El Que Escriba Habrir No Deberia Graduarse
Enviado por • 23 de Septiembre de 2014 • 2.160 Palabras (9 Páginas) • 213 Visitas
El que escriba ‘habrir’ no debería graduarse
Las faltas de ortografía y de comprensión lectora abundan en la Universidad
Los profesores se plantean si además de los conocimientos deberían evaluar un lenguaje viciado por los SMS
Escribir habrir es una falta de ortografía tan descabellada e inverosímil que parece un signo de rebeldía, como quien escribe okupa. Sin embargo, cuando una profesora de Hispánicas —letras— y otra de Agrónomos —ciencias— repasan en común mentalmente las faltas más habituales de sus alumnos aparece pronto el dichoso habrir. ¿Cómo llegan a una falta tan rocambolesca? Probablemente, conjeturan las docentes, porque no distinguen “habría” del verbo haber de “abría” (casi siempre escrito sin acento) de abrir. Los fallos ortográficos y de expresión son frecuentes en unos estudiantes que con esa ortografía no hubiesen pisado la Universidad. Los profesores reconocen que el panorama es desolador, pero pocos bajan la nota de un examen por la ortografía y la expresión —menos aún en las carreras de ciencias— y no existen reglas comunes para baremar este asunto en los departamentos de las facultades.
“Hay algo de verdad y algo de tópico. Si no hubiera sido por la métrica, el poeta podría haber dicho tal vez ‘cualquier ortografía pasada / fue mejor’. Antes había un sector de la población que no estudiaba y que apenas sabía escribir. Ese sector hoy ha accedido a la enseñanza y, por supuesto, escribe mejor”, explica el académico Salvador Gutiérrez, que fue el encargado de coordinar Ortografía de la lengua española, el polémico volumen de la RAE. “Sin embargo, los que antes estudiaban debían someterse a un largo y duro aprendizaje de corrección idiomática y, como consecuencia, su ortografía alcanzaba un nivel mucho más elevado que el que tienen los que, por ejemplo, acceden hoy a la Universidad”.
“El problema no es solo de ortografía. También, o más, de prosodia. Es decir, la organización de la sintaxis: los puntos, las comas… Entiendo “baca”, pero puedo no entender el discurso si no se organiza bien. Es difícil de marcar, pero no se esfuerzan”, plantea Flor Salazar, profesora de Filología Hispánica en la Universidad Complutense. “Por ejemplo, está muy de moda no poner las sangrías después del punto y aparte. Hemos copiado a los anglosajones y eso tenía su utilidad”, prosigue. “Yo, cuando era pequeña, todos los días hacía una redacción. Y es lo que deberían de hacer ahora. Redacción, redacción, redacción. Recuerdo a una compañera de facultad que, hace 40 años, tuvo un cero por escribirdisminutivo”.
Sánchez Ron: “La ortografía no es un juicio relativo, es una ley absoluta”
Amparo Medina Bocos, profesora jubilada de Lengua en secundaria, remarca también la importancia de las tildes. “No es lo mismo ‘revólver’ que ‘revolver,’ pero está socialmente mejor visto que escribir vailar. Hemos caído en la dejadez. En la calle lees cafeteriay antiguedades. Nada”.
Fuentes: Barómetro de hábitos de lectura 2012 (FGEE) y Estudio Internacional del Progreso en Comprensión Lectora (PIRLS 2011). / EL PAÍS
“Si un estudiante escribe que la toma de la Bastilla tuvo lugar en 1787 es probable que no obtenga un sobresaliente, aunque quizá tampoco un suspenso. Pero si escribe que la toma de la Bastilla tuvo lugar en 1987, o —como parece que escribió una vez cierto estudiante— que lo que tuvo lugar en 1789 fue la toma de la Pastilla, entonces no necesita una calificación, sino en rigor un aviso de que no ha llegado a ponerse en condiciones de ser calificado en un examen de Historia”, opina José Luis Pardo, catedrático de Filosofía en la Complutense. “Creo que este es el mismo caso de las faltas de ortografía (cuando son graves): no es lo mismo si un alumno de primero de Filosofía escribe Witgenstein con una ‘t’ de menos que si escribe el dever ser con uve. Hay que suspenderle, claro está. No hay otra manera de hacerle notar que no cumple las condiciones, pero conviene que se entere de que ha suspendido no por falta de conocimientos, sino por no reunir las condiciones previas necesarias para poder ser calificado”. “Es como si en la escuela de ingenieros se preguntasen si hay que ser exigentes en la construcción de puentes o si se debe levantar un poco la mano, aunque algunos viaductos se caigan a la primera ventolera”.
Pardo modela a los próximos filósofos y José Manuel Sánchez Ron, en la Autónoma de Madrid, a los que un día serán físicos. Este cuatrimestre el académico de la Lengua ha decidido bajar la puntuación en Historia de la Ciencia, una asignatura optativa, por los fallos “aunque de una manera generosa, no condicionará su aprobado”. “He tomado esta decisión individual a la vista de que no conduce a nada decirles que presten atención porque saldrán mejor preparados”. El primer día de clase, el científico les recuerda la importancia de escribir bien. “Les digo que no soy su colega y, por tanto, que no pueden escribir como un SMS a los amigos”.
La organización de la sintaxis y los acentos importan tanto como las faltas
El inglés es la lengua franca en ciencias, pero se niega a que se escuden en el argumento de que lo importante es ser capaces de resolver las fórmulas y problemas. “Es la manifestación de un movimiento posmoderno. La ortografía no es un juicio relativo, es una ley absoluta”, dice Ron.
Consensuar que se valore la forma y no solo el contenido de lo escrito no parece fácil. Hace una década un grupo de profesores de Hispánicas en la Complutense propuso al decanato un reglamento común al que ampararse ante las quejas estudiantiles, pero este adujo que el asunto no era de su competencia. “Debe bajarse la nota (incluso hasta llegar al suspenso) cuando se trata de faltas graves y/o muy reiteradas. No debería ser preciso ningún reglamento, como tampoco para ir a clase completamente vestido y calzado o no entrar en el aula con mascotas, y el simple decoro (el sentimiento de vergüenza ante el reproche común) debería bastar para que se inhibieran los infractores”, sugiere Pardo. Aunque, realista, concluye: “Está claro que esto ha dejado de ocurrir, de modo que es preferible que haya una norma común, si fuera posible de Estado, porque esto sería lo más parecido a no tener que estar todo el rato advirtiendo lo que en realidad no haría falta advertir porque es de sentido común”.
Que se lo digan a un profesor de un grado en Comunicación en una prestigiosa universidad pública española enfrentado a sus alumnos por su decisión de rebajar
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