EL TESORO PERDIDO

EL TESORO PERDIDO

Josefa es una mujer de piel canela con una figura esbelta, con ojos grandes que miran con dulzura, menea sus caderas al son de la música porque coquetea con la brisa y el sol. Ella, una mujer habitante de Condoto por allá de un rincón del Chocó, si, chocó como su piel, chocó como sus ojos. Tenía un gran espíritu, ayudar a su gente de su bello pueblo como ella le decía. En Condoto toda la gente era alegre, eran hermanables y se ayudan entre sí, lo que hacía que Josefa lo fuera igual.

Cada domingo en el pueblo sus habitantes se reunían en la plaza principal para festejar la llegada del gran domingo. Josefa se encargaba de armar el festejo. No podía faltar la música para acompañar el encuentro. En Condoto se afloraban los sentimientos al son de las palmas, las danzas y las tamboras. Allí chicos y grandes dejaban cartas y flores. Las cartas para pedir aquello que necesitaban y las flores para representar la hermandad entre todos. Todo era normal para este pueblo. Todo era normal para Josefa.

De repente algo extraño sucedió. El sol ya no salió como de costumbre. El mar ya no agitaba sus olas. Los pájaros ya no despertaban el día con sus cantos - ¿Pero qué ha pasado aquí?- Preguntó Josefa. Condoto ya no era el mismo. El tesoro ya no estaba, alguien lo había arrebatado.

Cierto día un mal pasó por allí. Pasó con tal furia y se lo llevó. Desesperadamente Josefa empezó a buscarlo, pasaba de casa en casa preguntándolo, pero nadie hacia nada, nadie lo conocía, todos mostraban desdén. Ya Condoto no es igual – Decía ella triste.

Pasó el tiempo después de sufrir mil penurias, cansados de esto. Josefa invito a todos los habitantes nuevamente para que se reunieran en la plaza. Les dijo que a pesar de lo que estaban pasando, debían encontrar el tesoro perdido. Se miraron unos con otros asombrados porque no sabían a qué tesoro se refería Josefa, sin embargo decidieron empezar a buscarlo.

Motivados, felices y al son de tamboras hicieron que mágicamente Condoto volviera a vivir, el sol tiñó el cielo, el cantico de los pájaros hicieron su sonar y las fuertes olas despertaron el mar.

Josefa hizo que todos se dieron cuenta que el mal se trataba de la perturbación de la armonía y la paz que allí se vivía. Cada persona permitió que él entrara en sus corazones para sembrar odios y rencores. Habían perdido el tesoro: el amor, el respeto y el cariño.

Al final las sonrisas volvieron y el tesoro brillo de nuevo.

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