
que esta muerte provoca es dictado e impuesto por el temor de un castigo, y tiene, sobre todo, por objeto, según la observación de Robertson Smith referente a una ocasión análoga,
sustraer al clan a la responsabilidad contraída.
Pero a este duelo sigue una regocijada fiesta en la que se da libre curso a todos los instintos
y quedan permitidas todas las satisfacciones. Entrevemos aquí sin dificultad la naturaleza y
la esencia misma de la fiesta.
Una fiesta es un exceso permitido y hasta ordenado, una violación solemne de una prohibición. Pero el exceso no depende del alegre estado de ánimo de los hombres, nacido de una
prescripción determinada, sino que reposa en la naturaleza misma de la fiesta, y la alegría es
producida por la libertad de realizar lo que en tiempos normales se halla rigurosamente
prohibido.
Pero ¿qué significa el duelo consecutivo a la muerte del animal totémico y que sirve de introducción a esta alegre fiesta? Si la tribu se regocija del sacrificio del tótem, que es un acto
ordinariamente prohibido, ¿por qué lo llora al mismo tiempo?
Sabemos que la absorción del tótem santifica a los miembros de la tribu y refuerza la identidad de cada uno de ellos con los demás y de todos con el tótem mismo. El hecho de haber Totem y Tabú Sigmund Freud
absorbido la vida sagrada, encarnada en la sustancia del tótem, explica la alegría de los
miembros de la tribu, con todas sus consecuencias.
El psicoanálisis nos ha revelado que el animal totémico es, en realidad, una sustitución del
padre, hecho con el que se armoniza la contradicción de que estando prohibida su muerte en
época normal se celebre como una fiesta su sacrificio y que después de matarlo se lamente y
llore su muerte. La actitud afectiva ambivalente, que aún hoy en día caracteriza el complejo
paterno en nuestros niños y perdura muchas veces en la vida adulta, se extendería, pues,
también al animal totémico considerado como sustitución del padre.
Confrontando nuestra concepción psicoanalítica del tótem con el hecho de la comida totémica y con la hipótesis darwiniana del estado primitivo de la sociedad humana, se nos revela la
posibilidad de llegar a una mejor inteligencia de estos problemas y entrevemos una hipótesis
que puede parecer fantástica, pero que presenta la ventaja de reducir a una unidad insospechada series de fenómenos hasta ahora inconexas.
La teoría darwiniana no concede, desde luego, atención ninguna a los orígenes del totemismo. Todo lo que supone es la existencia de un padre violento y celoso, que se reserva para
sí todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo. Este estado social primitivo no ha sido observado en parte alguna. La organización más primitiva que conocemos, y
que subsiste aún en ciertas tribus, consiste en asociaciones de hombres que gozan de iguales derechos y se hallan sometidos a las limitaciones del sistema totémico, ajustándose a la
herencia por línea materna. ¿Puede esta organización provenir de la postulada por la hipótesis de Darwin? Y en caso afirmativo, ¿qué camino ha seguido tal derivación?
Basándose en la fiesta de la comida totémica, podemos dar a estas interrogaciones la respuesta siguiente: Los hermanos expulsados se reunieron un día, mataron al padre y devoraron su cadáver, poniendo así un fin a la existencia de la horda paterna. Unidos, emprendieron y llevaron a cabo lo que individualmente les hubiera sido imposible. Puede suponerse
que lo que les inspiró el sentimiento de su superioridad fue un progreso de la civilización quizá, el disponer de un arma nueva. Tratándose de salvajes caníbales era natural que devora- Totem y Tabú Sigmund Freud
sen el cadáver. Además, el violento y tiránico padre constituía seguramente el modelo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la asociación fraternal, y al devorarlo se
identificaban con él y se apropiaban una parte de su fuerza. La comida totémica, quizá la
primera fiesta de la Humanidad, sería la reproducción conmemorativa de este acto criminal y
memorable que constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones morales y de la religión.
Para hallar verosímiles estas consecuencias haciendo abstracción de sus premisas, basta
admitir que la horda fraterna rebelde abrigaba con respecto al padre aquellos mismos sentimientos contradictorios que forman el contenido ambivalente del complejo paterno en nuestros niños y en nuestros enfermos neuróticos. Odiaban al padre que tan violentamente se
oponía a su necesidad de poderío y a sus exigencias sexuales, pero al mismo tiempo le
amaban y admiraban. Después de haberle suprimido y haber satisfecho su odio y su deseo
de identificación con él, tenían que imponerse en ellos los sentimientos cariñosos, antes violentamente dominados por los hostiles. A consecuencia de este proceso afectivo surgió el
remordimiento y nació la consciencia de la culpabilidad, confundida aquí con él, y el padre
muerto adquirió un poder mucho mayor del que había poseído en vida, circunstancias todas
que comprobamos aún hoy en día en los destinos humanos. Lo que el padre había impedido
anteriormente, por el hecho mismo de su existencia, se lo prohibieron luego los hijos a sí
mismos en virtud de aquella «obediencia retrospectiva» característica de una situación psí-
quica que el psicoanálisis nos ha hecho familiar. Desautorizaron su acto, prohibiendo la
muerte del tótem, sustitución del padre, y renunciaron a recoger los frutos de su crimen,
rehusando el contacto sexual con las mujeres, accesibles ya para ellos. De este modo es
como la consciencia de la culpabilidad del hijo engendró los dos tabúes
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