LEYENDAS MEXICANAS
Enviado por luisu.fernandezg • 9 de Noviembre de 2014 • 3.050 Palabras (13 Páginas) • 287 Visitas
1) LAS CHINGUIÑAS DEL PERRO
Mi tío severo, a quién siempre lo veían montando en su burro, ya fuera saliendo del callejón en donde está su casa, y en la vereda de la milpa, o en el corral lleno de estiércol seco, siempre le decía a mi tía: ¡Que muertos ni que ocho cuartos!. Y un día primero de noviembre se propuso a esperar a los fieles difuntos que llegan en la noche por sus ofrendas.
Resulta que aquel primero de noviembre mi tío se emborracho, pues el día anterior mi tía había puesto ofrenda a los muertos chiquitos, aquella noche casi lloraba, se acordó que era el día de los muertos grandes y le dijo a mi tía voy ver si es cierto. El sabía que cuando aúllan los perros en la noche, es porque ven a la muerte. Llamo a “Capulín”, un perrito negro muy bravo que se le acerco moviendo la cola. A ver tu “Capulín”, préstame tus chinguinas para que yo también pueda ver a la muerte, y luego lueguito que abraza al perro y le quita las chinguinas y se las embarra en los ojos.
Se paró, cruzó el patio y se echó sobre las mazorcas. Dirigió la mirada hacia la puerta del cuarto grande donde estaba la ofrenda. No me lo van a creer, a las once y media de la noche, se restregaba los ojos y gritaba: ¡No puede ser! ¡Ah! Uno a uno de sus parientes muertos y sus amigos entraban al cuarto, comían, bebían y salían alumbrándose con las astillas del ocote ardiendo, a qué carajo se levantó de la cama.
Así platicaban mi tía Tomasa, ella estaba segura de que los perros tienen la facultad de ver a la muerte.
2) LOS PASADIZOS SECRETOS DE LA PARROQUIA
Saben los fieles a San Bernardino que al centro del retablo había un pórtico de madera que daba accesos a pasadizos secretos, escalinatas que conducían a la dimensión de los muertos.
El pórtico del retablo era un largo subterráneo que llegaba a un lugar en el que se podía platicar con los parientes ya fallecidos.
Al salir las personas platicaban que los difuntos cargaban piedras en los hombros. Lo curioso es que las personas que visitaban el inframundo, al regresar con los vivos morían repentinamente.
Hay otras afirmaciones, un grupo de albañiles al escarbar en la parte trasera encontraron un túnel, se asomaron y vieron varios cráneos y osamentas, hasta que alguien recordó que en la revolución maderista las familias optaron por ocultar sus riquezas en eses túnel y ahí quedaron sepultadas.
3) LA CUEVA DEL DIABLO
Cuenta la historia que en lo alto del Cerro de la Estrella existe una cueva donde vive el Diablo. Cuando una persona iba caminando sola por el cerro, se le aparecía un viejito, el cual era el diablo, este viejito, pedía al caminante que le ayudara a subir, y se dirigía hacia la cueva; cuando se iban acercando a la cueva el anciano hacía al acompañante, proposiciones de riqueza inagotable a cambio de su alma. Al llegar a la cueva, la insistencia se volvía seductora, casi imposible de ser rechazada. Algunos incautos, crédulos o codiciosos, se atrevían a entrar. Cuentan que dentro de la cueva, había un gran lago de maravillosas aguas azules donde nadaban y se bañaban unos patos majestuosos, los cuales comían, chilacaxtle que había en abundancia. Después del lago, al fondo de la cueva, se podían ver unas ollas de barro repletas de monedas de oro la luz que emitían las monedas fulguraba en la caverna y despertaba la codicia del más honesto de los hombres; tales monedas eran ofrecidas por el anciano a su presa...Los incautos visitantes que llegaban a tomar una sola moneda, se quedaban encantados dentro de la cueva pues habían vendido su alma al diablo y éste cobraba implacable su deuda; en cambio, si rechazaban el dinero, podían encontrar la salida de la cueva salvándose así, de los engaños del diablo. Yo no podría afirmar todo esto porque no lo he visto, pues me he cuidado mucho de no encontrarme con el viejecillo. Todo lo sé porque lo platicaban mis abuelos y lo cierto es que durante años y años, se han perdido dentro de esa cueva muchas, muchas personas, especialmente niños, de los que nadie ha vuelto a saber nada.
4) EL MANANTIAL DE LA NORIA
Cerca del panteón de Xilotepec, frente a la mentada cueva del Diablo, estaban los lavaderos públicos. Ahí había un ojo de agua, el de la Noria, donde las mujeres lavaban la ropa, entre ellas mi mamá, contaba Martina.
“Pero el manantial ya no existe, ya se secó, las mujeres que iban a lavar dicen que ése manantial era muy enamorado. La gente sabía que el diablo vivía en ese lugar y contaban que ya se había llevado a una muchacha del barrio de Tlacoapa.
“Una vez llegaron dos hermanas a lavar ropa, luego, luego el líquido comenzó a saltar de puro gusto. Casi al instante apareció a la entrada de los lavaderos un hombre con aspecto de catrín y empezó a piropear a las muchachas. ¡Lárguese!” El insólito personaje se limitaba a reír y a reincidir en su galantería. De pronto, la muchacha; enojada, le arrojo un jicarazo de agua; más el asombro se aposentó en el rostro de los presentes cuando vieron que el agua formo un arcoíris en torno al tipo.
“Azoradas gritaron: ¡Es el diablo!; Algunas recogieron su ropa y se fueron precipitadamente. Otras se santiguaron temblorosas y el catrín se esfumó.
Con el tiempo se supo que una de las hermanas enfermó y una noche se presentó el catrín y la pidió a sus padres para desposarla. Los señores aceptaron, esperanzados en que su hija sanara con el sacramento matrimonial. La ceremonia nupcial fue celebrada en la parroquia de San Bernardino de Siena, pero a la iglesia nomás llegó el catrín solito, y después de la misa se llevó a su esposa.
Extrañados, los familiares de la novia se fueron al barrio de Tlacoapa, a festejar sin los dos protagonistas principales.
Pasaron los años y los vecinos se olvidaron de la pareja, hasta que algunas señoras que lavaban en el manantial se percataron de que, exactamente a las doce del día, el manantial se aquietaba y podía verse en el fondo del borbollón surtidor a la muchacha de Tlacoapa, la esposa del catrín, sentada, encantada y tejiendo.
5) EL CINCUATE
Ignacio urdió un plan, ya que su esposa se levantaba antes que él para prepararle su hitacate y prácticamente lo empujaba fuera de su casa. El plan era salir de su casa para luego, regresar de inmediato y saber la causa por la que su mujer lo echaba, apurándole a que se fuera a trabajar.
Pos sí cuando él volvió, su mujer estaba en la cama, boca arriba, con los pechos desnudos, y "él" encima de ella, chupándole un seno. ¡Era un cincuate Gordo y de piel cuadriculada, de escamas amarillas y negras! El maldito animal había metido su cola en la boca del hijo de
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