Los Ensayos
Enviado por diegoalezander4 • 6 de Mayo de 2013 • 994 Palabras (4 Páginas) • 274 Visitas
Los Ensayos de Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592) son la obra cumbre del pensamiento humanista francés del siglo XVI.
Montaigne inicia la redacción de esta obra que le ocupará hasta la fecha de su muerte en 1592. Dos años antes había vendido su puesto como Consejero del Parlamanto de Burdeos para retirarse a su castillo en el Périgord. No será la redacción de los Ensayos la única ocupación que tenga, ya que a la vez que administra sus posesiones Montaigne participa como noble católico en alguno de los episodios militares o políticos de las Guerras de religión de Francia. Viaja, desempeña en varias ocasiones el cargo de alcalde de Burdeos, y también hace de intermediario entre el rey Enrique III y el jefe protestante Enrique de Navarra (futuro Enrique IV). Los Ensayos se alimentan tanto de esta experiencia como de sus lecturas de humanista "jubilado" en su "biblioteca" de la torre de su residencia. Montaigne publica los libros I y II en Burdeos en 1580, y luego los completa y adjunta un tercer libro en la edición parisina de 1588. Continua luego ampliando su texto de cara a una nueva edición. De ese trabajo han quedado dos testigos a veces divergentes: un ejemplar de los Ensayos plagado de correcciones manuscritas del propio Montaigne (el llamado ejemplar de Burdeos) y la edición póstuma de 1595.
Índice
[ocultar] 1 Una escritura fragmentaria
2 "Conócete a ti mismo"
3 Referencias
4 Bibliografía
5 Enlaces externos
[editar] Una escritura fragmentaria
A imitación de las Obras morales del griego Plutarco (46-120), Montaigne concibe sus Ensayos como una "marquetería mal unida", y reivindica su desorden como prenda de su libertad y de su "buena fe". Este desorden se debe también al propio modo de escribir los Ensayos: Montaigne pensaba en voz alta y un secretario (existieron tres sucesivos) tomaba nota del dictado.1 Al preferir antes que la organización didáctica y antes que a la retórica de los pedantes un "aspecto poético, a saltos y a brincos", apuesta por la prosa abigarrada y diversa. Los 107 Ensayos sorprenden por esa razón por su variedad y por los contrastes que contienen. Si los más breves (especialmente en el libro I) son solamente notas de lectura que yuxtaponen en una o dos páginas algunas anécdotas comentadas brevemente, otras forman auténticos ensayos filosóficos, de inspiración estoica ("Porque filosofar es aprender a morir", I, 20) o escéptica ("Apología de Raimond Sebond", II, 12), cada vez más llenos de confidencias personales ("Sobre la vanidad", III, 9; "Sobre la experiencia", III, 13).
A la variedad de formas corresponde la de temas: Montaigne, afirmando "hablar sin preocuparse de todo lo que se presenta ante su fantasía", pasa sin transición de los "caníbales" (I, 31) a los "mandatos divinos" (I, 32), de los "olores" (I, 60) a las "oraciones" (I, 61). Algunos títulos engañosos esconden los capítulos más audaces: "Costumbre de la isla de Cea" (II, 3) discute la legitimidad
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