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Leyendas Mexicanas


Enviado por   •  20 de Octubre de 2012  •  Tutorial  •  7.889 Palabras (32 Páginas)  •  1.063 Visitas

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Leyendas Mexicanas

La riqueza cultural de un pueblo se manifiesta a través del conjunto de leyendas que ha ido tejiendo su gente a lo largo de la historia.

Ésta colección de leyendas es parte del legado cultural de Mexicano.

***

Publicado por Mitos-Mexicanos.com

© 2012 Kindle Edition

Tabla de Contenido

Leyenda del diluvio 3

Leyenda de los Temblores 4

Las orejas del conejo 6

La Llorona 9

La quemada 15

Leyenda del Popo y el Izta 17

La niña de las iglesias 19

¿Por qué los Conejos Tienen las Orejas Tan Largas? 22

La Leyenda de los Mackoceses 25

La Casa del Trueno 26

El robo del fuego 29

La Mujer del Candil 33

La Isla de las Muñecas 35

La Leyenda de La Estrella de México 39

Aparición en la Basílica 42

El charro 43

La calle de la mujer herrada 46

El charro y la partera 49

Las campanas de la Basílica 51

Apariciones y una mujer de negro en el Panteón de Santa Paula 53

Leyendas de las Peñas 54

La leyenda del charro negro 56

Temasclatepec, una leyenda de plata 57

El Perro Prieto 58

La Señora de Negro 61

La Cochina 63

El Sambomono 64

La Mulata de Córdoba 66

El cerro del Tololoche 70

La cueva teresa 73

Las Momias del Instituto 75

La Virgen de Tecaxic 77

Leyenda del diluvio

Mito mexicano que cuenta como los dioses ordenaron lluvia en castigo al mal comportamiento del hombre. Estos para conciliarse con los dioses debieron hacer algo...

Se dice que muchos, muchos años antes de la llegada de los españoles a nuestra tierra, sucedió lo que les voy a contar: Había llovido mucho en aquel año y continuaba lloviendo desde la mañana hasta la noche, sin que un rayo de sol ni de luna que iluminará los campos.

Las lindas estrellas se habían ocultado quizá para siempre, y los pájaros escondidos en sus nidos piaban tristemente, cubriendo con sus alitas empapadas a los bebés pajaritos; así, las madres cuidan de sus hijos temblorosos de frío.

Lloraban las madres y se aterrorizaban los niños porque veían caer el cielo torrentes de agua en forma de grandes culebras que azotaban los campos, destruían los sembrados, anegaban las ciudades, como enormes gigantes heridos, y el hogar tolteca corría peligro. Así estaba aquel país de antepasados en los días del diluvio.

¿Por qué el cielo se mostraba tan severo con los hombres?

¡Ah! Porque habían faltado a su deber, no eran trabajadores, ni adoraban a sus dioses, ni eran respetuosos con los otros hombres, sus hermanos.

Entonces los hombres pensaron hacer algo para salvar a la familia. Construyeron una gran pirámide como montaña de ladrillo y cemento especial, que llamaron Tolan Cholatan, alta, hasta el cielo, para escapar de la inundación.

Ahí elevaron un altar a Tlaloc, el dios de las lluvias, y a Quetzalcóatl, el dios del viento; y subieron a sus familias por las grandes escalinatas de piedra hasta llegar a la cumbre... el dios de las aguas, compadecido de los hombres al ver su actividad y unión en el trabajo, hizo cesar el diluvió, y la aflicción del pueblo terminó. FIN

Leyenda de los Temblores

Por estas tierras se cuenta que, un largo tiempo atrás, hubo una serpiente de colores, brillante y muy larga.

Era de cascabel y para avanzar arrastraba su cuerpo como una víbora cualquiera. Pero tenía algo que la hacía distinta a las demás: una cola de manantial, una cola de agua transparente.

Sssh sssh... la serpiente avanzaba. Sssh sssh... la serpiente de colores recorría la tierra arrastrándose. Sssh sssh... la serpiente parecía un arco iris juguetón, cuando sonaba su cola de maraca. Sssh sssh...

Dicen los abuelos que donde quiera que pasara dejaba algún bien, alguna alegría sobre la tierra.

Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, mojando todo lo que hallaba a su paso. Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, dándoles de beber a los plantíos, a los árboles y a las flores silvestres. Sssh sssh... ahí iba por el mundo, mojando todo, regando todo, dándole de beber a todo lo que encontraba a su paso.

Hubo un día en el que los hombres pelearon por primera vez. Y la serpiente desapareció. Entonces hubo sequía en la tierra.

Hubo otro día en el que los hombres dejaron de pelear. Y la serpiente volvió a aparecer. Se acabó la sequía, volvió a florecer todo. Del corazón de la tierra salieron frutos y del corazón de los hombres brotaron cantos.

Pero todavía hubo otro día en el que los hombres armaron una discusión grande, discutieron por mucho tiempo y terminó en pelea. Esa pelea duró años y años. Fue entonces cuando la serpiente desapareció para siempre sin dejar rastro.

Cuenta la leyenda que no desapareció, sino que se fue a vivir al fondo de la tierra y que ahí sigue. Pero, de vez en cuando, sale y se asoma. Al mover su cuerpo sacude la tierra, abre grietas y asoma la cabeza. Como ve que los hombres siguen en su pelea, sssh... ella se va. Sssh sssh... ella regresa al fondo de la tierra. Sssh sssh... ella hace temblar... ella desaparece.

FIN

La quemada

En el siglo XVI, vivía en México un español llamado Gonzalo Espinosa de Guevara, llegado a estas tierras con fortuna y con una hija de cerca de 20 años de nombre Beatriz.

Enorme fortuna, belleza y virtud le agenciaron a la muchacha innumerables suplicantes, que nunca lograron su amor.

Hasta que llegó don Martín de Seópolli, noble italiano que se enamoró locamente de ella al punto de no permitir el paso de ningún caballero por la calle donde vivía Beatriz. Lo que evidentemente no les pareció justo a los demás pretendientes. Muchas veces se discutió al ritmo de las espadas, saliendo vencedor siempre el italiano. Todas las mañanas se encontraba el cuerpo herido o sin vida del osado que pretendió acercarse a la casa y ella, aunque amaba a Martín, sufría porque se derramaba tanta sangre por su culpa y también por los celos de su amado.

Una noche en ausencia de su padre e inspirada por el martirio de Santa Lucía -que entregó lo más preciado de su rostro, sus ojos, al pretendiente que con su insistencia trataba de alejarla de la virtud-, llevó a su recámara un brasero encendido, y mientras lloraba y pedía fuerza a la Santa, hundió

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