ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La Iliada


Enviado por   •  21 de Mayo de 2014  •  454 Palabras (2 Páginas)  •  190 Visitas

Página 1 de 2

La Ilíada, Canto XVIII

Saltar a: navegación, buscar

FABRICACIÓN DE LAS ARMAS

1

Mientras los teucros y los aqueos combatían con el ardor de abrasadora llama, Antíloco, mensajero de veloces pies, fue en busca de Aquileo. Hallóle junto a las naves, de altas popas, y ya el héroe presentía lo ocurrido; pues, gimiendo, a su magnánimo espíritu así le hablaba:

6

—¡Ay de mí! ¿Por que los aqueos, de larga cabellera, vuelven a ser derrotados y corren aturdidos por la llanura con dirección a las naves? Temo que los dioses me hayan causado la desgracia cruel para mi corazón, que me anunció mi madre diciendo que el más valiente de los mirmidones dejaría de ver la luz del sol, a manos de los teucros, antes de que yo falleciera. Sin duda ha muerto el esforzado hijo de Menetio. ¡Infeliz! Yo le mandé que tan pronto como apartase el fuego enemigo, regresara a los bajeles y no quisiera pelear valerosamente con Héctor.

15

Mientras tales pensamiento, revolvía en su mente y en su corazón, llegó el hijo del ilustre Néstor; y derramando ardientes lágrimas, dióle la triste noticia:

18

—¡Ay de mí, hijo del aguerrido Peleo! Sabrás una infausta nueva, una cosa que no hubiera de haber ocurrido. Patroclo yace en el suelo, y teucros y aqueos combaten en torno del cadáver desnudo, pues Héctor, el de tremolante casco, tiene la armadura.

22

Así dijo, y negra nube de pesar envolvió a Aquileo. El héroe cogió ceniza con ambas manos y derramándola sobre su cabeza, afeó el gracioso rostro y manchó la divina túnica; después se tendió en el polvo, ocupando un gran espacio, y con las manos se arrancaba los cabellos. Las esclavas que Aquileo y Patroclo cautivaran, salieron afligidas; y dando agudos gritos, rodearon a Aquileo; todas se golpeaban el pecho y sentían desfallecer sus miembros. Antíloco también se lamentaba, vertía lágrimas y tenía de las manos a Aquileo, cuyo gran corazón deshacíase en suspiros, por el temor de que se cortase la garganta con el hierro. Dio Aquileo un horrendo gemido; oyóle su veneranda madre, que se hallaba en el fondo del mar, junto al padre anciano, y prorrumpió en sollozos, y cuantas diosas nereidas había en aquellas profundidades, todas se congregaron a su alrededor. Allí estaban Glauce, Talía, Cimodoce, Nesea, Espio, Toe, Halia, la de los grandes ojos, Cimotoe, Actea Limnorea, Melita, Yera, Anfítoe, Agave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Dexámene, Anfínome, Calianira, Doris, Pánope, la célebre Galatea, Nemertes, Apseudes, Calianasa, Climene Yanira, Yanasa, Mera, Oritia, Amatía, la de hermosas trenzas, y las restantes nereidas que habitan en lo hondo del mar. La blanquecina gruta se llenó de ninfas, y todas se golpeaban el pecho. Y Tetis, dando principio a

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (3 Kb)
Leer 1 página más »
Disponible sólo en Clubensayos.com