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Redacte una síntesis de cada capítulo cuya extensión máxima es de una carilla.


Enviado por   •  18 de Febrero de 2016  •  Trabajo  •  6.833 Palabras (28 Páginas)  •  328 Visitas

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ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN DE LA LECTURA

  1. Redacte una síntesis de cada capítulo cuya extensión máxima es de una carilla.

Parte primera: Antes de los talibanes

La joven Malala no narra el como fue vivir en aquella cultura contando sus sencillas preferencias comparadas a las de una niña común; de hecho, la única cosa que comparte de este calibre es que le gusta el color rosa. Ella es una pashtún una tribu repartida entre Afganistán y Pakistán. Su padre se llama Ziauddin y su madre Toor Pekai y, a diferencia de ella, son provenientes de Shangla. Al casarse sus padres se mudaron a Mingora la ciudad más grande en el Valle de Swat al noroeste de Pakistán. También relata que le pusieron de nombre Malala por la heroína pashtún Malalai. Nos cuenta como era la relación de su padre con su abuelo, siendo este el portador del nombre sagrado del ángel Gabriel. Dice cómo era su abuelo, contando que él estaba muy orgulloso de su nombre hasta el punto de siempre citar una frase célebre de este ángel cada vez que se presentaba a alguien nuevo. El abuelo en un inicio pensó que su hijo el padre de Malala había sido una decepción, ya que el abuelo siempre quiso que este fuera médico. Sin embargo, tiempo después el padre de Malala le hizo caer en cuenta lo equivocado que estaba tras haber ganado un concurso de oratoria, pese a sus problemas de tartamudeo; fue así que con práctica logró ganar y enorgullecer a su padre, o sea el abuelo de Malala. Habla sobre lo provocativo que es su hermano At la con ella y lo no tan molesto que resulta. Habla de los juegos que solía jugar con sus hermanos pero que sobre todos ellos estaba el cricket, ya que ellos solían jugar bastante a este juego en la terraza con su hermano y amigos, además en la terraza el padre de Malala solía tomar él te con sus amigos y a la mamá le gustaba observar las estrellas mientras reflexionaba. También cuenta el código que tenía con Safina cuando querían susurrarse: ella daba dos golpecitos a la pared, entonces Safina retiraba un ladrillo y desde ese espacio se susurraban. Malala también nos cuenta como su madre entró a estudiar a los 6 años y que ese mismo año se retiró, ya que era la única niña que iba a la escuela. Es más, ella decía que no le veía el sentido a estudiar si luego no podría trabajar, así que decidió retirarse y vender sus libros hasta que conoció al que sería el padre de Malala y dijo haberse arrepentido ya que él era un hombre que se había pasado su vida leyendo y estudiando. Pese a esto ambos decidieron apoyarse en un nuevo proyecto, el cual consistía en hacer realidad sus sueños: dirigir una escuela.

En la tradición de la cultura de Malala, en el séptimo día de vida de un niño celebran el woma (que significa “séptimo”) y la familia, los amigos y los vecinos vienen a admirar al bebé. No obstante, los padres de Malala no lo celebraron por ella porque no podían permitirse la cabra y el arroz que había que ofrecer a los invitados y su abuelo no estaba dispuesto a participar porque ella no era un niño. Malala nos comenta que en el lugar donde ella vivía, siempre habían problemas ya sean políticos, culturales, religiosos, entre otros; lo que conllevó siempre a intentar solucionarlos por parte de los habitantes mediante tratados, incluso como en todos lugares hubo algo que separó a las vecinas por algunos días: la desaparición del tan amado celular rosado de Malala. Hecho que se repercutió en el robo de un collar por parte de Malala como venganza. Unos días después su madre encontró los objetos robados y desencadenó los reproches, en cambio su padre fue más comprensivo y le dijo un proverbio que solía decirle “De niño uno es niño, incluso si es un profeta”. Malala expuso que había tomado parte del badal que es un elemento del pashtúnwali según el cual “un robo debe responderse con un robo y una muerte con una muerte”, pero le había sabido amargo y entonces juró no tomar parte nunca más de él. La casa de Malala según lo reseña siempre estaba llena de gente y eso era porque uno de los principios del código pashtúnwali es la hospitalidad. Malala comenzó a leer a la edad de cinco años gracias a su padre, quien dirigía un colegio humilde donde él cumplía casi todos los roles allí, maestro, contable, portero, recadero y mecánico jefe. Malala se emocionó tanto que apenas podía contenerse al comenzar el colegio, tanto así que finalizó el capítulo con la siguiente frase: “La escuela era mi mundo y mi mundo era la escuela”.

Reflexión: En esta parte de la historia podemos observar lo diferente y especial que es la cultura y las tradiciones propias de donde vive Malala, vemos que fue un lugar que pasó a ser parte de varias religiones como lo fueron la budista y otras que se fueron implementando con el paso del tiempo. También como el gran esfuerzo y sacrifico en ese lugar siempre ha estado presente, siendo ella un claro ejemplo, ya que nació en un lugar pobre. Hecho que refleja el esfuerzo de sus padres y también la motivación de Malala de siempre estar tratando de aprender las costumbres de sus padres. Siendo ella también muy orgullosa del lugar donde proviene, convirtiéndose poco a poco en una creyente de sus tradiciones, algo que también se puede observar en como ella no tenía tanto en común con una niña proveniente de otro lugar del mundo; ella decía que las mujeres que nacían aquí tenían el coraje y valentía que mostró tener “Malala”.

Parte segunda: El valle de la muerte

Malala describe lo que tanto le gustaba: visitar Shangla, la tierra de sus padres. De allí cuenta la vida de una mujer oriunda de las montañas, la cual no era fácil. Dicha mujer no tenían agua limpia, electricidad y no sabía leer ni escribir; de hecho, ninguna de las mujeres provenientes de Pakistán lo saben. Algunos padres ni siquiera consideraban miembros valiosos de su familia a las mujeres y no las educaban argumentándose en la frase “¿Para qué vamos a mandar a una hija a la escuela? Para llevar una casa no hace falta educarse”. Malala cuenta que desde pequeña mostró interés en salir de excursión con su curso de la escuela de su padre, ella decía que tenía la suerte de vivir en un paraíso como Swat, con tantos lugares maravillosos que podía visitar: cascadas, lagos, la estación de esquí, el palacio del valí, las estatuas de Buda, la tumba del Akhund de Swat… Todos esos lugares relataban la historia de su pueblo. Hablaban de las excursiones durante semanas y, cuando por fin llegaba el día, se ponían la mejor ropa y se apiñaban en autobuses con cacerolas de pollo con arroz para comerlo al aire libre. Algunas niñas tenían cámaras y hacían fotos. Con la llegada de los talibanes estos destruyeron las estatuas de Buda y las estupas en las que jugaban. Llevaban allí miles de años y formaban parte de nuestra historia desde el tiempo de los reyes kushan, sin embargo ellos creían que cualquier estatua o pintura era haram, pecaminosa, y por tanto debía ser prohibida. Un día negro incluso dinamitaron el rostro de su Buda de ehanabad, que estaba tallado en la ladera de una colina media hora en coche desde Mingora y se alzaba más de siete metros hacia el cielo. Los arqueólogos dicen que era casi tan importante como los Budas de Bamiyán, que los talibanes volaron. Lo que Malala no sabía es que la vida de las mujeres que vivían en Afganistán es mucho peor, su padre se lo contó y ella rápidamente se sintió apenada por aquellas féminas. Los Talibanes habían comenzado a atacar en Afganistán y cualquier mujer que no saliera acompañada de un hombre a la calle sería golpeada, ese era un ejemplo de lo que hacia ese grupo religioso extremista. Por desgracia este tipo de cosas siguieron por un buen tiempo llegando a tal punto de entrar en guerra asesinando a sangre fría a una gran cantidad de personas y mostrándolas al amanecer como símbolo de que no se detendrían. Incluso llegaron a implantar nuevas leyes e ideologías para sembrar el terror; por la noche arrojaban los cuerpos de aquellos que no las cumplían a la plaza para que todos los vieran a la mañana siguiente de camino al trabajo. Normalmente les prendían en la ropa una nota en la que ponía algo así como “Esto es lo que le ocurre a un agente del ejército”. Algunas noches en que se cometían asesinatos también se producían terremotos, lo que asustaba a la gente aún más, pues tendemos a relacionar cada desastre natural con un desastre humano.

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