Reporte D Electura
Enviado por Fer_MartinezVil • 28 de Mayo de 2014 • 2.149 Palabras (9 Páginas) • 144 Visitas
“Antonio y cleopatra”
Amigos del César y de Sila, convencieron a este para que revocase su proscripción, a lo que Sila lo hizo bajo protesta diciendo: “Haré lo que queréis, pero este muchacho nos dará más trabajo que varios Mario”. Aludía con ello a su más grande enemigo. César era audaz y valiente. Una vez fue capturado por unos piratas que le dijeron que pedirían 20 talentos por su rescate. “¿20 talentos? ¿En tan poco me valoráis? Os pagaré 50 por mi libertad. Pero eso sí, en cuanto esté libre os lo haré pagar. Cuando recobró la libertad armó una flota, los persiguió y los hizo ahorcar.
Una vez al pasar frente a una estatua de Alejandro Magno se puso a llorar y cuando le preguntaron por qué lo hacía dijo: “Porque a mi edad ya había conquistado la mitad del mundo y yo todavía no. Poco le faltaba para ello. Después de las guerras civiles y la de las Galias, Céar volvió sus ojos al mundo que rodeaba a Roma.
Una a una fue reduciendo las naciones vecinas linderas y tras linderas y linderas de las que fueron linderas y así sucesivamente. Su frase se hizo célere: “Veni, vidi, vinci” (Llegué, vi y vencí). Roma crecía y cuanto más crecía mayores eran sus necesidades. Si el trio llegara a faltar, Roma se hundiría. La mayor parte del trigo llegaba de Egipto. Fuerza era conquistar ese país. Y así se hizo. Lucha desigual. Por un lado las profesionales legiones. Por otro un ejército valiente sin un general de real valía. César venció y se estableció en Alejandría, ciudad fundada por Alejandro Magno. La reina Cleopatra había huido y no se sabía dónde estaba, cosa que tenía sin cuidado a César. ¿Qué podía temer a una jovencita inexperta que gobernaba desde los 17 años un reino de un millón de súbditos, sin tener ninguna experiencia para ello? Craso error.
Cleopatra se había casado con su hermano de sangre Ptolomeo XII, que había muerto ahogado en el Nilo. Los Ptolomeo era una estirpe de reyes egipcios de origen macedonio, región al norte de Grecia, de dónde fue oriundo Alejandro Magno. La joven viuda luego había contraído matrimonio con otro hermano, Ptolomeo XIII, con el cual convivía cuando César conquistó su reino.
El incesto era ritual y obligatorio. Al ser descendientes de los dioses, solamente se podían emparentar entre ellos mismos para mantener sus dignidades.
César estaba en sus cosas y le cayó un sirviente de Cleopatra, con una alfombra como presente para entrevistarlo. Llegado el sirviente frente a César, desenrolló la alfombra y dentro apareció una bella mujer: “Ave César, soy Cleopatra”. La joven era bella, morena, otros decían que se teñía el pelo de rojo, sus ojos brillaban y sus labios sonreían incitadores. César se conmovió, la miró y le gustó. Aquella noche fueron amantes. Contra eso ningún guerrero por más César que fuere, podía y César era al fin y al cabo un hombre gustoso de la carne tierna, como todos los demás y le contaba a Cleopatra sus batallitas y la gata se agazapaba y lo dejaba venir.
Pirro y Aníbal fueron grises de pecho al lado de esta tigresa, que conocía todas las tretas femeninas para engolosinar a un hombre, con una sonrisa cómplice y conquistadora. Cleopatra supo quedar embarazada y el producto de esa unión se llamó Cesarión. Roma lo requería a Julio César. A pesar de todos los pesares y el “no basta que la mujer de César sea inocente, no se debe siquiera sospechar de ella”. Pese a todo César instaló en Roma a Cleopatra con todo el lujo que formaba parte al entorno de una reina.
En aquel entonces Roma era una república y había fundadas sospechas en que César se quería proclamar emperador. Como fue siempre y será la sociedad se dividió entre los por sí y los por no. Los reacios a aceptarla y los que le rindieron pleitesía. “Es fea… se tiñe el pelo…. Es de piel cetrina… es la vergüenza de Roma….” Cuando César fue a combatir a España, Cleopatra quedó en Roma luchando por César. Había un romano de nombre Bruto que le daba miedo a Cleopatra y decían las malas o buenas lenguas, que era hijo de César, cosa que Cleopatra se abstuvo de preguntarle. “Cleopatra estaba en las reuniones sociales romanas para complacer, para allanar el camino a César, permitir y fomentar las discusiones políticas, las cuales le resultaban muy fastidiosas pero la ayudaban a saber que piso estaba pisando y los vientos que soplaban.”
El repudio de esposas, divorcio a la romana, estaba a la orden del día. Cicerón que la iba de moralista, le había aplicado el plan recambio a la suya, con el famoso “te repudio, te repudio, te repudio” y llévate tus cosas de mi casa y la cambió por una nueva, mucho más joven y bonita, en una palara una especie de pastilla azul para la virilidad. Cleopatra escuchaba todo eso, acariciando, indiferente, su collar de perlas rosadas.
En el 45 A.C. Julio César volvió a Roma y en una de esas reuniones en casa de Cleopatra le presentó a Marco Antonio, joven, buena pinta, valiente, adorado por sus soldados, buen orador, de un habla graciosa y garbosa. Ex enemigo de César y antirrepublicano y promonárquico, con César como emperador, son las vueltas que tiene la vida, que suelen ser más que las de un perro para echarse.
“Un día César iba por Roma en un carro egipcio, llevando sobre su calva una corona de laurel de oro y el pueblo preguntábase si ya no eran bastante buenos los carros romanos. ¿Qué significaba aquel carro egipcio puesto tan rápidamente de moda? Se hizo para César una nueva silla curul copiada de los tronos de los reyes Ptolomeo. Artistas alejandrinos diseñan la nueva acuñación de moneda; técnicos de Alejandría reorganizaban el sistema financiero de la tesorería romana, hasta el Circo romano era administrado por empresarios alejandrinos. El calendario romano, un tanto alejado de la realidad, era caóticamente puesto a punto por sacerdotes, hasta que César con la ayuda de matemáticos y astrónomos egipcios había cambiado la antigua forma de contar las fechas de vencimientos de rentas e intereses.
En esto se aproximaron “los idus de marzo del año 44”. Sus amigos le advirtieron que se estaba tramando algo contra él. No hizo caso. “Mejor morir de una vez que temer a la muerte toda la vida”. Y pasó aquello de “e tu Brute”, la conspiración fue en el propio senado y todos los conspiradores le envainaron sus espadas en el cuerpo a lo que César atinó a decir “¿Y tú Bruto también?”. 23 puñaladas recibieron
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