El juego como modelo politico
Enviado por Micaela Papaleo • 31 de Julio de 2023 • Ensayo • 1.313 Palabras (6 Páginas) • 57 Visitas
EL JUEGO COMO MODELO POLITICO – SCHEINES
Teoría del juego
El juego es una forma de conducta diferente de la habitual, un modo peculiar de relación con el mundo. Si el trato cotidiano se asemeja a una sucesión de círculos cerrados, jugar es establecer una relación abierta con un mundo abierto e ilimitado. Para poder actuar con adecuada eficacia necesitamos simplificar la realidad, reducirla a un mapa - especie de esquema que facilita la acción. El mapa de la realidad, si bien impide ver y sentir el entorno en su compleja y variada riqueza resulta útil para la vida que se reitera cada día.
Para jugar, en cambio, necesitamos desgarrar el velo de magia que se impone ente uno y el universo, que se nos pasa por alto en el ajetreo diario. El jugador se planta frente a la realidad como un explorador y establece una relación abierta con un mundo abierto e ilimitado. Cada acercamiento lúdico a la realidad no recoge una respuesta sino que genera un interrogante e impulsa a sucesivos acercamientos porque en ese va y viene lúdico la realidad se insinúa inagotable y sugiere infinitas variantes de juego. La relación abierta que funda el juego con el mundo se percibe especialmente nítida en el binomio chico-juguete. Un juguete es cualquier cosa, pueden devenir juguetes si se los vacía de las determinaciones convencionales; utilidad, valor, uso, relaciones con los demás objetos. El niño ve la silla y no el esquema de silla, y lo usara en beneficio de su juego. Transformara sucesivamente en infinitos objetos diferentes, la relacionara con otras cosas improvisando combinaciones no convencionales entre ellas creando nuevos juguetes. Esta actividad creadora resultado de la relación abierta con los objetos va acompañada de un intenso goce.
La libertad y las reglas
El juego interrumpe el proceso cotidiano y se intercala en él como actividad provisional, sin solución de continuidad con los acontecimientos serios de la existencia. El juego tiene un tiempo y un espacio propio, recortado y separado del tiempo y espacio real. Las normas que rigen la vida seria no funcionan en el espacio consagrado al juego y mientras dura éste.
En el ámbito lúdico rige una legitimidad propia distinta de la del mundo de afuera: las reglas de juego. No hay juego sin reglas. El juego más simple ya denuncia la presencia de una ley de juego al menos. Jugar es fundar un orden o improvisarlo o someterse voluntaria y gozosamente a él. El orden lúdico – sin el cual no hay juego- es el que define y limita la libertad del jugador. La interrelación orden-libertad se muestra con claridad meridiana en todos los juegos. Asociar el goce y la libertad al juego. Disciplina, rigidez corporal, son reemplazados por la soltura, la alegría y la facilidad en la hora de jugar.
Es frecuente encontrar la antinomia trabajo-juego. El primero va asociado a la obligación y el segundo a la libertad y al goce. Si el trabajo es un invento de la escasez y sirve para colmar una carencia, el juego es movimiento libre, gozoso, sin finalidad ni sentido más allá del tiempo-espacio consagrado para jugar. Entrar al juego es una decisión personal que atañe solo al jugador. El juego por mandato o delegación no es juego. Una vez que el jugador eligió jugar debe someterse al orden lúdico; la libertad desplegada durante el transcurso del juego ha de amoldarse a esa legalidad libremente aceptada. Se distingue dos formas de como la libertad se manifiesta jugando: la absoluta, se ejerce en el momento de tomar la decisión y la condicionada, por las reglas del juego.
El modelo lúdico
Así como la parodia de “el campo de croquet de la reina” es anti modelo (anti-juego) para repudiar, careciendo de las condiciones elementales de cualquier juego competitivo, cualquier autentico juego es modelo de convivencia social. Aun los juegos competitivos de componentes más o menos violentos funcionan también como paradigmas cargados de gran fuerza formativa. Estos juegos a través de los cuales los jugadores descargan agresividad, no generan místicos de la violencia ni estimulan instintos criminales, siempre que cumplan con las condiciones elementales: la soberanía de las reglas de juego limitadores de la violencia y el respeto por el contrincante considerado un par. Si estos requisitos no están ausentes son positivos porque los pequeños jugadores se están entrenando, en la convivencia democrática que no es otra cosa que aprender a compartir la patria (campo de juego) con quienes piensan diferente o esgrimen verdades distintas de las suyas, habituarse a hacer uso del derecho al disenso y a la lucha por las propias convicciones, sin menospreciar ni perseguir ni silenciar las ajenas.
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