El Hombre Que Amaba A Una Mujer

EL HOMBRE QUE AMABA A UNA MUJER

Y allí estaba ella de nuevo, entrando en aquel sitio clandestino como todas las noches desde el día en el que, por cosas del destino, no tuvo más opción que pedir dinero a un prestamista para poder pagar el funeral de su padre.

Como de costumbre, Martin le abrió la puerta y la miro con esa mirada dulce que solo podría hacer una persona hacia su enamorada.

 10:00pm. en punto, que puntual eres leidy. Sigue, el jefe te está esperando.- dijo Martin mientras miraba hacia el exterior. Cerro la puerta tras de ella y se quedó mirándola mientras que se dirigía hacia las escaleras.

Él se había dedicado durante este tiempo a observar y analizar a aquella mujer. Sabía que siempre llegaba a las 10:00pm en punto y que traía un olor peculiar consigo, un olor como a tabaco. También que tenía una figura descomunal que llamaba la atención de muchos hombres, entre los que se encontraba el. Pero también tenía un lado oscuro, se dedicaba a la vida nocturna.

Leidy sabía que Martin gustaba de ella, pero no había querido darle alas respecto a esto, por el contrario decidió hacerlo unos de sus mayores confidentes y amigos.

Al llegar al cuarto piso, leidy se encontró con un largo corredor que llegaba a un cuarto.

 Entra ya Leidy!!! No tengas miedo. – grito Gustavo al escuchar el sonido de los tacones en el corredor. Él era ese tipo un prestamista que se aprovechaba de la situación para buscar jóvenes que necesitaran dinero para luego hacerlas pagar en especie.

Se abrió la puerta de aquel cuarto oscuro y se vio asomar una delicada mano. Ella llevaba puesto un abrigo de pieles y unos tacones rojos.

 Ya sabes que tienes que hacer – le dijo Gustavo mientras cerraba la puerta de la habitación.

Después de un par de horas Martin vio bajar por las escaleras a Leidy, eran las 12:00. El la esperaba como era de costumbre, para luego dirigirse hacia algún bar donde pudieran tomarse algunos tragos y hablar como buenos amigos.

 ¿Cuantas cuotas te quedan? – Dijo Martin al mismo tiempo en que ella pisaba el último escalón.

 Todos los días te respondo la misma pregunta. – dijo Leidy con un tono de desagrado. – pero como siempre te responderé, me faltan 30, espero no tener que volver nunca más, me gustaría que hoy fuera el ultimo día pero no.- añadió ahora con un tono de tristeza.

Iban caminando por aquella calle fría y oscura, decidieron mejor ir al parque a charlar sobre un tema, que según leidy, era de gran importancia y no podía esperar.

 No te preocupes leidy, te prometo que si consigo el dinero de la pensión de mi padre te lo doy para que no tengas que pagar de esa horrible forma. – dijo Martin

 No me prometas eso. - dijo mientras se sentaba en la banca del parque. – mejor prométeme otra cosa, ¿sí?

 Que quieres que haga por

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