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Enviado por bpm0916 • 18 de Marzo de 2013 • 799 Palabras (4 Páginas) • 419 Visitas
El fútbol en pantalla
Debo decir que las retransmisiones futbolísticas de nuestra televisión me parecen buenas, técnicamente perfectas. La posición de las cámaras (sin olvidar nunca que el fútbol es un juego de equipo donde también juegan los que no tienen el balón), el seguimiento del jugador que corre, el enfoque del que le sale al paso, que en cualquier momento puede convertirse en protagonista; esto es, la visión y previsión de las jugadas, hacen de la televisión española una de las más expertas a la hora de transmitir un partido de fútbol. Técnicamente, pues, no hay nada que objetar. La objeción que se me ocurre apunta a la voz, al
acompañamiento literario. Se diría que algunos comentaristas deportivos han olvidado la revolución informativa que la televisión representa respecto de la radio y siguen aferrados a los viejos recursos de la efusividad verbal, esforzándose por traducirnos lo que estamos viendo con nuestros propios ojos. El comentarista de fútbol habla demasiado, incurre constantemente en redundancia, repitiendo para el espectador algo que el espectador ya sabe porque está siendo testigo de ello. Aquella fogosidad de los viejos comentaristas sigue viva en algún locutor, que no acaba de comprender que el vehículo de información actual es el ojo mientras que el oído es un simple complemento. Para perfeccionar las actuales transmisiones de fútbol bastaría con que el comentarista advirtiese que estamos viendo lo mismo que él y que si acaso precisamos alguna ayuda es para que nos recuerde el nombre del jugador que en cada momento tiene la pelota. Nada más. Que Fulano avance a trompicones contra la defensa o que Zutano sortee habilidosamente a tres contrarios son cosas que saltan a la vista: ante la nuestra, también. Sobra, por tanto, toda referencia al respecto.
Cuando la radio era el único medio de transmitir un partido, los comentaristas no sólo tenían que informarnos verbalmente de los pormenores, sino, a ser posible, envolver la jugada en una cálida verbosidad que conmoviese nuestra sensibilidad deportiva. Aquellos hombres, su palabra, solían conseguir este milagro; de ahí que se les considerase unos auténticos hombres de radio. Pero todos sabemos que la televisión es otra cosa. La televisión nos muestra lo que está ocurriendo en el estadio y, en consecuencia, es absurdo que simultáneamente alguien nos lo cuente. La retórica resulta superflua, gratuita y ridícula. El espectador de un partido de fútbol suele estar bastante informado del reglamento como para interpretar por sí mismo las jugadas que se desarrollan ante sus ojos. Por eso, en lugar de parlotear, lo que hay que hacer es reconocer a la imagen toda su pureza y expresividad. Y explicarla únicamente en aquellas ocasiones en que su complejidad así lo aconseje. Esta imagen muda, acompañada por el fragor de la grada —voces, canciones, aplausos—, nos produciría la sensación de que estamos
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