ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Poesia Al Profesor


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2013  •  889 Palabras (4 Páginas)  •  396 Visitas

Página 1 de 4

Poesía al maestro

MAESTRITO DE PUEBLO

(ABRAHAM RIVERA SÁNCHEZ)

¡Que ya te dije que no!

Y tus caprichos no acepto.

No importa que me dejes de hablar,

no me importa que te pongas molesto,

aunque me cuelgues la cara,

aunque me hagas sentimiento,

mi permiso no he de darte,

antes…antes, te lleno de cueros.

Tanto dinero gastado,

tanto esfuerzo, tanto estudiar:

La primaria, la secundaria, la preparatoria,

que cursos aquí, que cursos allá.

Tanta hablada de tu parte,

tantos sueños construyendo:

Que ibas para médico, que no,

que mejor licenciado,

que ibas para político

o tal vez para ingeniero.

Y ahora que estás como chiflado,

o loco te estás volviendo,

me sales de babosote, con la idea de ser maestro.

¿Qué no te va a dar vergüenza de rebajarte tan feo?

¿No te va a dar pena de bajar a tal empleo?.

Maestrito…¡Que gran cosa!

Uy... qué dignidad, que porvenir,

que importancia…que abolengo.

Mira nomás. Maestrito de escuela.

Un torpe. Un bueno para nada.

Haragán, Irresponsable. Vago. Majadero.

Un flojo al que solamente le gusta el dinero.

Maestrito….¡mitotero!

A ver. ¿Qué les vas a enseñar a los niños?

Si ni siquiera sabes cantar.

Mucho menos contar un cuento. Maestrito,

si así como vistes, solamente vas para cirquero.

¡Que normal ni que ocho cuentos!.

Definitivamente no.

No quiero que seas maestro.

Antes, te llevo al campo, para que seas jornalero,

pa que el sol te de bien fuerte

y te hagas fuerte y prieto.

Sí…así me dijo mi padre.

Y yo, que mucho lo quiero,

bajé la frente y salí de casa diciendo:

---Está bien padre. Estoy de acuerdo.

Haré lo que usted diga.

De verdad, se lo prometo,

pero ya no esté enojado,

no sea que le vaya a hacer daño.

Ya no se enoje, haré lo que usted diga…

Seré licenciado o ingeniero.

Entonces salí,

vagué por las calles, por las huertas,

por el jardín, por la placita, por la iglesia,

pasé por una escuela y miré a muchos niños sin maestros.

También miré a los peones descalzos,

sudorosos, sin aliento,

poniendo sobre un papel, solamente la huella de su dedo.

También vi a las mujeres sin huaraches,

cargando la leña del cerro,

y vi niños, …

esos niños hurgando entre los basureros.

Recogí entre mi alma,

a esa gente de mi pueblo,

a esa gente sin fortuna, sin redención,

sin consuelo y los metí,

los metí aquí dentro, en mi corazón,

en mis entrañas, en mi cerebro.

Les di parte de mi conciencia y me confundí con ellos.

Allí, frente a esos niños enfermos,

pensé que eran unos angelitos

despreciados del cielo.

Miré que no tenían alas,

los miré casi sin cuerpo.

Angelitos sin hogar, sin virgen,

sin padre nuestro.

Y entonces pensé: Si me aferro a ser licenciado,

médico, contador o ingeniero,

¿Cómo iba a despertar la conciencia de mi pueblo?...

¿En qué los voy a ayudar siendo licenciado?

Tal vez no podría darles amor,

justicia o palabras de consuelo.

No podría yo ofrecerles gran cosa, para calmar su tormento.

Entonces

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (6 Kb)
Leer 3 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com