Reflexiones
Enviado por maribeltuztuz • 19 de Enero de 2014 • 531 Palabras (3 Páginas) • 191 Visitas
EL MATRIMONIO FEROZ
Don León —todos lo sabemos— es el rey de la selva, y como todos los monarcas, suele ser exigente y caprichoso. Estaba casado con doña Leona, hembra dócil y obediente, pero un día se cansó de ella y decidió entablar un juicio de divorcio en su contra. Solicitó sus servicios al abogado del valle cercano y éste, después de cobrarle una excesiva cantidad, le dio un mal consejo: si declaraba —aunque no fuera cierto— que Doña Leona tenía mal aliento, sería suficiente para obtener el divorcio.
Así pues, el melenudo le dijo a Doña Leona: “Mira, hijita, que yo me separo de ti desde hoy y voy a pedir el divorcio, porque tienes aliento de ajos podridos”. Herida en lo más profundo de su vanidad, ella le respondió: “¡Mentira! Las hembras de mi raza tenemos un aliento más agradable y oloroso que el de un cabrito recién nacido.” Muy enojado Don León repuso “pues yo estoy seguro de lo que digo, y te lo puedo probar mediante el juicio de mis vasallos.” Doña Leona, segura de sí misma, le respondió “pues que vengan, y ya verás que ninguna bestia podrá sostener tu calumnia.”
El juez citó a los principales personajes de la corte para que acudieran al día siguiente a declarar. Aquella noche marido y mujer durmieron en cuevas separadas para evitar pleitos y discusiones. Cada uno estaba seguro de que el juicio le sería favorable.
Para acudir a la audiencia Doña Leona se preparó con gran esmero, se bañó con jabón de los príncipes del Congo e hizo enjuagues bucales con un elíxir especial, hecho de auténtico jugo de papa. Horas después sus dos leoninas majestades anunciaron que estaban listas para dar inicio a la sesión.
El primer testigo fue Don Burro, que introdujo sus narices en las fauces de Doña Leona y aspiró dos o tres veces. Como Don León ya le había entregado dinero en un sobre para corromperlo, al sacar la cabeza hizo un gesto de repulsión y afirmó “huele muy mal”. Se apartó unos veinte pasos para volver a su corral, pero a medio camino le salió al paso Doña Leona y lo atacó con gran ferocidad para vengarse. El segundo testigo fue el caballo que, al oler el aliento de Doña Leona, dijo simplemente la verdad: “es un aroma exquisito”. Al instante Don León se le echó encima y lo hirió con garras y dientes.
Tocó el turno del mono que, viendo lo que había ocurrido, quiso salvar su pellejo. Luego de oler el hocico de Doña Leona aseguró: “a veces huele bien, y a veces mal”. Don León y Doña Leona se le echaron encima y entre los dos acabaron con él. El último testigo fue la zorra que metió toda la cabeza en el hocico de Doña Leona. Al sacarla, sacudiendo las orejitas y muy pensativa, miró primero a Don León y luego a Doña Leona… Haciendo un gesto de disgusto, les dijo: “No puedo oler, porque ando agripada” y salió corriendo de allí.
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