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Copos De Nieve


Enviado por   •  18 de Febrero de 2013  •  1.606 Palabras (7 Páginas)  •  631 Visitas

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Copos de nieve

Manuel era el menor de cinco hermanos. Su familia era muy humilde. Su padre era herrero y su madre horneaba pastelitos para vender en la plaza de su pueblo.

Los cinco hijos colaboraban con sus padres pues el dinero no alcanzaba. Los mayores trabajaban en la cosecha, los del medio vendían los pastelitos en la plaza y Manuel ayudaba en la cocina a su madre. En realidad, Manuel quería vender los pastelillos y no pasarse el día en la cocina, pero como era el más pequeño, sus padres no se lo permitían.

Trabajaban juntos para salir adelante. No era sencillo, por más que se esforzasen. El trabajo era duro y la paga muy poca.

La pobreza, el sacrificio y las necesidades no habían logrado que Manuel no soñase, ése era un derecho que nada ni nadie podía negarle jamás.

Soñaba con muchas cosas, sobre todo con que su familia saliera de la pobreza y que todos pudieran vivir una vida digna. Que su madre no tuviese que pasar horas horneando pasteles y que los cinco hermanos pudieran estudiar.

Manuel tenía otro sueño más, entre los tantos que tenía. Deseaba con toda el alma ver nevar algún día. Algo por demás difícil cuando se vive en una zona tropical.

Cuando se nublaba o llovía, Manuel le decía a todo el mundo que seguramente luego nevaría.

No todos comprenden los sueños de la misma manera, para algunos son el pasaporte a una vida mejor, para otros pueden resultar peligrosos y portadores de futuras desilusiones.

El padre de Manuel no renegaba de que su hijo soñase tantas y diferentes cosas, es más, le parecía sano y una manera de salir –aunque fuese por un rato- de la realidad que vivían.

La madre, en cambio, no pensaba igual. Estaba muy preocupada pues pensaba qué tan grande sería la desilusión de su hijo cuando viese que la vida no cumplía sus sueños.

Una mañana, el cielo amaneció por demás oscuro. Las nubes amenazaban con una gran tormenta.

Manuel se levantó feliz, mientras ayudaba a su madre a cocinar le preguntó entusiasmado:

– ¿Qué harás mamá con el primer copo de nieve que caiga? – Sus ojos brillaban al pensar en ese momento y su rostro se iluminaba como sólo lo hacen los rostros de las personas que tienen un gran sueño en su corazón.

– Jamás nevará Manuel – Contestó firme su madre – Ya no sueñes más con ello, es inútil, mira el calor que hace. No nevará hoy y tampoco mañana ¿entiendes?

Una lágrima se deslizó triste sobre el rostro de Manuel. Sólo una. No era un niño que se dejase vencer fácilmente. Sabía que era difícil que nevase, también sabía que era difícil salir de la pobreza, estudiar, vivir sin penurias económicas, pero no era difícil soñar y no pensaba renunciar a hacerlo.

La madre apenada, secó la lágrima que Manuel dejó escapar. Tomó el rostro de su hijo con ambas manos y le dijo:

– Ya no pienses más en ello, hijito. No nevará y no te entristezcas por ello. Piensa que si cayera nieve no tendríamos ropa suficiente como para soportar el frío.

Manuel no dijo nada. No quería contradecir a su madre, pero sabía que no dejaría de pensar en ello. Eran demasiadas las cosas que no tenía, como para dejar escapar algo que era absolutamente suyo, el derecho a soñar.

Las nubes se disiparon y una vez más el sol acaparó el cielo. Al niño no le importó, su sueño se mantenía intacto.

Al finalizar el día y cuando su padre fue a darle las buenas noches, Manuel le preguntó:

– ¿Qué harás papá con el primer copo de nieve que caiga?

– Te lo regalaré a ti hijito – Contestó sonriente su padre.

– Pero si nieva nos moriremos de frío. No tenemos suficiente ropa, ni guantes, ni gorros – dijo el niño.

– No te preocupes por ello, tu sueña, si viene la nieve, seguro traerá con ella abrigos suficientes para todos, ahora duerme- El papá acarició la cabeza del niño y se fue.

Manuel casi no pudo dormir esa noche. Su padre no se había molestado porque él quisiera ver nevar. Tal vez era posible. Quizás si existía la posibilidad de que ése y sus otros sueños se hicieran realidad.

Saber que, al menos a su papá, no le parecía mal que él soñase, le dio al niño aún más ganar de luchar por aquello que deseaba alcanzar. A veces, hasta para soñar es bueno contar con alguien que nos apoye y nos acompañe.

A la mañana siguiente, Manuel tomó una decisión. Saldría a vender él los pastelillos y le pediría a uno se sus hermanos que lo reemplace en la cocina.

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