Dile Que No Me Maten
Enviado por idcasm • 12 de Abril de 2015 • 2.151 Palabras (9 Páginas) • 226 Visitas
¡Diles que no me maten!
Juan Rulfo
¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por
caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo.Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado
bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya
no quiero volver allá.
-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué, consigues.
-No. No tengo ganas daacutaacute;n ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y Si
voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por
afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:
-No.
Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.
Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó
hasta la puerta del corral. Luego se dio vuelta para decir:
-Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará
de mi mujer y de los hijos?
-La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y
ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.
Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él
seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar
quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero
el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía
ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a
matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las
puede sentir un recién resucitado.
Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio, tan
enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar
a don Lupe. No nada más por nomás como quisieron hacerle ver los de
Alima, sino porque tuvo sus razones.Él se acordaba:
Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su
compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le negó
el pasto para sus animales.
Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la
sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otro sus animales
hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole
la yerba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a romper la cerca y
a arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se
hartaran de comer. Y eso no le había gustado a don Lupe, que mandó
tapar otra vez la cerca para que él, Juvencio Nava, le volviera a abrir otra
vez el agujero.
Así, de día se tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el
ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca, siempre esperando; aquel
ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto sin poder
probarlo.
Y él, y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de
acuerdo.
Hasta que una vez don Lupe le dijo:
-Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.
Y él contestó:
Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su
acomodo. Ellos son inocentes. Ahi se lo haiga si me los mata.
"Y me mató un novillo.
"Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo,porque ya en abril
andaba yo en el monte, corriendo del exhorto. No me valieron ni las diez
vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida de
la cárcel T odavía después, se pagaron con lo que quedaba nomás por no
perseguirme, aunque de todos modos me perseguían. Por eso me vine a
vivir junto con mi hijo a este otro terrenito que yo tenía y que se nombra
Palo de Venado. Y mi hijo creció y se casó con la nuera Ignacia y tuvo
ya ocho hijos. Así que la cosa ya va para viejo, y según eso debería estar
olvidada. Pero, según eso, no lo está.
"Yo entonces calculé que con unos cien pesos quedaba arreglado todo.
El difunto don Lupe era solo, solamente con su mujer y los dos
muhachitos todavía de a gatas. Y la viuda pronto murió también dizque
de pena. Y a los muchachitos se los llevaron lejos, donde unos parientes.
Así que, por parte de ellos , no había que tener miedo.
"Pero los demás se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuciado
para asustarme y seguir robándome. Cada que llegaba alguien al pueblo
me avisaban:
"-Por ahí andan unos fureños, Juvencio.
"Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y
pasándome los días comiendo verdolagas. A veces tenía que salir a la media noche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la
vida . No fue un año ni dos. Fue toda la vida."
Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba
trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de su vida, después
de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado su mejor
tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y
cuando su cuerpo había acabado por ser un puro pellejo correoso curtido
por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose de todos.
Por si acaso, ¿no había dejado hasta que se le fuera su mujer ? Aquel día
en que amaneció con la nueva de que su mujer se le había ido, ni
siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que
se fuera sin indagar para nada ni con quién ni para dónde, con tal de no
bajar al pueblo. Dejó que se le fuera como se le había ido todo lo demás,
sin meter las manos. Ya lo único que le quedaba para cuidar era la vida,
y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía dejar que lo mataran.
No podía. Mucho menos ahora.
Pero para eso lo habían traído de allá , de Palo de Venado. No
necesitaron amarrarlo para que los siguiera. Él anduvo solo, únicamente
maniatado por el miedo. Ellos se dieron cuenta de que no podía correr
con aquel cuerpo viejo, con aquellas piernas flacas como sicuas secas,
acalambradas por el miedo de morir. Porque a eso iba. A morir.
...