DILES QUE NO ME MATEN
Enviado por zamodrigo • 30 de Septiembre de 2014 • 5.408 Palabras (22 Páginas) • 260 Visitas
DILES QUE NO ME MATEN
Adaptación a guión dramático del cuento homónimo de Juan Rulfo. Por Rodrigo Méndez.
Personajes:
Juvencio, Justina, Sargento 1, Sargento 2, Coronel y Narrador.
PRIMERA ESCENA
La escena se desarrolla en el campo. De noche. Hay un horcón al centro del escenario, donde aparece Juvencio amarrado. Justina aparece de espaldas al escenario, sentada en una piedra.
JUVENCIO: -¡Diles que no me maten, Justina! Anda vete a decirles eso. Diles que lo hagan por caridad.
JUSTINA: -No puedo. Hay ahí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
JUVENCIO: -Haz que te oiga, date tus mañas y dile que para sustos ya estuvo bueno.
JUSTINA: -No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo no quiero volver allá.
JUVENCIO: -Anda otra vez, sólo otra vez, a ver qué consigues.
JUSTINA: -No. No tengo ganas de eso. Yo soy tu hija. Y si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de ese tamaño.
JUVENCIO: (Desesperado) -Anda, Justina, diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
JUSTINA: (Apretando los dientes y negando con la cabeza) –No. (Pausa. Se levanta y camina hacia la puerta del corral. Luego se da vuelta de mala gana.) –Voy pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará de mi marido y de mis hijos?
JUVENCIO: -La Providencia, Justina, la Providencia…
(Sale Justina.)
NARRADOR: -Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No tenía ganas de nada, sólo de vivir. Pero recordaba aquel asunto de cuando tuvo que matar a Don Lupe Terreros, el dueño de La Puerta de Piedra, por más señas su compadre, al que él, Juvencio Nava tuvo que matar por haberle negado el pasto para sus animales.
SEGUNDA ESCENA
(Aparece Juvencio con sombrero y botas, chasqueando un palillo de madera entre los dientes y chicoteando con una vara)
JUVENCIO: - No me quedó de otra. Tuve que matarlo. Por aquel entonces había llegado la sequía y vi como se me morían uno tras otro mis novillos. Entonces fue cuando me puse a romper la cerca y arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se hartaran de comer.
(Entra Don Lupe)
Don Lupe: -Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.
JUVENCIO: -Mire, Don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su acomodo. Ellos son inocentes. Ahí se lo haiga si me los mata.
NARRADOR: -Y le mató un novillo tras otro. Habían pasado ya treinta y cinco años desde entonces. Él se había ido al monte, corriendo de un lado para otro. No le valieron ni las diez vacas que le dio al juez, ni el embargo de la casa para pagarle la salida de la cárcel. Todavía después se cobraron con lo que quedaba nomás por no perseguirlo. Pero de todos modos lo persiguieron.
JUVENCIO: - Por eso me vine a vivir junto con mi hija a Palo de Venado. Mi hija creció y se casó con el yerno Ignacio y tuvo ocho hijos. Así que la cosa ya va para viejo, y según eso debería estar olvidada. Pero según eso no lo estaba.
NARRADOR: - Todos se atuvieron a que andaba exhortado y enjuiciado para asustarlo y seguir robándole. Cada vez que llegaba alguien del pueblo le avisaban:
(Voces en off:) -Por ahí andan unos fuereños Juvencio.
JUVENCIO: -Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo verdolagas. A veces tenía que salir a media noche como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida. No fue un año ni dos. Fue toda la vida.
NARRADOR: -Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de sus vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte.
JUVENCIO: - ¿No había dejado hasta que se fuera mi mujer?
NARRADOR: -Ni siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que se fuera sin indagar ni con quién ni para dónde, con tal de no bajar al pueblo.
JUVENCIO: - No podía dejar que me mataran. No podía.
NARRADOR: -Pero ellos se dieron cuenta de que no podía correr con aquel cuerpo viejo, acalambrado por el miedo de morir. Porque a eso iba. A morir. Así se lo dijeron. Él pensaba que tal vez se hubieran equivocado. Quizá buscaban a otro Juvencio Nava y no al Juvencio Nava que era él.
TERCERA ESCENA
(Entran Sargento 1 y Sargento 2. Vuelven a atar a Juvencio con las manos por detrás y lo conducen a la orilla del proscenio. Afuera del escenario aguarda el Coronel.)
JUVENCIO: - Yo nunca le he hecho daño a nadie.
SARGENTO 1: (Dirigiéndose hacia fuera del escenario) - Mi coronel, aquí está el hombre.
CORONEL: - ¿Cuál hombre?
SARGENTO 1: -El de Palo de Venado, mi coronel, el que usted nos mandó traer.
CORONEL: -Pregúntale que si ha vivido alguna vez en Alima.
SARGENTO 1: -Hey, tú, que si has vivido en Alima.
JUVENCIO: -Sí. Dile al coronel que de allá mismo soy.
Coronel: -Pregúntale que si conoció a Guadalupe Terreros.
SARGENTO 1: - Que dizque si conociste a Guadalupe Terreros.
JUVENCIO: ¿A Don Lupe? Sí. Dile que sí lo conocí. Ya muirió.
CORONEL: (Saliendo al escenario) - ¡Ya sé que murió! Guadalupe Terreros era mi padre. (Pausa. El coronel enciende un cigarrillo. Luego prosigue.)
– Cuando crecí y lo busqué me dijeron que estaba muerto. Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta.
-Luego supe que o habían matado a machetazos, clavándole después una pica de buey en el estómago. Me contaron que duró más de dos días perdido y que cuando lo encontraron tirado en un arroyo, todavía estaba agonizando y pidiendo el encargo de que le cuidaran a su familia.
-Esto, con el tiempo, parece olvidarse. Uno trata de olvidarlo. Lo que no se olvida es llegar a saber que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con la ilusión de la vida eterna.
(Con tono furioso) –No. No puedo perdonarle que siga viviendo. No debía haber nacido nunca.
JUVENCIO: (angustiado) -¡Míreme, coronel Ya no valgo nada. No tardaré en morirme solito, derrengado de viejo. ¡No me mates! (casi llorando)
CORONEL: - ¡Llévenselo y amárrenlo un rato para que padezca. Luego fusílenlo! (Sale de escena hacia el mismo lugar por donde entró.)
JUVENCIO: - Ya he pagado, coronel. He pagado muchas veces. Todo me lo quitaron. Me castigaron de muchos modos. Me he pasado cosa
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