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El Mercader de Venecia Por WILLIAM SHAKESPEARE


Enviado por   •  29 de Octubre de 2015  •  Resumen  •  6.522 Palabras (27 Páginas)  •  222 Visitas

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El Mercader de Venecia

Por

WILLIAM SHAKESPEARE

Diálogo modificado por Valeria Azofeifa y María Julia Porras

Personajes

El príncipe de Marruecos: Daniela Brenes

El príncipe de Aragón: Tamara Benavides

Antonio: Jimena Alvarado

Bassanio: Ma. Julia Porras

Graciano: Diana Díaz

Salanio: Tamara Benavides

Salarino: Mónica Vindas

Lorenzo: Lucía Alfaro

Shylock: Lucía Rodríguez

Tubal: Laura Estrada

Launcelot Gobbo: Valeria Porras

El viejo Gobbo: Valeria Azofeifa

Leonardo: Hillary Castillo

Baltazar: Hillary castillo

Porcia: Yuliana Porras

Nerissa: Valeria Azofeifa

Jessica: Daniela Brenes

Mensajero y Criado: Laura Estrada

  • Escena: Parte de Venecia y parte en Belmont, residencia de PORCIA, en el Continente.

*Personajes extras personificados por: Laura Estrada

Acto I

Escena I

Venecia. –Una calle.

Entran ANTONIO, SALARINO Y SALANIO.

ANTONIO.- No me explico porque tanta tristeza, es inquietante. Me he vuelto tan pobre de espíritu que me cuesta gran trabajo reconocerme.

SLARARINO.- Como señores ricos y burgueses de las ola, o si lo preferís, como palacios móviles del mar, contemplan desde lo alto de su grandeza la gente menuda de la pequeñas naves mercantes que se inclinan y les hacen reverencia.

SALANIO.- Creedme, señor, si yo corriera semejantes riegos, la mayor parte de mis afecciones se hallaría lejos de aquí, en compañía de mis esperanzas.

SALARINO.- Mi soplo, al enfriar la sopa, me haría venir el pensamiento de los daños que un ciclón podría hacer en el mar. No me   at revería a pensar en perder  mi bajel Andrés, encallado y ladeado en el fondo del mar. Sin necesidad de que me lo digáis, se que Antonio esta triste porque piensa en sus mercancías.

ANTONIO.- La suerte de mis mercenarios  es lo que me entristece.

SALARINO.- Pues entonces es que estas enamorado.

ANTONIO.- ¡Quita, quita!

SALARINO.- ¿Ni enamorado tampoco? Pues convengamos en que estas triste porqué no estás alegre, y en que os seria por demás grato reír, saltar, decir que estáis alegre porque no estáis triste.

Aquí llega Basanio , vuestro nobilísimo pariente con Graziano y Lorenzo. Que os vaya bien, vamos a dejaros en mejor compañía.

ANTONIO.- Tengo la seguridad de que vuestros asuntos personales os reclaman y aprovecháis esta ocasión para partir.

(Entran Bassanio, Lorenzo y Graciano)

SALANIO.- Buenos días, mis buenos  señores.

Bassanio.- Señores míos ambos ¿Cuándo tendremos el placer de reir juntos nuevamente?  

SALARINO.- Dispondremos nuestros ocios para hacerlos servidores de los vuestros.

LORENZO.-  Señor Bassanio, puesto que os habéis encontrado con Antonio, vamos a dejaros con él, mas acordaos de nuestro sitio de reunión.

BASSANIO.- No os faltaré.

GRACIANO.- Mas no tenéis Antonio un buen aspecto. ¿Tal vez la opinión del mundo os preocupa demasiado?

ANTONIO.- El mundo es un teatro donde cada uno representa un papel, el mío es bien triste.

GRACIANO.- Represente yo el de bufón. Que las arrugas de la vejez vengan en compañía del júbilo y de  la risa. ¡Oh, Antonio! Se de esos que le deben su reputación a los sabios, pero no vayas a pescar con el anzuelo de la melancolía al gobio de los tontos.

 Que lo paséis bien. Vamos Lorenzo. Acabare mis exhortaciones después de la comida.

LORENZO.- Bien, os dejaremos entonces hasta la hora de comer.

ANTONIO.- Adiós, esta conversación acabará por hacerme charlatán.

GRACIANO.- Tonto mejor, pues el silencio no es recomendable más que una lengua de  vaca ahumada.

(Salen Graciano y Lorenzo)

ANTONIO.- ¿Todo esto tiene algún sentido?

BASSANIO.- Graciano es el hombre de Venecia que gasta la más prodigiosa cantidad de naderías.

ANTONIO.- Exacto, ahora, decidme: ¿Quién es esa dama por la que habéis hecho voto de emprende una secreta  peregrinación, de que me prometisteis  hablar hoy?

BASSANIO.- No ignoráis, Antonio, hasta que punto he disipado  mi tortura por haber querido mantener una ostentación más lujosa  de la que me permitían mis débiles medios. Con vuestra  amistad cuanto para los palanes que me permitirán     desprenderme de mis deudas.

 ANTONIO.- Os lo ruego mi buen Bassanio, hacédmelos conocer. Todos mis recursos estarán a vuestro servicio.

BASSANIO.-  Os debo mucho y lo que os debo está perdido. Mas si deseas prestarme vuestros servicios vuestro  deudor agradecido estará por la primera.

ANTONIO.- Dicedme pues, simplemente lo que puedo hacer, pues estoy dispuesto a realizarlo. Hablad.

BASSANIO.- Hay en Belmont una rica y bella heredera. Su nombre es Porcia. Sus rizos color del  sol caen  sobre sus sienes  como un vellocino de oro. Multitud de jasones desembarcan para conquistarlo, desearía yo tener los medios necesarios, he incuestionablemente resultaría vencedor.

ANTONIO.- Estoy dispuesto a agotar hasta la última moneda para proveerte los recursos que te permiten ir a  Bermont, morada de la bella Porcia.

Escena II

Belmont.- Una habitación en la casa de PORCIA.

Entran PORCIA y NERRISA.

PORCIA.- Estoy cansada de este mundo, Nerissa.

NERISSA.- Tendrás razón para estarlo si vuestras miserias fuesen tan   abundantes como  vuestras prosperidades. Lo  innecesario nos envejece más rápido.

PORCIA.- Bunas máximas y  bien expresadas. Si fuese fácil,  Nerissa, ya no puedo escoger a quien quiera ni rechazar a quien me desagrada.

NERISSA.- Vuestro padre fue simpre virtuoso, y los hombres sabios tienen a su muerte nobles inspiraciones. La riqueza no será rectamente comprendida más que  por un hombre que os ame correctamente. ¿Cuál es vuestro afecto por eses pretendientes?

PORCIA.- Te lo ruego, recítame sus nombres.

NERISSA.- Primero está el príncipe napolitano.

PORCIA.- Es solamente un príncipe sin juicio, que no hace más que hablar de su caballo.

NERISSA.- Viene en segundo el Conde palatino.

PORCIA.- No hace más que fruncir el entrecejo. Se le cuentan anécdotas graciosas y él ni se sonríe. ¡Que el cielo me libre de ambos!

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