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CUENTOS ARGENTINOS


Enviado por   •  15 de Julio de 2013  •  1.992 Palabras (8 Páginas)  •  582 Visitas

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El mensajero

Era un joven mensajero del rey llamado Teobaldo, que para hacer su trabajo cruzaba ríos y montañas y sorteaba toda clase de peligros. Pero no era persona sino personaje. Era el personaje del primero de los cuentos de un libro que en total tenía cinco relatos.

El libro estaba en la biblioteca de una escuela y era uno de los preferidos de los alumnos. Sin embargo, los chicos lloraban en el último cuento porque trataba sobre una princesa que estaba encerrada en una cueva.

Un ogro maligno la había encerrado allí. Al final la chica comenzaba a llorar y sus lágrimas inundaban a todo el reino: el Ogro, ella y todo el mundo morían ahogados.

Como los chicos de la escuela solían leer en voz alta, Teobaldo prestaba atención a ese cuento. Así llegó a enamorarse de la princesa y un día decidió hacer una expedición para salvar a la princesa.

Teobaldo caminó páginas y páginas. Atravesó un cuento sobre un incendio, otro de laboriosos animalitos que hablaban y otro, muy tonto, sobre hadas. Al fin llegó al cuento de la princesa.

En la entrada de la cueva donde un Ogro mantenía cautiva a la princesa había un espantoso dragón. El dragón lanzó sobre él sus potentes llamas para convertirlo en un chicharrón derretido pero Teobaldo usó un matafuegos que había tomado en el cuento del incendio. El dragón, sin fuego, era más inofensivo que una gallina.

En el fondo de la caverna estaba el Ogro. Teobaldo sacó de su bolsillo las cien abejas de las que se había hecho amigo en el cuento de los animalitos y ellas se encargaron de correrlo al Ogro durante veinte páginas.

A continuación, Teobaldo desató a la princesa un segundo antes de que comenzara a llorar e inundara el reino. Con la varita mágica que le había prestado una de las hadas tontas hizo aparecer un carruaje y en él escaparon los dos, se casaron y fueron felices.

Desde entonces el último cuento tuvo final feliz y para Teobaldo el trabajo fue doble, si los chicos estaban por leer el primer cuento corría para participar de mensajero; si en cambio se les daba por leer el último, corría para hacer de héroe que salvaba a la princesa.

Y los chicos que leían rápido hasta llegaban a verlo en los demás cuentos, mientras tomaba el matafuegos, hablaba con las abejas o le pedía la varita a las hadas tontas.

RICARDO MARIÑO

Libros con magia

Editorial Santillana

NOCHE DE REYES A SALTOS por GUSTAVO ROLDÁN

El sapo andaba atareado y nervioso, revolviendo entre los yuyos y juntando cosas. No tenía tiempo casi ni para saludar.

-Esta noche vienen, ¿eh, don Sapo? -preguntó el coatí.

-Ay, don Sapo, no veo la hora de que lleguen -dijo la paloma.

-No sé si voy a poder dormir esta noche -dijo la iguana.

-Bah -dijo la lechuza-, ése es un sapo mentiroso. Seguro que les anduvo contando el cuento de los Reyes Magos.

-Don Sapo nos dijo que esta noche van a venir con regalos- contestaron el coatí y la paloma.

-¿Sí?- dijo la lechuza-, y también les habrá dicho que vendrán montados en camellos. ¿Me quieren explicar cómo hacen los camellos para cruzar el mar? ¿A que eso no les dijo?

-Claro que sí. Nos contó que había sido un problema, y por eso ahora vienen montados en sapos, que sí saben cruzar el mar. A saltos, claro.

-¿Y para cruzar las montañas? ¿Los sapos saben cruzar las montañas? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, sí nos dijo. Andan todo el día a los saltos para practicar el cruce de las montañas. Ésa es la forma de cruzarlas, a saltos.

-Bah- dijo la lechuza-, ése sapo es un mentiroso. ¡Miren si los Reyes Magos van a cambiar los camellos por sapos! ¿Alguien los ha visto montados en sapos? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, claro que sí. Nadie los vio porque los sapos no hacen ruido al saltar y llegan despacito cuando todos están dormidos. Los camellos hacen mucho ruido.

-Bah -dijo la lechuza-, se van a quedar con las ganas porque esta noche no va a venir nadie.

En la noche brillaba una luna redonda y blanca. El coatí, la paloma, el quirquincho y mil animales más daban vueltas sin poderse dormir. Al final, como sin darse cuenta, se durmieron más temprano que nunca. Sólo quedó despierto el canto de las ranas.

Aquel 6 de enero todos se despertaron muy temprano.

-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron los Reyes!- gritaban picos y hocicos.

Al lado de cada uno había un regalo. Una pluma roja para la paloma gris. Un higo maduro para el coatí. Una flor de mburucuyá para la iguana. Y así mil cosas para los mil animales.

-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron los Reyes!- gritaban todos.

¿Todos? Bueno, todos no. En un rincón, tras de un árbol caído, el sapo dormía sin que los ruidos pudiesen sacarlo de su cansancio. Había andado a saltos toda la noche, y ahora soñaba con Reyes Magos montados en sapos, y hablando en sueños decía:

-Ja, si sabrá de Reyes Magos este sapo.

La estrella de futbol

De chico fui muy malo jugando al fútbol: en lugar de la pelota, pateaba los tobillos; a veces festejaba un gol de los adversarios o perseguía al referí pensando que era un adversario.

Pese a todo, un día los chicos vinieron a buscarme, nuestro equipo debía enfrentar al barrio “El chorizo”, un equipo de chicos gordos, alimentados con toneladas de carne, porque eran hijos de trabajadores de un frigorífico.

Nuestro barrio, en cambio, era débil y propenso a la gripe.

Nuestros padres trabajaban en el molino harinero, y nosotros vivíamos comiendo fideos.

El día del partido, había tres de los nuestros con fiebre. Por eso vinieron a buscarme.

Cuando faltaban cinco minutos, el partido seguía cero a cero.

Habíamos pasado todo el tiempo metidos en nuestro arco, haciendo rebotar en nuestras cabezas, rodillas y colas los terribles pelotazos que tiraban los adversarios. Yo no había logrado tocar la pelota con los pies, pero sí impedí tres goles: uno con la espalda, otro con la oreja y otro con la nariz.

“¡Troncoso

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