Hay Un Espacio Para Todos

El día de la muerte de su madre, Manuel sintió que el mundo se le venía encima. En poco tiempo su vida había cambiado, como hermano mayor, tenía que encargarse de la casa y de sus hermanas. Por ratos pensaba que no podía ser tan difícil, y por ratos que las cosas se habían puesto negras como el carbón. Manuel tenía dos hermanitas: Rosita y Emilia; le gustaban los días domingos porque pensaba que era su día de suerte, porque un domingo se encontró un monedero con 100 soles y su mamá pensó que lo había robado.

Un día mientras Manuel estaba sentado en un murito llego su amigo Pablo, quien también era huérfano y comprendía la situación difícil que atravesaba Manuel. Pablo le advierte de cuidarse que los lleven al orfanato, también le anuncio que le iba a contar un gran secreto.

Pablo le habla a Manuel sobre José, quien la estaba pasando mal, por culpa de su padrastro. José tenía un perro llamado Chivillo. José se encontró de casualidad con una casa que creyó estaba abandonada, entro con cuidado y estaba limpia; en ese momento llego una muchacha joven llamada María quien comprendió la situación y permitió que José se quedara a dormir ese día. Pasado varios días María desapareció y no volvió a su casa. Pablo le estaba proponiendo a Manuel para que se vallan a vivir todos a la casa de María.

Pablo, Manuel y sus hermanas decidieron iniciar el viaje, se fueron bordeando la playa luego se encontraron con Martin el pescador, conversaron y ese día durmieron todos en su casa. Al siguiente día les dio de comer pescado y les enseño a pescar. Los chicos se fueron felices porque habían encontrado dos amigos nuevos: Martin y el mar.

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