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Enlaces Tecnicos De La Ciudad Antigua

lsmarin31 de Marzo de 2014

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http://enciclopedia.us.es/index.php/Ciudad_antiguaTEMA: Teorías sobre el espacio urbano.

1. La sociología de la ciudad.

La ciudad es una población grande y compacta. Es un gran centro de población organizado como comunidad. La palabra proviene del vocablo latino civitas, que se refería a una comunidad autogobernada. Tradicionalmente es un centro de vida económica, política, religiosa y social. Una ciudad es un área urbana, diferenciada de un pueblo, una villa o una aldea por el tamaño, la densidad demográfica, la importancia, o el estado legal.

Es una aglomeración urbana con una densidad de población relativamente grande en la que predominan las actividades industriales y de servicios. Las ciudades nacieron porque el hombre necesitaba vivir cerca de otros seres humanos para satisfacer sus necesidades de intercambio, reunión, bienestar, etcétera.

En ellas habita un gran número de personas en un espacio determinado. Las ciudades son centros administrativos. En ellas se encuentran los servicios burocráticos más importantes. La ciudad es la más importante obra del hombre, lo reúne todo y nada que se relacione con el hombre le es ajeno o indiferente.

El término ciudad se utiliza para referirse a un espacio urbano que excede un tamaño arbitrario demográfico. La ciudad tiene un aspecto que la caracteriza a la vez que la distingue de las demás y que es fruto de la evolución que ha seguido al cabo de su historia.

Desde el punto de vista de la sociología, la ciudad es la forma y el símbolo de una relación social integrada. La sociología urbana tiene por objeto de estudio los procesos sociales que se generan en la ciudad y su evolución. Por tanto, bajo esta denominación se agrupan los estudios sobre la ciudad, como medio físico y cultural en donde se producen relaciones sociales. La sociología es la ciencia que estudia las relaciones recíprocas entre los seres humanos y el medio social en que se desenvuelven. En el caso de la sociología urbana, este medio es la ciudad; y se encarga de estudiar la ciudad como espacio para vivir, relacionarse y participar.

2. Pensamiento Marxista y el desarrollo urbano

Tradicionalmente el pensamiento marxista mostró un alto interés por la ciudad, para lo cual resulta funcional recordar la descripción que hizo Engels de la vida obrera de los suburbios de Londres y Manchester. Allí Engels, a la vez que describía someramente la vida de campesinos tejedores que progresivamente se iban convirtiendo en obreros, también hacía un detallado relato de cómo la conversión al capitalismo industrial volvía a los seres humanos máquinas a través de la explotación de su mano de obra. Desde sus inicios, el pensamiento marxista identificó a la ciudad como el escenario predilecto de la industrialización, de la profundización de las diferencias entre clases sociales, el escenario de las más grandes muestras de opulencia, pero al mismo tiempo el lugar de las más tristes miserias, en últimas, la ciudad era el escenario perfecto para la reproducción de las contradicciones mismas del capitalismo, así como el propio Engels lo describía en un aparte de La situación de la clase obrera:

Es en las grandes ciudades donde la industria y el comercio se desarrollan con mayor perfección; por tanto, es allí donde, igualmente, aparecen con mayor claridad y en forma manifiesta sus consecuencias para el proletariado. Allí, la concentración de bienes alcanza su grado más elevado y las costumbres y condiciones de vida de los viejos tiempos son radicalmente destruidas (Lefebvre, 1983:13).

Conservando esta tradición y sin ser el único representante del pensamiento marxista sobre la ciudad se encuentran las consideraciones de Henri Lefebvre. No obstante, fue éste uno de los primeros pensadores modernos sobre la ciudad que logró diferenciar la vida urbana del urbanismo, este último como un conocimiento especializado que pretende ordenar y controlar la ciudad, en una tendencia deliberadamente contraria con el estructural-funcionalismo que subyacía en las escuelas de arquitectos urbanistas de los años cuarenta y cincuenta, entre ellos Le Corbusier. Al respecto se expresaba el elocuente pensador marxista hacia la década de 1960:

El urbanismo está de moda; casi tanto como el sistema. Las cuestiones y reflexiones urbanísticas trascienden los círculos de técnicos, especialistas y de intelectuales que se pretenden vanguardistas. A través de artículos periodísticos y escritos de alcances y ambiciones distintas, pasan al dominio público. Simultáneamente, el urbanismo se transforma en ideología y práctica. Y, sin embargo, las cuestiones relativas a la ciudad y a la realidad urbana no son del todo conocidas. No han tomado todavía, en el nivel político, la importancia y el sentido que tienen en el nivel del pensamiento (la ideología) y en el de la práctica (Lefebvre, 1969:15).

De modo decidido la perspectiva de Lefebvre puso de manifiesto las consecuencias que la industrialización hizo en los modos de organización social, pues la ciudad ya no era la ciudad política, la Atenas, ese modelo utópico en el que cada ciudad podía constituirse como un sistema autorregulado, cerrado en sí mismo, absoluto. Un sistema en el que la vida social estaba constituida de forma orgánica por el pueblo, por la comunión de sentidos y saberes. De hecho, para Lefebvre el proceso de industrialización hace necesario prescindir de los parámetros que guiaron la formación de la ciudad antigua, pues la industrialización ha ejercido un singular cambio en las formas de producción social, asunto que se ve reflejado en la recomposición espacial que se evidencia en la especialización de centros de vivienda para obreros, en la construcción de complejos industriales, en la profusa complejización del entramado urbano, todo lo cual en palabras del autor rompe con la vida urbana, sobre lo cual comentaba:

Sin embargo, donde un retículo de antiguas ciudades preexiste, la industria lo toma al asalto. Se apodera del retículo, lo remodela de acuerdo con sus necesidades. Asimismo, ataca a la Ciudad, le presenta combate, la toma, la arrastra. Adueñándose de los antiguos núcleos, tiende a romperla. Ello no impide la extensión del fenómeno urbano: ciudades y aglomeraciones, ciudades obreras, barrios periféricos (con apéndices de suburbios allá donde la industrialización no alcanza a ocupar y fijar la mano de obra disponible) (Lefebvre, 1969:15).

De esta manera, desde la perspectiva de Lefebvre la ciudad moderna se ve atacada por dos tendencias contradictorias: una que pretende ordenarla orgánicamente en conjuntos, zonas y áreas urbanas con tareas y funciones preconcebidas (lo que llamamos en términos prácticos urbanismo que planifica la función social de los parques, las autopistas, la calle, etc.); y otra que subvierte permanentemente dicho orden a partir de la recomposición de las relaciones inmobiliarias, en donde el valor de uso va perdiendo cada vez más terreno sobre el valor de cambio, es decir, una ciudad que permanentemente está cambiando de piel a partir de la hiperactiva transformación en el uso que tienen los bienes inmuebles, lo cual puede implicar que lo que hace dos o tres décadas era un prestigioso barrio se convierta en lugar de oficinas y entidades bancarias, para luego pasar a ser una zona de tabernas, prostitución y criminalidad. Desde la orientación marxista la ciudad es en esencia el lugar de las luchas de clases, de los espacios y lugares que estos grupos tienen en su haber, condicionados bajo sus usos y prácticas, pero desde la perspectiva de Lefebvre no sólo se trata de una lucha de clases abierta, pues es en la lucha en donde cada uno de los elementos se mantiene en juego, como parte activa del proceso continuo de construir la ciudad o, para ser más precisos, la vida urbana.

El problema según Lefebvre consiste en la paralela imposición racional que ejerce el estado, o en este caso el gobierno municipal, sobre la vida urbana, llevando a un extremo fútil y frívolo las tendencias homogenizadoras de la ciudad propuestas por los arquitectos estructuralistas, en donde la ciudad estaba dispuesta en órganos y compartimentos funcionales, rígidos, grises; moles que desbordan, dividen y minimalizan los intercambios permanentes entre agentes sociales de disímiles orígenes económicos, políticos y culturales. Como lo advierte Lefebvre, el derecho a la ciudad radica en la posibilidad de la convergencia, no de la igualdad.

La convergencia sobre estos proyectos (urbanistas) arrastra los mayores peligros. Plantea políticamente el problema de la sociedad urbana. Es posible que de estos proyectos nazcan nuevas contradicciones que estorben la convergencia. Si se construyera una estrategia unitaria y ésta tuviera éxito, nos encontramos quizás ante lo irreparable (Lefebvre, 1969: 43).

De esta manera y con el fin de generalizar, el problema de la conceptualización marxista sobre la ciudad consiste en aparejar los órdenes económicos con las luchas sociales por el espacio y la apropiación derivada del mismo, que suele eludir los distintos órdenes de confluencia, de intercambio simbólico y de regulación espontánea que se generan en la vida urbana, así como lo anotó Jordi Borja.

3. El Individuo y la Metrópoli

No deja de ser sugerente incorporar en el análisis territorial el enfoque de los fenómenos complejos que concibe a la historia como un proceso dinámico y plantea que el rumbo general de un sistema puede modificarse de manera imprevisible debido a la modificación del comportamiento de uno de sus componentes, que en el caso que nos ocupa puede ser

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