La violencia contra la mujer en la novela La Charca
ZULEIKA MOYAMonografía12 de Septiembre de 2018
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La violencia contra la mujer en la novela La Charca
La novela La Charca de Manuel Zeno Gandía nos presenta el mundo de los campesinos puertorriqueños a finales del siglo XIX. Dicho título es la representación de la colonia como un estanque de podredumbre, donde los campesinos vivían enfermos, indiferentes e incapaces de mejorar su condición.[1] Pero, ¿cuál era esta condición de campesino que Zeno Gandía nos presenta en su obra? ¿Cuál era la visión que tanto esmero puso en plasmar a través de cada personaje de la obra?
Estas preguntas son sencillas de contestar si comprendemos el contexto histórico en la cual se desarrolla la novela. Para 1894, fecha en que se publicó La Charca, Puerto Rico todavía era colonia de España. Para esa época se comienza a manifestar en el pueblo la identidad propia de criollos. Por tal razón surge el intento de formación de una cultura propia, el progreso intelectual y la exposición de los problemas socioeconómicos. [2]
Manuel Zeno Gandía, médico y escritor, se encontraba en ese momento histórico y se enfrenta con dicha realidad. Éste encuentra en el naturalismo la forma de expresar su pensar , su sentir y el pensar del pueblo campesino. Entonces vuelvo y pregunto, ¿cuál es su visión de la condición del campesino? ¿Qué plantea tan magistralmente en dicha obra? El pobre desarrollo del campesino, la autoridad de los explotadores, la ruptura de los códigos de comportamiento moral, la falta de solidaridad y las situaciones de violencia.[3]
La Charca no fue una obra producto de la imaginación del autor, sino tomada de la realidad de la época presentada por personajes ficticios.[4] En ésta se presenta a hombres y a mujeres que no tenían control sobre sus vidas, manejados por la ignorancia, la enfermedad y la miseria económica. Según Peggy Ann Bliss, La Charca demuestra la desesperación de todos los campesinos deformados por la avaricia, el deseo del poder y la brutalidad.[5]
En medio de esta opresión, las mujeres sufrían una segunda opresión: la de los hombres. Como tenían pocas oportunidades de trabajo y sustento, se dedicaron a criar hijos y no tenían las herramientas para defenderse. Tenían una dependencia económica, sicológica y física del hombre. Zeno Gandía toma gran preocupación por la situación de la mujer campesina y lo representa en cada personaje femenino de la obra, principalmente en los personajes de Silvina y Leandra.
Se dice que la preocupación de Zeno Gandía por la mujer campesina surge al entrar en contacto con los escritos de Salvador Brau y Francisco del Valle Atiles, quienes pensaban que eran el ambiente y la falta de educación la causa de la caída de la mujer. Brau en su artículo La campesina dice:
Realcemos a la mujer, eduquémosla, pongámosla en actitud de ser a su vez educadora, fortifiquemos su inteligencia, llevemos ideas a su espíritu, descorramos ante sus ojos un horizonte que hoy no alcanza a entrever y, a la superstición que la atrofia y la soledad que la embrutece, habrán de suceder el espiritualismo cristiano que regenera y el conocimiento de propio valor que dignifica la conciencia y vigoriza la voluntad.[6]
Zeno Gandía estampa en cada personaje de la novela su crítica a la sociedad y a la condición del hombre y mujer campesina. Esto lo hace por medio de un narrador omnisciente el cual sirve de vehículo para que los personajes comuniquen su sentir. El autor expuso el problema de la mujer esclavizada y sometida al hombre, en posición inferior y que el deseo de superarse sólo la hará caer mas en la desgracia. Analicemos cada personaje femenino de la obra para ver cómo el autor presenta la degradación tal, su estancamiento y miseria.
Comencemos con el personaje de Aurelia. Esta mujer la vemos en dos tiempos. Se nos presenta como una joven bella esposa de Ginés. Tal era su belleza que despertó el interés y el deseo de Galante, quien comete el crimen de asesinar a su esposo. Desprovista de el sustento y seguridad que le brindaría su esposo, se une a Galante, quien luego de procrearle un hijo, la hecha a la calle con su hijo quedándose con los terrenos que le correspondían a ella. Aurelia fue un personaje silente que nos enteramos de su historia mediante Marcelo, cuando éste va a contarle a Juan del Salto sobre dicho crimen. Marcelo le comenta a Juan del Salto:
-…Como Galante era dueño de la finca, echó al camino a Aurelia. Ella se fue en busca de unos parientes, llevándose un niño hijo de Galante que éste no quiso recoger. Aurelia ahora vive por ahí casi de limosna. …Todo se hizo humo: ella, está en la miseria.[7]
Más adelante vemos a Aurelia nuevamente y se describe la misma de la siguiente manera:
También estaba allí Aurelia, la desolada viuda de Ginés, lanzada de su choza por el puntapié de Galante. Su traje negro, casi rojo de vejez, contrastaba con su semblante pálido. La hermosa criolla era entonces infeliz, ojerosa, de facciones estiradas y pecho hundido. En su cuerpo, había hecho desastre el pesar, desde la esbeltez, ya encorvada, hasta los antes mórbidos senos, ya enflaquecidos y marchitos.[8]
Aurelia sufrió en silencio los atropellos de un hombre que no sólo le quitó a su esposo, sino que también la despojó de todo lo que tenía. Ella representa a la mujer sumisa que se doblega al hombre, soporta y calla, aun viviendo una injusticia.
Otro personaje mucho más silueta que Aurelia lo fue la esposa del viejo dueño de la finca que Andújar se adueñó mediante trampa. Al igual que la Aurelia corre la misma suerte y fue despojada de lo que le correspondía y tampoco hizo nada. En ambos casos la palabra del hombre era la que se tomaba por cierta y su voz ni contaba ni era escuchada.
La vieja Marta juega también un papel importante en la novela y es el representar, además de la avaricia, la victimización. Siendo vieja era ávida y lista se aferra a su edad para provocar pena y lástima en los demás y conseguir de esa forma lo que quiere. El narrador nos la presenta de la manera siguiente:
Todos los días la misma visita, todos los días la excursión matinal de Marta recogiendo piltrafas y amontonando menudencias que otros tiraban para pasar el día lo más económicamente posible. Era la avaricia husmeando el ahorro, removiendo lo inútil para obtener el beneficio barato o gratuito. Pedir, eternamente pedir, presentando como pretexto aquella vejez decrépita y aquellos cabellos blancos que no inspiraban veneración.[9]
Las flacas, aunque no se habla mucho de ellas, sabemos que se presentan con un espíritu alegre de disfrutarse la vida sin hombre que las controle. Eran “tres hermanas motejadas así por su extrema delgadez. Eran de genio alegre, amigas de fiestas, organizadoras de bailes y generosas con los mozos audaces.”[10] Aun así no eran libres, pues no les esperaba ningún futuro brillante.
Ahora hablemos de las dos figuras femeninas más importantes de la obra y en quienes el autor plasma su protesta, su visión de vida de la mujer campesina de la época. Estos dos personajes lo son Leandra y Silvina, madre e hija respectivamente. A través de éstas, Manuel Zeno Gandía quiso exponer el problema de la mujer esclavizada y sometida al hombre; la mujer que está condenada a una posición inferior al varón y que cualquier deseo de superarse solo la hará caer más en la desgracia.
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